28 diciembre 2007

Felices fiestas

No quiero este mundo de felices fiestas y como correctivo me resignaré a soportar lo que caiga aunque resulte doloroso. Me subleva que se proclame una felicidad de factura general. Rechazo por instinto estas simplificaciones que alimentan los que, por alguna turbia razón, se preocupan en adoctrinarnos de como debemos vivir. Recelo de una felicidad de pote como la que parece emanar de esta caja aleccionara de simplicidades en que convirtieron las televisiones. No es pose mi rechazo, simplemente no puedo y no duden de que, cuando me ataca el pesimismo me da por envidiar los efectos hipnóticos de esta roma felicidad. No tiro pues cohetes por esta empeñada elección que me obliga a plantearme constantemente si de verdad elijo cuando me hallo inmerso, sin haberlo asumido, en este o aquel lado de lo que dicta la corriente cuando no es nadando en su contra.

La felicidad tiene su miga, y si nos paramos a lo que en cada tiempo se establece como bueno con parámetros que alguien osa definir, veremos que ahora, andamos como locos interesados en comprar la felicidad como si fuera un botín. Un rebaño de ilusos persiguiendo a base de dinero una pieza que nunca para quieta y que a menudo se da un festín con los restos del infeliz cazador.

Acotan y regulan nuestros mentores con desigual destreza cualquier actividad no tanto para procurar nuestra satisfacción, como para controlarlo todo. Demuestran tal efectividad que pronto llegaran a plantearse como obligación entrar a saco en el mundo de las emociones. Este rechazo a recetas que atienden a la mayoría afecta a los que se nos indigesta el café para todos o la tila o el ricino con que cuidan de empacharnos cuando les conviene. Todo el tiempo estamos ocupados en rendir para tener crédito con que gozar de una felicidad impuesta, esto sí, pagando a tocateja. Que no pare, sentencian, esta maquinaria contra la que desde hace tiempo desertamos de luchar de tal manera que ahora, cuando levantamos la voz por cualquier cosa, nos amenazan con que nuestras protestas perturban su buen funcionamiento y puede dejarnos en la pura inopia.

No es que mi felicidad sea caprichosa, que quizás lo sea, lo que pesa en este dislate aunque no tenga materia, es la necesidad que tengo de satisfacer a una personalidad que anda por ahí exigiendo gusto a sus particularidades y a esto ando sirviendo. No me deja constreñir a una felicidad con unos varemos que por si solos me provocan irritación, y si lo que se me impone para conseguir esta prometida felicidad me hace infeliz, no necesitaba para este viaje de tales alforjas.

Así, desatiendo las verdades obtusas que me venden. Uno se agotó de perseguir fugacidades impuestas, cansa esto demasiado y ya con el horizonte menguado de sorpresas que no sean las previsibles, espero ahora armado de paciencia alguna alegría discreta, amparada en una literatura elaborada desde el desierto, intentando provocar mágicos espejismos de laboratorio que alivien la sed irredenta que nutre la desesperación.

22 diciembre 2007

Propósito de enmienda


Me miré desnudo en el espejo y días después, la curiosidad de indagar en el recuerdo me llevó a distinguir, entre otras acepciones que entonces solapé, la necesidad de mostrarme tal como soy. Ahora, solo unos días más tarde, lo encuentro de una presunción infantil que me ruboriza. Hoy, mientras enciendo fuego, mientras pienso en dejar de escribir, o mejor, dejar de intentar escribir, me parece ridícula aquella orgullosa pretensión de exhibirme sin artificios. Sin apenas reflexionar, me asalta en oleadas la sensación que lo artificioso no tiene porqué ser distinto de lo real, caso de que la realidad existiera. La tendré en cuenta, pienso divertido, en cuando se revele idéntica desde distintas perspectivas.

En realidad esgrimimos a la realidad como espada, la utilizamos como sicario a nuestras órdenes, como irrefutable prueba de que nuestras convicciones son las verdaderas. Y es que las palabras, estas dos de momento: verdad y realidad, cuando se ensañan con la precisión se convierten en diosas intolerantes.

Abandono unos dioses para refugiarme en otros con la fe de que su bondad me redimirá, y luego al perder la fe entre los escombros de la vida cotidiana, arrimo el ascua a mi sardina y amontono a todos los dioses que considero oportunos en el capazo de razones que deberían justificar la existencia. El caos bendice este alocado movimiento de razones que como relámpagos brillan y se desvanecen, porque esta es su ley.

La ley de la Navidad, el color de los días que reclaman enmienda. Propongo, como regalo de poco gasto, intentar desprenderme de pesadas palabras con connotaciones sagradas, como felicidad, verdad, amor, realidad, razón, justicia, fe y arreglarme con contenidos menos complejos, como podría ser el dirigir mis facultades hacia cuestiones de poca trascendencia, por ejemplo el que se me reconozca en confianza como vecino y digo en confianza como el crédito que debo ganar para conseguir que una buena mayoría de los que me rodean se sientan cómodos en mi presencia y si esto no es posible, al menos no incomodar. Esto no me debería privar de ser flagelo de los que como mosca cojonera me fastidian sin remedio.

15 diciembre 2007

Un desnudo de caos




Me imaginé desnudo en la báscula cuando, hace unos días, Ene se interesó por mi peso de buena mañana. La palabra imagen desnudo me impactó por su carga simbólica y el vértigo que me produjo discernir entre una avalancha de acepciones intuidas. Me alivié al desviar mi atención hacia un sólido desnudo natural.

Natural. Como si hubiera algo que fuera natural. La naturaleza del caos no es abarcable y como tal no se puede medir ni codificar, pero lo mismo ocurre con casi todas las cosas, como por ejemplo mi nada etéreo desnudo. El tiempo juega malas pasadas y cuando me da por valorar mi imagen, esta ya pasó. Puedo atender del cuerpo aspectos parciales en estadios incorrectos y por lo tanto falsos. Me miro desnudo a través del espejo y ver el desnudo no es más que ir extrayendo pedazos maltrechos desde el recuerdo.

El caos participa de lo absoluto y la totalidad no está a nuestro alcance, pero la decisión de estudiarlo, implica al instante, que las probabilidades que atesora pasan de infinitas a finitas, se vuelve, en cierto grado, manejable. Le metemos mano al caos y se vuelve inmenso pero manipulable y esto procura un orden. El orden, de complejidad pareja al caos, queda formulado en precaria estabilidad pero suficiente para verlo, medirlo y encontrar donde y que podemos modificar, donde y como podemos incidir para que sirva mejor a nuestras necesidades.

Medí con cánones mínimos y superficiales asociados probablemente a la salud y a la belleza mi cuerpo lozano y esta mirada parcial y tramposa entrevista a través de un tiempo de espejo, posibilita datos casi correctos. Consigo una información plausible que de la totalidad de la imagen nunca hubiera podido conseguir. Puedo decidir acciones o actitudes con datos parciales que mi atención elaboró a base de una delirante simplificación. Sé, ahora, si lo que me conviene es ir a la Corporación Dermoestética para cambiar mi aspecto a lo bestia, o tengo que hacer régimen, o emprender alguna actividad física adecuada a lo que pretenda suprimir o fortalecer, pero también puedo, siguiendo cualquier otra lógica, hacer todo lo contrario. O no hacer nada y dejar que disponga el cuerpo del ritmo natural al que lo acostumbré a vivir, donde la parte natural es que lo que sea, será. El hecho es que observar una cosa caótica la vuelve predecible e implica que puedes modificarla en parte, pero también puedes dejarla tal como estaba aunque ya nunca será como antes de ser observada. El mirar no solo elabora sino que modifica constante el objeto observado.

Alejé de mí el vértigo del desnudo y hoy extraigo una de las opciones que eludí para que participéis de ella, más que nada porque el desnudo del que hablo no será si no cuento con vuestra obligada observación. Hablo de este diálogo interno que es cómplice de vivir, este diálogo cifrado entre el yo activo que ejecuta y el hondo cultural instintivo que manda y que a menudo roza lo caótico o indescifrable, al atenderlos, se crea un doble diálogo que modifica la percepción original. Pienso el porqué pienso esto y el visceral pensar se vuelve más predecible. Ya sé que no se puede escribir un relato que ocupe la totalidad en su fluido transcurrir: la escurridiza realidad, pero no abandono el deseo de mostrar la desnudez de esta esencia, el tal como soy. No sé aún como interpretar este deseo de mostrar lo íntimo, esta complacencia radical en enseñar como funciono: la exhibición sin artificios de los artificios, de las trampas, recovecos y búsquedas, los esfuerzos en descifrarme, en dar con las claves que me acerquen o que parezcan acercarme a la realidad. Quizás lo que pretendo, es que, al guardar constantes dudas de mi bondad, puedan los que me observan disponer la generosidad de una absolución.

Aunque, nadie puede evitar ser tramposo en el sentido literal. ¿Quien no achica la barriga o saca pecho? ¿Quién no esconde con las manos lo objeto de pudor? ¿Quien no se afeita, se saca brillo o colorea? Me parece que sin este tipo de ayudas, de artificios, no existiría nada, ni desnudo ni vestido.

La encadenación de manipulaciones crea otra realidad sobre la realidad. ¿Es máscara o suplantación esta otra verdad? La verdad de los apaños para o en sobrevivir.

08 diciembre 2007

Sinopsis de una biografía anónima.


Por decir algo.

Un día engarzaré las palabras justas para redactar la introducción y al amparo de su precisión fluirá incontenible el relato biográfico.

Introducción.

Me repito como ajo, pero insisto siempre en lo mismo. Si he de resumir la vida en una palabra esta podría ser amor, pero al atender cualquier palabra que de por si sea grande, se expande con tal fortuna su desmesura que luego incontenible todo lo contamina. Su cuestionable presencia preponderante desmerece y falsea los infinitos colores que nutren el laberíntico caos.

Prólogo.

Padecen los allegados del narrador por su temida incontinencia. Les trae a mal vivir el saber que el prócer quiere titular su biografía “Nada en el tintero”. No sufra aquí nadie por esto, que este anónimo no tiene conocidos, y si algún sujeto paranoico pudiera sentir temor de verse involucrado inadecuadamente en tales divagaciones, se de muy buena tinta que esta biografía se titulará si nadie lo remedia “Que poco que recuerdo” o “No sé si siento que se me olvidara todo”

1.- Año primero.

El invento tiene una impoluta memoria nueva e inconexa a estrenar. Tiene tantos cabos sueltos que es cuestión prioritaria enlazar algunos. Así se encuentra sin comerlo ni beberlo. Esto no priva al bebé de ser inmensamente feliz y que nadie me lleve en esto la contraria pues la cuestión me corresponde y no permito discusión. Es cierto que se inicia al mismo tiempo en sentimientos desdichados y llora, pero en el balance gana la felicidad por goleada. El bebé está en un cielo y me da por sentirlo curioso. Los temores absolutos que le asaltan se subsanan con facilidad por el arrojo irrefrenable con el que se sirven de serie. Quizás la sombra de esta dicha sea un fácil aburrimiento. El mundo le crece y se complica con las cosas que aprende pero prefiere sin dudar la excitación que le proporciona lo que le es desconocido. Puede vivir y vive muy feliz sin saber quien es, ni a que se dedica, y desde luego nada pretende fuera del instinto de vivir al instante.

En esto estaba tan contento hasta que a caballo de un taca-taca experimenta unos sentidos encontronazos con la realidad. Empieza pues a sentir que es alguien y se encuentra en la necesidad de tener que protegerse de según que excesos. Poco debe frenarle el dolor cuando se trata de aprender. Y entre el dilema que le plantean las dolorosas punzadas y su exasperante y cautivo freno deberá practicar a jugar con riesgos, acotando con rigor sus límites más peligrosos que le definen la muerte intuida.

2.- Año segundo

Ya veremos.

01 diciembre 2007

La realidad cotidiana

La realidad siempre cumple aunque no la atiendas. Le llevo de buena mañana a Ene un café largo recién hecho y tres galletas María con la mejor mantequilla del mundo. La despierto y aun medio dormida pregunta: ¿Hace frío? Si, cuatro bajo cero. ¿Te pesaste hoy? Sí, como cada día. ¿Adelgazaste? Sic. Interrogatorios que se interesan por hechos cotidianos y por lo tanto reales ¿Llueve? ¿Está nublado? ¿Funciona la calefacción? ¿Queda leche? ¿Te tomaste una aspirina? ¿Te quedan camisas limpias? Hoy tocó el peso y yo me imagino de inmediato desnudo, sometido el dictamen de la báscula. Pesé desnudo ochenta y tres quilos y setecientos gramos, doscientos gramos más que ayer a la misma hora.

Digo peso desnudo, porqué es un peso más real, pienso, y se fija la imagen y luego la palabra desnudo y me propone ella tan amplias acepciones, que reboto al origen salvando el vértigo y corto el viaje con un, desnudo es desnudo, sin ropa, a pelo, en pelotas, como Adán. No quiero ser prolijo porqué no quiero. Funciona el cerebro y empieza a perder la realidad tersura y si continuas pensando, desaparece cualquier resto si aún quedara algo de ella. Entraste en el mundo de las suposiciones.

No me extraña que recuerde tan poco si casi todo lo que pienso pertenece a la esfera de lo imaginado, Título de mi autobiografía: “Supongo que no recuerdo nada”. Es probable que algo recuerde, vaya, que algo recuerdo es seguro, lo que no es seguro es que tenga nada que ver con la realidad. Lo que ocurrió hace tiempo, tiene más que ver con ahora, con lo que describe la realidad inmediata de estar desnudo encima de la báscula que el no saber nada sabiendo que algo sabré si me lo propongo, porqué el que controla mi peso, el de hoy, el de ayer, es el sujeto que valorará lo que convenga de todo recuerdo pasado. O sea que tendrá más que ver con esta realidad que con la pasada

Me pregunta por el peso, ahora de pie, atento a despedirme y pienso en un desnudo abstracto y luego vuelvo a esta realidad que tan mecanizada mantengo que ni siento que sea real, de tal manera que mi abstracción me lleva a un desnudo que por atención se convierte en una realidad más real que estar de pie despidiéndome. Así la realidad es un sueño que se repite con metódica precisión cada día. Mantengo el piloto automático puesto si el día es corriente hasta que algo altere la percepción de seguridad del todo va como siempre. Mientras tanto pienso, ando en el mundo de la fantasía, de tal manera que estoy poco atento a la mecánica diaria mientras elaboro constante ilusiones, ficciones, relatos que van desde las divagaciones anecdóticas de lo que estoy haciendo a otros mundos imaginados, que se alejan irremisibles de la realidad hasta que, de sopetón, esta aparece con física presencia.

Salgo de casa con el día amanecido y lo repito cinco días cada semana, y lo más real del trayecto tiene que ver con el tiempo mismo, ahora el frío, el sol, el viento, el aire que respiro profundo, miro el reloj y procuro el paso preciso que me marca el tiempo que dispongo y mi realidad, alejándose otra vez de lo físico busca sin respiro alguna cosa en la que entretener una cabeza que sin descanso ha de laborar a todo trapo.

27 noviembre 2007

El esencial optimismo


Me acuso de pesimismo y me acuso con la sospecha de que tanto el pesimismo como la verdad o esta realidad inaprensible que los que andamos perdimos buscamos, es probable que no sirva para nada, pero que si de algo sirve, poco bueno puede ser. Hablé de la vocación como una manera de optimizar habilidades innatas. Lo que llamamos vocación, que es de un grado sagrado o el trabajo que tiene textura más laica, acostumbra a ser un apaño de los necesarios para sobrevivir, pero para sobrevivir en comunidad. Quede claro, salvo rarísimas excepciones no sé si documentadas por ahí, que nadie es autosuficiente desde mucho antes de la edad de piedra. Resulta pues que somos parte infinitesimal de una colmena de una complejidad enorme, pero que funciona, que por esto ha sobrevivido a toda clase de dificultades hasta ahora. Pues ahí está la cosa, el caos que todo lo abarca o el inestable orden o lo que sea, lo contiene todo sin remedio y esta diversidad, sirve de una especie de seguro de supervivencia comunitaria. La falaz lotería del azar juega con todos los números y crea todo el espectro posible de diversidad dentro de los límites considerados humanos y por supuesto algún partido saca de virtudes y defectos y si no saca nada, le importa un bledo.

Reconozco que las miles de cualidades o defectos, que más da, que pueden adornarnos, garantizan según el caso, opciones mejores o peores de vivir. Seguro que el ser feo, melancólico e imbécil por sacar tres defectos poco recomendables sirve de algo, aunque su función solo sea favorecer por egoismo el optimismo medio del grupo. O sea, la sociedad funciona y es tan compleja que igual tenemos alguna utilidad aunque nos cueste discernir cual y al mismo tiempo somos perfectamente prescindibles, con estas premisas no me digan que no es una desgracia no ser guapo, o fuerte, o listo u optimista. Y mira por donde, así planteada la cuestión, si pudiera escoger libremente una sola de estas cualidades, escogería ser optimista y es que me parece que hasta el pesimista sin cierto optimismo no es viable, pues díganme si no es optimismo que el pesimista llegue a creer que este defecto le caracteriza y llegue a pensar que sin él no sería la misma persona y defienda convencido su condición ceniza y viva así conforme.

Ya saben ustedes lo pegados que todos estamos a la personalidad que nos tocó en suerte y que sin otra opción, defendemos con convencimiento, y las necesarias y saludables dosis de optimismo.

22 noviembre 2007

Un orden de piedra


Convoqué al caos como recurso infructuoso para no quedar varado tras el surco de un arado. Discerní más tarde que no puedo evadir el escoger y esto limita y fija mi andadura, es en parte piedra. La piedra que observo quieta, escogida, no recuerdo, como pieza de jardín. Desde que fijó el orden su estructura mineral no estuvo siempre inmóvil en este viaje, que por culpa ajena, le arrastró desde su sedimentación al espacio acondicionado junto a un rosal. Cuando la tuve entre mis dedos, acariciada, me dio el equilibrio que nos regalan las cosas inanimadas cuando cobran la vida de las manos. Pensar en piedra, que es un orden aposentado, aunque no pare quieta y está como si sentidos tuviera: fría o cálida, húmeda o seca, brillante, oscura, aterciopelada ahora con el sol oblicuo de esta tarde de noviembre. Y sin contar con los viajes futuros que el azar le procurará, le espera el oscuro destino que junto con nuestros restos tiene forma de agujero negro. Baila el baile de la tierra que le arrastra el sol en su deriva hacia un centro galáctico que se atrae con otra galaxia cercana, de tal forma que todo se mueve, sin conocer otra referencia que no sea este punto indeterminado donde se originó el caos. Todo danza, nada para quieto. No tiene satisfacción ninguna el orden supremo.

De un bloque inmenso y sin fisuras, atemperado por la profundidad de su estancia, que no vio otra luz que la candente, un azar literario, un milagro le iluminó y fue acondicionada como sillar de palacio o mejor, mucho mejor, dintel, peldaño, capitel, friso. Esta piedra escogida por su ductilidad y lisura la hicieron imagen, figura, torso, pies, manos y cabeza de escultura. Sin variar su inanimada estructura mineral, de la solitaria soledad de su profundidad cósmica, adquiere vida en su pulida superficie. Se enamora de ella la frágil alma cándida que recrea vívidos deseos carnales en una piedra.

Perdió el sustento que miles de años la guardó y arrasó en su caída en aluvión mucha vida, una piedra grande y asesina.

17 noviembre 2007

Un respeto por favor.


Hay cualidades tan sospechosas que me hacen dudar de si lo son o no. Pongo en el mismo saco a todas aquellas que se forjaron a contrapelo de los deseos. La humildad es una cualidad admirable, en especial cuando quien la cultiva, podría sin rubor decantarse hacia la vanidad. Es una cualidad excelente que debería tener un alto valor social ya que tiende a evitar las tensiones generadas por tanto ego, pero claro, la mayoría de la ciudadanía no está por una labor tan poco lucida. Así que para paliar su siempre patente escasez, los poderes, que para esto están, (piensen ustedes en cualquiera de ellos, da lo mismo,) instauraron desde hace milenios dos apaños que según se mire parecen cualidades: obediencia y respeto y así se suple con creces esta carencia, evitando con su implantación que se generen todo tipo de problemas. La obediencia, bien mirado, es una mierda pues contradice a la razón y por esta causa tiende a desaparecer en el marasmo de una modernidad indisciplinada cuando no le garantizan pena o premio. Hasta los niños, que ahora nos da por tenerlos muy en cuenta, se niegan obcecados a obedecer. Otra cosa es el respeto que goza de buena salud, pues se aprovecha del tirón que ha adquirido la tan traída y manoseada tolerancia.

Como siempre que algo naufraga, como la obediencia, recordamos, su indudable parte buena y esto nos perdemos, pero también el respeto, tan resplandeciente, tan inquirido y exitoso, esconde su parte nefasta. No me interesa ya la obediencia pues el muerto al hoyo y el vivo al bollo, pero el respeto bien se merece por su preeminencia una poca de atención.

El respeto adquiere su auténtica dimensión cuando se gana limpiamente y aquí pone cada cual su buen empeño en conseguirlo. Tiene que quedar bien claro que no se puede pedir, a bote pronto, que se nos conceda sin merecerlo. Es pues el respeto algo que se adquiere o pierde por acciones u omisiones en actos públicos o privados, a cuenta de favores, trato, ciencia, porte, educación, habilidad, fuerza, imagen, atención, integridad, voluntad, poder, sinceridad, temor, autoridad o lo que sea. Tiene un precio. Con estas premisas considero que se debe o se puede tolerar todo aquello que nos lo merezca y habremos de valorar con tiento todo aquello que no nos lo merece y obrar en consecuencia.

No es mi deseo, o sí lo es, vete a saber, pegar tales rollos, el caso es que este viene a cuento por los mensajes que la moda desde hace tiempo nos envía desde lugares insólitos, en el culo de los futbolistas por ejemplo. Aunque esto no me ocasiona problemas, si me los ocasiona en cambio los mensajes en el pecho de las mujeres cuando me entretengo en leerlos. ¿Qué miras tú? Un respeto, me insinúa su cara de pocos amigos. Coño, pues leo, intento expresarles aturdido. Y es que algunas señoras, permítanme mis lectoras la licencia, esperan el milagro de que sólo lean tales mensajes aquellos que a ellas gustan y aquí incluyo no solo los mensajes sino todas aquellas sugerencias que son demasiado evidentes para pasar desapercibidas. Luego una conocida me viene con el cuento de que estas miradas le incomodan. ¿Te gusta a ti que te miren la entrepierna? Me pregunta inquisidora. Si, algo me incomoda, le contesto, si son hombres más, pero…. casi nunca ocurre debido, quizá, a que no pongo allí ninguna flecha, ni voy como un torero, no me permito trasparencias ni voy enseñando medio huevo. Quede constancia que no estoy en contra de ello, ni mucho menos, pero sí pienso, que a lo hecho pecho y que luego se debe asumir con deportividad las transidas debilidades afloradas en los casuales, azorados o impertinentes mirones.

Con el respeto se ha de tener cuidado y no lo digo desde luego, y vuelvan a perdonarme por la ingenua licencia que me tomé, por las mujeres descocadas, se lo digo a todo el mundo, a los políticos, a los periodistas, a los jueces, a los bomberos, a mis vecinos, al rey, si señor, al rey, el respeto debe ganarse y merecerse cada día y es problema de cada cual si no logra merecerlo.

Por otra parte, es preciso advertir y aquí esta la gracia de todo este asunto, que se puede vivir tan ricamente sin que te respeten. Es más, incluso mucho mejor que con tanto respeto.

10 noviembre 2007

Insomnio en noviembre


Si pudiera quitar un mes del calendario dejaría el año sin noviembre. No me extraña que sea tiempo de celebración de los rituales de difuntos. No me gusta su trato agónico con el día, ni el oblicuo sol que abate en el horizonte, ni la languidez que me asalta sin remedio en su reinado

Puta, putas palabras. Llevo toda la vida pensando y aun atento a ello, no discierno si articulo voces o si son solo fugaces imágenes o bien abstracciones inenarrables lo que me domina. Ayer por la noche, como ángel caído, pisaba de puntillas el desolado suelo del abismo acosado por el insomnio. Buscaba de entre este entramado de sucesos al que llamamos vida, consuelo, y me sorprendí salto a salto, que insistía en los mismos lugares comunes y que estando como están sometidos a una pesada y constante petición de auxilio se resbalaban bien lisos y bruñidos. Colgado en el vacío, deslizándome de un manoseado argumento a otro sentí un justo ridículo. Quizás todo fuera debido a que acaba de oír en boca de alguien el firme deseo de cortar con la concurrencia de pensar y convocaba a quien le cegará el discurrir, convocaba a la que al fin sirve al incrédulo, un crédito de silencio.

La sensación melancólica es caer y el pozo es negro, no obstante apoyándome en las palabras, figuro la caída como un regreso. Esta vuelta al origen donde debería hallar las claves de lo en que me he convertido, es un paraje muy parecido al del éxito pero sin público ni aplausos. Como este, no hay ni sirve de nada. Y si recuperas el día que sigue a la noche, abandonado inerte a una silenciosa caída de arena, cuando la noche invoca el alba, olvidas y te prometes un generoso espacio de tiempo, prieto de ocupaciones elaboradas con la oculta intención de gozar de múltiples formas de evasión y mientras te asista la voluntad de defender o amar a una sola de estas ilusorias parcelas ya mereces vivir y éste, solo éste vivir ilusionado es tu premio.

Tuviste una mala noche me digo luego, por la mañana, mientras recupero aliviado el día que se mece en lento movimiento, como si proyectara escenas cinematográficas a cámara lenta, como si las imágenes o los sonidos llegaran como ecos de lugares perdidos. Esto es bueno, me digo mientras siento el sol o el frío o la voz. Adquiere el día contraste lívido y me recuerda la imagen impactante que leí hace poco en que aseguraban que en un período de juventud del universo, justo cuando la materia se revolvía en turbio caos se fundió el magma primigenio y en un increíble y monumental momento mágico se volvió de pronto transparente. Nada quedaba oculto en la inmensidad del cosmos, característica de la que se apropió celosa el agua pues al dejar de hervir abandona el encubridor y agitado movimiento y al quedar inmóvil, aparece pura y diáfana y así se conserva hasta que el frío la contrae en cuerpo duro, opaco y complejo.

Y así me dio por pensar que cuando los pies temblorosos transitan hacia el olvido, mientras el receloso cuerpo sufre los embates físicos que no dejan espacio a arbitrariedad alguna, se fija la vida en su líquida superficie, pues lo real se circunscribe a los retazos de sol y frío, hambre, soledad o compañía al mismo tiempo que aflora la acuosa mirada transparente que traspasa ingrávida por encima de los desechos abandonados con la vanidad.

No es la limpia simpleza de la superficie lugar donde buscar otra protección que no sea la que pueda dar un espacio inmenso y vacío que es ninguna. Pero mientras nada ni nadie agiten su tenue piel no se puede desear otra cosa que tanto complazca al que se agotó en turbulentas aguas, aunque bien se sabe que al fin, siempre acabamos queriendo que algo se mueva y esta apremiante voluntad, motiva al punto, aparato de tormentas.

03 noviembre 2007

Sembrando dudas



En un post antiguo y larguísimo de su blog, A la flordel berro, AAOIUE comenta:

“A mi, la duda o una cierta inseguridad, el desasosiego, me ofrecen garantías de honestidad e inteligencia. Nunca veo la duda como debilidad. Aunque está claro que hay dudas enfermizas o que la indecisión puede ser mórbida, también está claro que los frutos de la patología de la certeza (la arrogancia, el fanatismo), son mucho peores.”

Como yo me considero un adepto a la duda y por esto dudo de mi honestidad e inteligencia, cambiaría la frase en el sentido de que la honestidad e inteligencia se revalorizan con la duda, pero que esta, por si sola, solo garantiza que los problemas se vuelvan crónicos. La duda se convierte en una lacra en esta sociedad donde la mayoría de sus miembros carecemos de un criterio personal bien definido.

Dudo de muchas cosas y de otras no dudo nada, como, que la bondad de una postura no convierte a la contraria en mala. Así todos podemos ser distintos y pasárnoslo entretenidos con nuestras diferencias.

Cada vez veo mi caos más ordenado y me asusto, pues sé que es de poco fiar, sé que le gusta romper de súbito lo que presumía de suma resistencia.

En asuntos intrascendentes, como este mismo, cogí el hilo de enseñar en cada post un dibujo, un orden que mantengo, pero no son cronológicos, aquí está el desorden. Nos asociamos intuitivos por afinidades o querencias creando unos rituales que temo puedan comernos de aburrimiento. Construimos como hormigas unas quimeras que cualquier día el loco destino de paseo nos reventará arrastrando con sus pies el hormiguero y aquí es cuando no dudo y decido esto quiero, esto no quiero, aunque da lo mismo lo que decida, así es la vida y por esto nos divierte y machaca.

Quería decir que me ordeno y me sabe mal el orden. Que quiero estar con ustedes y alejarme al mismo tiempo. Que me gusta lo mínimo, pero que al instante quiero ponerle un florero abarrocado. Que te amo y te desprecio y así te sigo queriendo hasta el fin irrecuperable del amor que es el olvido que es como la misma muerte. Me gusta el derecho y el revés y a los dos odio.
Me canso de estar siempre conmigo por esto salgo o me conecto con ustedes al azar o siguiendo rutinas trazadas como surcos en la arena o caminos fijos como tierra roturada por el arado. También sé que a nadie importa esto.

Quiero agradecer humildemente este gesto de Alida y disculparme y rogarle que no me mal interprete si no sigo la cadena, pues le tengo una cierta prevención a las cadenas, es una de estas cosas en las que me siento más a gusto llevando la contraria.

01 noviembre 2007

Idealizamos una óptima vida


Como casi todos los de mi entorno ocupo buena parte del tiempo que dispongo en cuestiones que me importan un bledo, pero que se convierten en la parte más importante de nuestra imagen si atendemos a los varemos de común usados para establecer el perfil social. Hablando en plata, los trabajos de supervivencia que malqueremos se convierten en nuestra identificación primordial en sociedad. De esta condición es mi trabajo más gratificado.

Alguna vez, en horario de oficina, emulando mis años escolares, me voy por los cerros de Úbeda, cerros que visité hace bien poco en mis vacaciones por la provincia Jaén y que no desmerecen para nada su mitología. Pues bien, contradiciendo a mis profesores, algo de provecho puede encontrarse en estos cerros además de olivos. La mayoría de las veces estos paréntesis nos derivan hacia cotidianeidades más gratificantes, nos sirven como de estupefacientes para aliviarnos de la dura realidad, pero no es inusual caer, en estos estados de trance, en revelaciones luminosas o en parajes absurdos. La cuestión es que, algunas veces, tomo escueta nota de algún desvarío enlazado a bote pronto durante estos lapsus y luego cuando pasado un tiempo releo lo escrito sucede que no encuentro donde se esconde su interés.

Hace muchos días anoté un escueto “idealizamos una óptima vida”. En ninguna relectura de la susodicha frasecita desde su alumbramiento le encontré gracia alguna. Hoy me da, sin haber dado con la luz que la inspiró, el hurgarla, y pienso que su significado más evidente, la necesidad que todos tenemos de creer en un futuro halagüeño, no la define tanto como la de estar en los cerros de Úbeda, que es vivir en un estado ideal que no se ajusta con la realidad pero que sirve para mantener en alto el optimismo positivista de nuestras vidas. Cuando bajamos o nos bajan de los cerros de Úbeda y la realidad se impone, parece de pronto que todo se va a ir al garete. Estos momentos de lucidez no dejan de ser otro paréntesis antes de volver a encaramarnos felices en los cerros de nuestros sueños.

27 octubre 2007

Nada que hacer


Me ocupan o preocupan tantos frentes que es un no vivir. Ene me advierte a menudo de lo pernicioso de mis compulsivas obsesiones. Una suerte de ligera esquizofrenia preside mi vida. Una desorientación que me impulsa a agarrar clavos ardiendo de cualquier frágil razón. No atino aunque me gustaría escribir siguiendo el caudal laberíntico en el que se mueven los pensamientos. Vivo atado, pillado por cualquier fijación con la penosa sensación de andar corriendo. Las prisas se comen el tiempo y llego exhausto, abatido a unas metas líquidas que se evaporan al instante dejándome solo. Solo. Creo que abandoné el habito de la compañía después de establecer poco a poco relaciones funcionariales con las excepciones perentorias de cuando nos juntamos para comer. Me absorbió el pintar hasta desconectar del mundo y a la postre le añadí una nueva ocupación de leer y escribir al asalto, blogs, actividad que me sume en múltiples desconciertos. Visito a menudo si puedo las vidas que elaboran vuestras manos y cada vida me ocupa unos minutos de un tiempo que se cae en un rezo rosario de musitados lamentos o eufóricas proclamas en el vacío sin fondo de este agujero estratosférico.

Y es que hoy llueve, un tiempo deseado en este seco otoño que dejó el bosque sin setas y los guisos sin su goce supremo. El amor a la lluvia hace que esta sea un buen tiempo. Suena la bocina de una furgoneta reclamándome. Un arquitecto en mudanza me regala un inmenso mueble de cajones donde embutir los dibujos que tengo abandonados por el suelo. Por el mal entendido de no perder el tiempo me cuesta salir de casa pero sé que saliendo recobro el pulso del tiempo verdadero aunque sea para trastear un mueble.

Sudar con esfuerzo comunitario tachonado de paros risueños mirando llover, el desierto de la casa levantada de muebles, las tácticas ingeniosas ideadas para librarnos de pesos, de angosturas o de lo que sea, estar juntos parloteando, ocupados en asuntos intrascendentes, esta es una actividad casi olvidada que me satisface. Quisiera recuperar este tiempo exacto, amañarlo, ensalzarlo, cuidarlo vacío de contenido lacerante o trascendente porqué este es un sueño que estamos perdiendo.

Ahora con perspectiva, lamento y reviso la vieja lectura del tiempo de oro, observando que no es oro todo lo que reluce y si bien es cierto que peno por lo que no hice o dejé de aprender en su momento, reclamo la perdida de tiempo como fundamento de un plácido equilibrio supremo que nos fue hurtado por un curso demencial de prisas y vanos objetivos. Me culpo de no haber sabido descifrar que prefiero mirar o comentar plácidamente lo que veo en tranquila y relajada compañía que perseguir un lustre de fantasmas, dioses, orgullos, vanidades, verdades difusas. Bien sé que necesitamos de todo un poco y que por lo uno no se debe abandonar lo otro y de esto quiero tratar porque estamos perdiendo la gloria de aquel tiempo también útil, de no tener que hacer nada. Está claro que es tiempo de poco beneficio pero para compensar no tiene ahorro de gasto comparable.

23 octubre 2007

Relatos

Al actor le toca vivir más vidas que a un gato. Esta es su gracia, defecto y cualidad que la gente admira al mismo tiempo que recelamos de su cordura para interpretar luego, su propia vida.

Pasados los imperecederos amores infantiles, no admiré a nadie tanto como para ponerle en el pedestal del mito, aunque entiendo que es fácil admirar a quien vive muchas vidas, aunque sean, y quizás por esto, sólo juego. Esta condición, que en el actor se da, le distingue del resto de la humanidad que suficiente tenemos con sobrevivir con nuestra mínima o extraordinaria historia, y no es cuestión de vivir varias vidas pues la experiencia dicta que los que las viven son gente poco cabal.

Otro que vive muchas vidas es el novelista. En su afán de hacer creíbles las ficciones queda inmerso en ellas, en sus personajes y peripecias.

Estos trabajos festivos son muy aplaudidos por el público debido a esta necesidad ineludible que tenemos de conocer al otro. Desde los juegos de la infancia nos gusta recrear vidas ficticias para garantizar soluciones correctas cuando se nos presenten en la realidad. Ganar experiencia sin sangre, aunque muchos lleguemos a confundir juego y realidad como el mismo don Quijote.

El juego de conocer al otro, sus virtudes y debilidades son bazas para calibrar posibilidades de vencer en algún enfrentamiento con jerarquía como premio. También sirve, y no es servicio pequeño, de consuelo mimético.

Todos los juegos crean la sinergia social, esta máquina que tanto cuesta entender y en esto si que somos complejos.

Los relatos a la luz de la lumbre, tan apreciados en otros tiempos se desbordaron con ingenio. No nos conformamos con contarlos y los trovadores les pusieron música y los dramaturgos calidad literaria y los actores y hombres de teatro el gesto, la parodia, la magia del engaño.

De la necesidad de contar, la realidad virtual, esta misma con la que reclamo atención se suma con un tal bombardeo de relatos, de mensajes sin fin con tantos elementos que acabo sintiendo añoranza por el simple relato del abuelo.

20 octubre 2007

Insatisfacción




La insatisfacción nos merodea tan a menudo que creo que anda anclada en el bagaje genético y que, aislándola de sus motivos y cogiéndola por los pelos, los explotadores de almas convierten en pecado original. Reproducen de esta manera una mecánica de la utilidad para obtener ventajas de defectos, errores, puntos débiles y minucias que parecen intrascendentes.

En este caso mi insatisfacción nace de no haber sabido tratar el error o la ventaja como mi intención deseaba y la curiosa sensación, ya comentada que, cuando atiendes cualquier tema, adquiere una dimensión mayor de la que en realidad tiene.

Hablaba del error o de la ventaja, en un intento de hermanarlos y resaltar su cara positiva. Sin el error y su explotación como ventaja no habría habido evolución. Sirve de ejemplo la industria farmacéutica. Tiene su negocio la prioridad de investigar. En el magma cruzado de investigaciones sacan más rendimiento de los errores que de las vías correctas. Investigando los efectos de un medicamento para una enfermedad descubren que los conejillos quedan dormidos, o están sumamente relajados o muy juguetones o empalmados. Cuando la evidencia es significativa, cambian la dirección de la investigación y se quedan tan panchos o cuando con estos tejemanejes descubren droga de efectos curiosos, se inventan una nueva afección y clientes, si pueden ser sanos mejor, para con su mejunje aliviarla.

Claro que intentamos jugar con las ventajas que la sociedad permite, y alguna protege y debería fomentar como la enseñanza o la salud física y mental de sus ciudadanos. Otras son innatas de cada persona: belleza, simpatía, inteligencia, sociabilidad, fortaleza, habilidad, resistencia etc. Cualquier cualidad innata o adquirida con empeño e ilusión pueden con mas triquiñuelas mejorar. Afeites de belleza, entrenar específicamente la habilidad o la fortaleza, seguir pautas aprendidas de simpatía o sociabilidad, estudiar para habilitar mejores condiciones para la inteligencia etc.

No son estas cualidades añadidas consideradas como tramposas pero lo son, son mentiras habilitadas como verdades a base de dedicarles tiempo y esfuerzo para competir en condiciones de ventaja y las hay que luego quedan fijas, son estas la peor mentira pues se adoptan definitivamente como reales y así nos quedamos sin poder competir en áreas en las que otros han adquirido ventajas que se nos dictan insuperables.

Que importa que ella sea de natural más bella si aquella otra le levanta los amores con potingues, desfachatez, figura de gimnasio, vestido de marca, olores divinos, y simpatía coqueta sacada de un manual.

Sobre la trampa de la belleza se alza una industria del engaño. Sobre la trampa de la técnica la sociedad industrializada
Sobre un montón de trampas todas las jerarquías.

Lloro por mi falta de atractivos y sin ventajas con las que ganar, maldigo y digo que es mentira, trampa todo lo que en el mundo es y ha sido.

17 octubre 2007

Trampas para todo


Trampas no las hace cualquiera, pensé de pronto mientras rumiaba los números de Ricardo.

Cuando nos sentimos nobles, queremos ser de ley, y el camino adecuado para este empeño, parece pasar por asumir con firmeza los valores que se establecen como correctos en la sociedad de la que somos miembros. Esta es una excelente meta, una perfecta diana donde apuntar nuestros anhelos, pero la realidad, con el paso del tiempo, la vuelve objetivo irrealizable. Esta forma ideal que debería abanderar nuestros deseos luego de innumerables concesiones se retuerce hasta volverse irreconocible. Hasta tal punto se desvanece el modelo que si hubiera un hombre que encarnara con fidelidad todos los valores con los que nos sentimos obligados, sería tratado como si fuera un imbécil, sino como un revolucionario peligroso.

Nada de filosofía, vayamos directos al grano de la voz popular: “Hecha la ley hecha la trampa.” Y así es, en la vida parece que sólo sirve la trampa. La escurridiza ley que somete a todo lo que existe debería andar buscándose alrededor de “trampa=vida”, pues trampa me gusta también considerar el anodino error que deviene en éxito.

En el juego que competimos son de ley las ventajas y a pesar de que intentamos conseguir la mayor cantidad de ellas, estas no garantizan por si solas el éxito de nuestras empresas, con el peligro, algunas veces, que su exceso nos coloque en la precaria situación de tramposos, dejándonos en un incómodo descrédito social.

Sin remedio afirmo, aunque me cueste reconocerlo, que en esta lid acabamos luchando y defendiendo nuestras verdades, no a la verdad, nuestras razones, no a la razón, nuestra realidad, no a la realidad, pero lo importante como en la mujer del Cesar es que no se evidencie. Un prohombre y un delincuente del tres al cuarto pueden diferenciarse sólo por matices, o peor todavía, por la forma que tolera la sociedad los distintos tramados ventajista.

Estudiar, cuidarse, estar atento, ganar dinero, ser listo y bello da ventaja, juegas con créditos seguros, pero la inteligencia se supera cuando es capaz de sacar ventajas de defectos, la cuestión es competir siempre con manos llenas de ases y no desdeñar la ayuda de una buena y ancha manga.

El peso de la verdad nos la imponen en precario los más ventajistas con sus leyes y así nos va y así nos seguirá yendo. Nuestra fortuna, tranquilidad o desesperación depende de que las verdades que vayan imponiendo tengan algo que ver con las que nos convienen.

Vencidos de luchar contra cada destino que remedio refugiarnos en nuestras limpias verdades, a salvo del mundo real. Estas verdades son nuestra segura y fiel compañera y la de todos los que nos consuela su compañía y este es en justicia nuestro mejor mundo, aquel que recreamos entre todos, un ficticio paraíso que anda en paradero desconocido.

11 octubre 2007

El aprendizaje


La imitación para bien y para mal es parte importante en las rutinas seguidas en el aprendizaje. A uno le entra el gusano de hacer algo abducido por un modelo, por una obra, por una habilidad. Así el entusiasmo que nos genera algo concreto es lo que puede provocar una vocación. Lo que admiramos queremos imitar con habitual poca fortuna, si por casualidad destacamos desde los primeros intentos, tenemos madera de genios.

¿Porque me cautivó el dibujo? No es pregunta que pueda contestar con facilidad, las cosas nos gustan o nos repelen sin motivo aparente. En principio no valoramos estas cuestiones, luego, mas tarde, adornamos estas querencias a bote pronto con un montón de estupideces. Mi afición de pequeño era copiar dibujos de tebeos, encendía mi imaginación y la excitaba con mundos desconocidos. El regocijo de la familia por las dotes artísticas de sus cachorros también cuenta para mantener la ilusión necesaria para practicar cualquier afición.

Pienso que a pesar de afectos, facilidad, tendencia o habilidad, lo que se consolida como vocación, lo que le da el sentido religioso que toman las actividades que se nos vuelven esenciales, es la lucha en soledad, las dificultades que penamos cuando tratamos de exprimir nuestras habilidades. Esta lucha es otra vida paralela a nuestra vida activa, nos sirve la mayoría de las veces para afianzar valores y creencias intimas y nuestra actitud frente el mundo.

Es mas tarde que he percibido, que este trayecto desde el aprendizaje hasta una pretendida maestría tiene mecánicas comunes sea cual sea la actividad estudiada y que es probable que la comprensión de sus engranajes habilite facilidad para más de un envite. Estarán luego nuestras condiciones particulares y nuestro bagaje cultural pero el camino es parecido.

El momento crucial de un aprendizaje es cuando ya no necesitamos parecernos a nadie. Cuando disponemos de la claridad y los recursos necesarios para transmitir nuestras soluciones o mensajes. Por desgracia, como en todo, este punto es nuestro cruel límite y declive.

Cuando Joan se deja de fórmulas y me cuenta sus ritos para resolver sus problemas informáticos me recuerda mi manera de enfrentarme a los dibujos. Soluciones milagrosas y creativas nunca aparecen de la nada, acostumbramos a llegar a ellas por caminos muy trillados. Aparecen cuando el rompecabezas que formulamos tiene todas sus piezas y encajan en un instante mágico.

El ingenio necesita mucho material y lucidez para sacar algo aparentemente sencillo. Algo que una mirada ingenua admirará lo suficiente para intentar imitar lo que por parecerle fácil dedicará luego, parte de su vida en aprender a dominar.

08 octubre 2007

Lo que el azar procura


Así cómo en cada dibujo siento que dejo trazas de lo que soy, en los textos no me reconozco. Aunque sea parecida, con distintos grados en cada caso la parte que se cobra la vanidad en los entresijos de la creación, me siento distinto al pintar de cuando escribo. O sea que creo que resulto menos malo pintando.

Que honrado el actor que cuando le piden en una entrevista el porqué se hizo actor responde que para ligar. Igual que todos, pues buena maña nos damos en exprimir nuestras habilidades para ello. Destinamos un gran esfuerzo en el tema, no tengo duda de ello, aunque con distintos resultados. Lo curioso es que en general disfrazamos de tal manera su importancia que queda recluida, enmascarada, la mayoría de las veces como anécdota curiosa. No me digan que esto no es perderse en un laberinto. Así nos comportamos, subyugados sin demostrarlo por la belleza, que intuyo es fruto o producto del amor. La inteligencia tiene recursos insospechados para este fin, incluso el de hacer creer a su usuario que todo el alambicado cocido de ambición, poder y gloria no tiene nada que ver con la conciencia o el instinto de que alguna de estas u otras cualidades pueden ayudar a mejorar o esconder pulidamente méritos o deméritos estéticos, funcionales o temporales en el proceso de seducir la voluntad de quien deseamos. Establecemos de este modo unas ventajas con que superar a presuntos contrincantes.

Quería hablar de viajar pero parezco obligado a estos enrevesados preámbulos.

Viajar si alguna razón esconde que no sea una huida obligada por el hambre, el miedo o la miseria, tiene que ver con la belleza.

La belleza se establece con unos cánones que parecen imperecederos, y así podemos gozar de las reliquias que nos dejaron todas las civilizaciones anteriores en su intento de aprisionarla. Pero la belleza más que un objeto es un ideal que se desvanece cuando la reiteración la desatiende y para evitar que la monotonía nos ciegue, viajar resulta útil. Viajar nos saca de la rutina empobrecedora y pone a los sentidos en situación de establecer con la belleza las mejores relaciones. El viaje es una aventura que nos aleja de lo conocido y nos invita a degustar lo nuevo, lo no visto y todo aquello que dignemos en significar con nuestra atención. Aunque nos debemos cuidar muy mucho del esteriotipo que atranca las ruedas del goce y así, me parece lícito, que saturados de los trabajos forzados que en los viajes resulta a veces el culto a lo culto, vivamos la maravilla que acostumbran a ser los humildes placeres no remarcables que el azar se digna con esmero procurarnos y Mabalot da con su punto exacto al terminar su post

04 octubre 2007

De Jaén a lo eterno


Que cruel destino el que nos aflige por querer saber. Que cruel atender a esta maquinaria pensante que puede rebasar cualquier límite predecible. La leyenda cuenta que Lucifer quiso ser Dios, este otro pecado original que anida en cada ser.

El hombre, reflejo de toda la creación, dioses de lo posible, quiere adquirir cualidades divinas y araña a cualquier precio la ilusión de conseguirlo. Es injusto, pensamos a menudo, no tener una posibilidad de estar vivos cuando en el futuro se alcance no sabemos cual prosperidad absoluta, una felicidad sin fin.

La fe es esta simpleza, si no podemos alcanzar nuestros deseos con los pobres medios de que disponemos, habrá un Dios que nos ayude a conseguirlo. No hay razón que pueda combatir este anhelo, esta necesidad de futuro, esta felicidad inalcanzable.

Y la razón empírica nos dice que lo único que perdura es el cambio permanente. La vida no es más que un caudal desbordado de contrastes inaprensibles y al fin nadie parece querer pararse a pensar que la eternidad debe de ser angustiosamente insufrible, no sólo en este infierno temible con que nos acongojan los clérigos, sino también, en este cielo prometido que nadie puede sin aprietos definir.

No conocía la historia de Fredic Brown que Jejo con su habitual habilidad nos recuerda y que recrea aquellos momentos en que llegamos a pensar que fuera de nosotros todo es ilusorio y de hecho, esto, no deja de ser del todo incierto, aunque espero que nuestro fin no sea el de la historia. Aunque bien mirado no está tan mal este final de tener que crear un universo, pues fijaos que este dios tampoco es eterno.

22 septiembre 2007

Ficción sin ciencia

La máquina no es más que un desarrollo sofisticado de la herramienta. No se me ocurre una que no funcione con sentido pues son concreción del ingenio para mejorar una actividad. Se les exige así pues funcionalidad aunque su cometido solo sea el recrear las absurdas locuras de su creador.

Me invade la tentación de convertir esta habilidad para construir maquinaria en una metacreación en la creación, prolijamente explotada por otra parte en la ciencia ficción. Este delirio se inspira en lo que Stanley Kubrick plantea en 2001 Una Odisea del Espacio.

De la infinita cantidad de probabilidades que genera el caos una es el orden. Algunos tipos de orden el azar los apaña para consolidarse un tiempo. Estrella o gusano, prisioneros de esta fijación imperdurable crean la ficción de trascender el tiempo replicándose y así transmitir con mejor o peor fortuna el orden conquistado. Esta es la mecánica de ganar pedazo a pedazo la eternidad a base de replicas de cada orden. La disfunción orgánica terriblemente desequilibrante empieza cuando esta mecánica evoluciona y sin dejar de estar sujeta a la necesidad intrínseca de la supervivencia, siente que siente, recreando desde este mismo momento un universo paralelo a la altura de las luces de esta mutación. La máquina quiere entender pero no ha sido creada para ello.

El caso es que este ser pensativo, ensimismado y melancólico, recrea la creación desde un mundo de ideas, alguien en un principio, piensa, debió pensar en crear el universo. Cree que alguien creado creó.

¿Y porqué no? El hombre se ayuda de herramientas para mejorar o superar sus limitaciones orgánicas. Son prótesis externas con las que pretende subsanar las deficiencias con que la naturaleza le dotó y rizando el rizo desea ahora lo que la naturaleza nunca procuró, que es crear máquinas pensantes, réplicas de un mundo ideal, elaborado a la medida de los dioses que se inventaron.

Tiene lógica que máquinas ideadas para pensar lleguen a superarnos sin problemas, tienen, claro, el defecto de que por ahora no saben replicarse, pero todo se andará si el tiempo y las autoridades civiles y militares lo permiten.

Todo esto sin hablar de biótica.

Me voy a Jaén a digerir todo esto.

19 septiembre 2007

Palabra



Aposté que la primera palabra fue comida y perdí. Que lujo el decidir cuando gano o cuando pierdo.

Con estas trivialidades me entretengo de buena mañana.

Dije que la segunda palabra fue peligro y acerté aunque de pura casualidad.

Antes del caos sin duda fue el orden y si no, pues corrijo.

Antes que la palabra fue el silencio, aunque el silencio no exista, un ruido de fondo ensordece el universo.

El ruido es un producto de maquinaria en movimiento, aunque todo el mundo intenta moverse en silencio. Cada bicho tiene un depredador del que esconderse o una víctima que levantar.

La primera palabra no fue ninguna palabra sino un ruido surgido del miedo, un desgarrado sonido que atravesó los conductos orgánicos como explosión de entrañas acongojadas, temerosas, dolientes. Un ruido sin forma, siempre distinto y sin otra utilidad concreta que ser sonido de la mala suerte.

La economía de la supervivencia no desaprovecha nada y el ruido anormal enciende la alarma. De ruido inconsistente a ruido de alerta y a su asunción como de signo de peligro son pasos plausibles.

La primera palabra eran todos los ruidos que alertan del movimiento, estímulos a la atención para no ser comidos.

La primera palabra, como todo magma primigenio abarcaba todas las palabras, todos lo sonidos.

Estas intuiciones me vienen de un estudio científico sobre los Carcopitecos de nariz blanca.

La primera palabra articulada fue peligro y la segunda pudo ser mimética de la primera para distinguir dos peligros, el que viene por tierra del que vuela.

Que magnifico invento este de las orejas.

Y el juego que dan, si hasta se les puede colgar unos pendientes.

18 septiembre 2007

Uniformes y colores

La condición sectaria de determinados grupos sociales se hace más evidente con el uniforme de rigor. Encuentro deleznable la uniformidad por aburrida y alienante. No entiendo otro gusto en parecer iguales que la pelota picada. Aunque celebro los uniformes que cumplen la función de alerta peligro que para esto se lo ponen. Como sufridor de años victoriosos sé que como mas totalitario sea un régimen más tendencia tiene a uniformar al personal o uniformarse el personal y sentirse además orgullos. El absurdo orgullo de unos colores.

El tema me importa un bledo. Soy de la liga de los sin bata. Pero como me las doy de artista, por lo de los colores, hoy, de buena mañana, (esta buena mañana que me encuentra receptivo para hurgar cualquier tema) pensaba, (todo mi yo vestido con uniforme de verano, bien empastelado), que no me gusta vestir colores claros. Cada cual, ya se sabe, guarda en lo que puede su aspecto y cultiva querencias y fobias. Un día alguien de quien aprecias su criterio te comenta lo bien que te sienta determinado color y sin casi darte cuenta llenas el armario de verdes. Acto seguido me imaginé con horror vestido de blanco, moreno y con gafas de sol, vete a saber porqué tal fobia, debo tener tendencia a huir de uniformismos tópicos. En esto estaba cuando caí en la cuenta que mi gusto por los colores obscuros no deja de ser también una uniformidad.

En el trayecto hacia el trabajo, el paseo matutino donde me entretengo con estos razonamientos, me crucé luego con padre e hijo de la secta de los pintores de brocha gorda, iban de mono blanco estampado con caos de gotas de colores. No deja de ser curiosa la afición por lo blanco en profesiones con imposibilidad evidente de guardar la pulcritud, me vienen como relámpagos imágenes de matarife, de carnicero, de médico cirujano y ya más tranquilo de cocinero, aunque mira, me consolé, peor sería vestirlos de negro como los curas de sotana. Las imágenes que nunca cesan me llevan del negro de cura de pueblo a los extremos colores cardenalicios, a los blancos roquetes y las doradas casullas, al arco iris de los pomposos rituales religiosos. No se quedan menos cortos los militares de verdosas tierras que inventan actos para adornarse con fajas, estrellas, condecoraciones, borlas, pompones, hasta plumas se meten. Es suficiente, necesitaría un diccionario enciclopédico de cada secta para dilucidar colores, suplementos y complementos de sus delirantes distintivos.

Lo del austero y simple uniforme obliga solo al militante raso, la misma historia de siempre, primero uniforme, luego jerarquía de colores hasta caer en lo más friky.

El que anda adornado como un retablo barroco, como un árbol de navidad yanqui es el que mas manda. Coño con la distinción.

14 septiembre 2007

Viajar y saber

Una olla podrida es mi guiso para entender el mundo, necesito de este recipiente donde todo cabe. Esta receta no es muy exquisita, pero nutre, aunque siempre me queda la duda de si además es saludable. Y es que, aunque me encuentre o seamos solistas radicales, este mundo que vivimos resulta coral. De las historias celebro su condición de parábola y de las palabras la maleabilidad de que hacen gala. Ayer hablaba del río como parábola de la vida tal como la leí en los versos de los poetas medievales. Hace un tiempo utilice en un post el esquí, no de fondo, sino como fondo de este trayecto vital y ahora enfrascado como estoy en palabras redundantes como verdad, saber y vida, tropecé en la misma piedra con viaje, doble contra sencillo que nada tiene de original esta semblanza.

El viajar, nos aleja de nosotros mismos en un trayecto lo suficientemente elíptico para contenerlo todo. Y aquí me encuentro con la querencia, que recreo, de apoyarnos en historias para explicar historias de historias en una espiral sin fin de relatos. Hay momentos en que las reflexiones en vez de acercarnos a la realidad nos alejan irremisibles de ella hasta hacernos temer de su existencia.

Viajar y saber, aunque los viajes de mi vida, no los ficticios sino las historias reales, estas que todos sabemos que estamos viviendo, que no atienden a las palabras vertiginosas que nos radican en mundos inciertos, pues, viajar, lo que se dice viajar he viajado poco. Puedo excusarme y de hecho me excuso en la precariedad económica en que siempre he vivido. No es excusa suficiente ni creíble. Nunca tuve este impulso o necesidad que nos mueve a viajar o a cualquier otra actividad a contrapelo. Nunca tuve la voluntad insobornable de viajar, pero si pude imaginar que viajé casi con el mismo placer pues el mundo real y el ficticio no están tan alejados, andan cogidos de las manos.

Hoy por la mañana empecé el viaje, vi con meridiana claridad que saber es como viajar. Andas o aprendes de un sitio para otro. Un viajero empedernido puede con el tiempo y la voluntad necesaria sacar de sus viajes una idea particular del mundo entero, pero lo que nunca puede es pisar cada palmo de terreno. Si viaja a muchos lugares los conocerá en superficie y de esta piel es de donde extraerá sus personales conclusiones. El que no viaje andará por la comarca o no saldrá del barrio y el tiempo sin quererlo le conducirá a conocer a su mundo con una intensidad fuera del alcance del explorador ajeno. Pero al fin lo que saben y no saben el uno y el otro se igualan en lo que de común tiene la experiencia de vivir. Quedará como remarcable, anecdóticos ritos, costumbres y creencias exóticas, lo mismo que explotan con reservas las revistas de viajes y cuentan o novelan los relatos de trayectos y aventuras.

No quiero ser científico y que conste que tampoco puedo, tengo problemas para elegir siempre, y por supuesto entre viajar en extensión o en profundidad. Escoge cada cual entre cosas diversas lo que le parece, los itinerarios, el tiempo y la profundidad de los viajes, luego las sorpresas las podrá sin medida el azar. Sabemos que no podemos hacer todo lo que deseamos. ¿Quien decidirá que elección fue la correcta? Pues nadie, pues todo el mundo, pues ni en esto me pongo de acuerdo, decidirá o el yo autista que no atiende lo que no sea su intima realidad, o el tu curioso, alerta, comparando con las señales que de todas partes llegan. Y que conste que eludo el juez más complicado y que es al fin quien cualifica definitivo, el recuerdo.

Así de sinfónicos y enrevesados se nos vuelven los viajes, la vida y el saber y si no fuera porque las particularidades de cada uno acostumbran a ser comunes no podríamos entendernos, es por esto mismo que puedo volver a contar otra vez este mismo discurso de manera diferente, como lo contamos todos, tan distintamente iguales.

11 septiembre 2007

Si quieres ser patriarca

El frasco de las esencias del buen patriarca es la sorna y la sorna se elabora con aromas de viejo, de hecho se elabora mejor si se procura ser viejo antes de llegar a serlo. Este tipo de viejo se hizo sabio sin necesidad de vivir, se hizo sabio mirando y acumuló con esta mirada desapasionada la injusticia del tiempo y el revoloteo impertérrito de la muerte.

Mirar con constancia ayuda mucho a saber mirar y tras la sorna, el aspecto descuidado y la socarronería se esconden sin airearlo un gusto por estar y un sentido contemplativo de los lugares, del tiempo y su belleza redonda surgida de la fecunda humildad del que nada espera.

Para ser patriarca se debe querer serlo y antes que él reinaba el desorden o la nada. No le pidas otra cosa que ojo y criterio firme. Nombra las cosas por su nombre, padrino parece de su bautizo. Sin él la prosperidad no es posible pues es la semilla que la contiene. Forma parte etimológica de cualquier fortuna. Nadie puede acumular nada duradero sin su carga de humildad, su ciencia, su visión de futuro, su firmeza para proteger luego la fragilidad de lo obtenido a base de sentido común que conforma su criterio distintivo. Se va con el deber cumplido y si la muerte no le llega mientras mira el ocaso, de pie, tambaleante ante el dios horizonte, su rara felicidad se enturbia sin remedio, pues nunca se quejó de estar enfermo.

Tiene el patriarca como todos los modelos un defecto. La dificultad cargada a sus herederos de parecerse a ellos. Imposible empeño pues tanto da si para mejor o para peor siempre se fracasa.

Ni mi padre ni mi abuelo fueron patriarcas, me quedé pues varado en la miseria sin fortuna. Puedo claro, como así me lo propusieron, por unos pocos dineros armar un árbol genealógico. No me sirve y no lo quiero. El caso es que tampoco tengo madera de patriarca pues carezco tanto del instinto como de las cualidades necesarias para llegar a serlo. No me extraña mi insoslayable naufragio, la fecha de caducidad del ademán en que me he convertido no tiene consuelo, pues aunque pudiera volver a vivir sé que nunca podría eludir este mismo destino, con lo que a mi me gusta el sabor de las complejas sagas familiares con fortunas, misterios, tragedias y leyendas que nunca desvanecen.

06 septiembre 2007

En el camino


En el Café de Ocata Gregorio Luri desempolva cuando cumple 50 años de su redacción “En el camino” de Jack Kerouac.

Yo ya leía cuando Jack Kerouc escribía su mecanografiado rollo, pero el libro aún tardó algunos años en caer en mis manos. Me gustó tanto Kerouac que leí todo lo que de él pude. El libro resultó sin pretenderlo iniciático y no lo digo porque me influyera pues me creo inmune a cualquier tipo credo. El caso es que los caminos de aquellos tiempos empezaron a llenarse de una alegre panda de gentuza fraternal en constante orgía. La sensación general era que aquello nunca acabaría. Allí se encontraba un servidor con su cuerpo adolescente. El franquismo se tambaleaba y casi toda la gente que conocía estaba enfrascada en sus particulares revoluciones. Yo estaba de acuerdo, aunque era incapaz de discernir, ni me importaba demasiado, en que acabaría todo aquello. Todo el mundo discutía de política y se fraccionaban como amebas promiscuas los partidos políticos de izquierdas. El partido comunista era el traidor adocenado y vendido. En particular no leí ni el manifiesto aunque me tragué el dieciocho brumario por culpa de una bella de filosofía y historia que tenia un trabajo urgente que entregar. Le gente se implicaba con ardor en cosas que nada me importaban. Así es que con inconsciencia me dedicaba a dos vidas paralelas igual de poco fructíferas y peligrosas. En una seguía la corriente de asambleas, manifiestos y carreras con los grises aunque sin militar en partido y en la otra hurgaba en la vida bohemia que era lo que más se parecía de lo que me quedaba a mano de “En el camino”.

En realidad solo quería decir que para vivir en este tipo de extremos no sólo es necesario valor o inconsciencia sino una salud de hierro, un cerebro, un hígado y un estómago a prueba de bomba. Mi timidez, fragilidad y cobardía me salvó de una vida corta, aunque aún no sé para que.

01 septiembre 2007

Asumir


Entender, que salvo yerro es uno de los caminos del saber, consiste muchas veces solo en asumir. La mecánica es sencilla y lo nuevo la desencadena.

Lo nuevo nos fascina pero nos crea problemas. Eludo hoy el porqué nos fascina.

Asumo que, si por nosotros fuera, moriríamos al nacer si nos diera por entender la vida como se desprende del relato indio.

Dice la sabiduría india que andar es más cómodo que correr, que sentarse es mejor que estar de pie, que mucho mejor se está tumbado que sentado, mejor dormido que despierto, mejor al fin muerto que vivo. Da miedo pero es cierto.

¿Quién dijo que la culpa del progreso la tiene la holgazanería, la comodidad?

Somos holgazanes y aquí me incluyo junto a los hiperactivos, los ambiciosos y a los trabajadores incansables. Dejémonos de cuentos, todos queremos ser miembros horarios del ministerio del bienestar social.

Lo nuevo, las novedades son las que nos obligan a estar alerta y nos impiden seguir con nuestra querencia habitual, estar atontados, con el piloto automático puesto.

El puto instinto de supervivencia nos despierta violentamente de nuestro estado vital preferido, o sea dormidos o durmiendo (que Cela lo decida desde el cielo).

El instinto recela de lo nuevo y me obliga a trabajar (que lata) con el cuestionario (y aquí empieza la mecánica maniquea) y bien provistos de etiquetas.

La maldita novedad nos pone en alerta:

Grado primero, estado de atención máxima, ¿tiene o no tiene peligro?
Grado segundo, estado de atención normal, ¿qué gano o que pierdo?
Grado tercero, estado de atención irritado, ¿porqué coño me sacan de quicio?

Bien etiquetado y con las presumibles cartas al director por sus desconsideraciones varias a lo establecido, con el instinto apaciguado y la atención maltrecha y agotada, archivamos la novedad una vez asumida, la conocemos, no es peligrosa y al final igual será de la familia.

Muchas veces creemos que sabemos cuando lo que hemos hecho es simplemente asumir. Quizás es lo mismo.

Efectos colaterales. La actividad decrece con la edad por culpa de que el conocimiento anquilosa y si o fuera porqué el aburrimiento o la saturación nos inclina a buscar cosas diferentes, en cuatro días tendríamos la faena hecha y estaríamos perfectamente preparados para el sueño eterno.

28 agosto 2007

Sueño



Hoy soñé un sueño de alocada orfebrería. No menudean estos sueños que enamoran.

Vivía en el palacio de mi única calle convertida toda ella en vivienda magnífica con lujo de espacios, rincones, ambientes, muebles, detalles y luz, todo muy confortable.

¿De donde me salen estos sueños?

Mi nueva casa era mi vieja calle y cuando alzaba la mirada veía la calle larga, apretada de luces doradas y fiesta, parecida a la de una gran ciudad que, a lo lejos por la noche, divisas como artificio de luces centelleantes.

Muy confortable.

Y luego me besaba una hermosa y desconocida mujer que repetía, ella sorprendida y yo impávido, una y otra vez, y un viaje en coche con una bicicleta desarmada en mi regazo medio asomada cayendo fuera de la ventanilla, golpeando la nueva carrocería, y el barro de una calle que se transformaba de súbito sin dejar de ser barro en cordilleras y valles como cuando en mis juegos infantiles los charcos eran lagos o mares o océanos o cielos reflejados con las densas nubes que creaba alborotando con un palo, ¿y el coche que se arrugaba y desarrugaba como un globo de aire?, ¿y los habitantes de la casa que hacían cola para lavar su ropa en una maleable y curiosa lavadora de tela?, ¿y los riquísimos pasteles que me comía antes de que se celebrara una boda familiar incomprensible con una multitud de invitados desconocidos?.

Sé que se puede esperar todo de los sueños, nada me sorprende. Llevo muchos años soñando y hasta hace poco no me di cuanta que los sueños acostumbran a escamotear definición a las imágenes. Son visiones de conceptos más que de realidades o simplemente son solo sueños. Por esto sorprenden cuando atesoran mucho detalle, precisión y barroquismo en su definición. Son más reales que la misma vida. Sentí despertar y no poder continuar el viaje por estas tierras luminosas y seguir retozando en estos sueños extraños, lúcidos, vívidos y armoniosos que casualmente me sorprenden.

16 agosto 2007

A vueltas con la verdad


No consigo prescindir de la curiosidad que me inclina a indagar algún origen del porqué resulta la verdad trascendente. No es, lo sé, una obsesión de particular rareza. Pero el caso es que los caminos trillados no facilitan, la mayoría de las veces, encontrar el antídoto que libere de estos encantamientos sino más bien todo lo contrario. Quedé varado en la verdad como antes lo estuve de otras pesquisas. Ahora bien, para mi consuelo, la verdad es a su pesar sólo una palabra y todas las palabras en su momento, es seguro que significaron algo concreto, luego ya se sabe, con el tiempo todo se retuerce sin remedio.

Como ingenuo ejercicio de saber, que entiendo como ver. Para mirar de ver en verdad, es imprescindible obligar a toda nuestra atención, pues sin ella no se alcanza a saber lo que no sea regalo de otras atenciones anteriores. La atención pues al mirar tiene que atender no solo en lo que es nuevo y por lo tanto curioso y de fácil interés sino en lo que queda oculto en hábito o forma hasta verlo como nuevo.

No creo que las palabras primeras definieran conceptos y si que fueron cosas concretas. El peligro existe antes que el miedo. No podemos bautizar el miedo sin pronunciar antes peligro. La importancia de lo real en el significado de la palabra no es una cuestión de pureza lingüística, un adorno estético sino una herramienta vital de supervivencia. Las palabras están obligadas en origen a ser el guardián de lo cierto. Las primeras palabras tienen por naturaleza que ser precisas y ciertas, deben ser la verdad de lo que proponen pues nacen por utilidad.

Y la paradoja es, creo, que lo divino de la verdad tenga que ver con lo erróneo. La capital trascendencia que la verdad exige a cada primera palabra le extrema su valor y más aún cuando la experiencia descubre luego, una palpable incapacidad de mantenerla.

Apuesto a que la primera palabra fue comida y que la segunda fue peligro. Son dos palabras útiles que pudieron abrir un nuevo horizonte para optimizar la supervivencia usándose como reflejo de la realidad. La formulación de la palabra tuvo forzosamente que ir unida a la verdad pues gritaba el hombre comida o peligro cuando veía comida o acosaba el depredador y en esto no hay magia alguna. La magia empieza cuando el hombre se aventura a señalar un lugar anunciando comida o peligro antes de que su evidencia lo confirme y cuando la aseveración no se cumple inflinge un castigo al sentido radical que protegía la palabra. Cuando la verdad se desvanece, su necesidad se vuelve mágica y por lo tanto divina, porque su defecto pone en peligro la vida en sentido literal. O sea que la verdad va intrínsicamente unida a lo real en su acepción de la totalidad de lo que es. Pero ¿a quien importa otra realidad que no sea la que nos sustenta? Mucho más cuando la precisión y verdad de lo que las palabras concertaban aumentaba la supervivencia en situaciones de riesgo asumidas en parte gracias a la garantía que su información les procuraba. Los errores cuestan muertes. Los brujos debieron aparecer con estos errores de apreciación; investidos de protectores y generadores de la verdad cuando las palabras incumplen lo predicado; la divinidad surge con la debilidad de las certezas. Así aparece lo mágico, lo divino, pues de la verdad real depende comer y salvaguardar la vida de los peligros. Así la verdad es confirmación de la realidad, y esta da sentido a las primeras palabras. Con las dudas es cuando la verdad pierde su condición de infalible y gana el halo trascendente.

El impulso de la verdad en cada palabra y la necesidad ineludible de atenta perfección para poseerla que hoy buscamos oculta en enmarañados cultos, conciencias, leyendas, en montones infinitos de palabras, tienen que ver con su capital valor para la vida y la muerte, tiene que ver con el rigor que se le reclamaba cuando la supervivencia soportaba una fragilidad extrema, todo esto que desapareció engullido por el progreso y la comodidad que de su precisión deriva.

Me crece la sensación de que a medida que la civilización se vuelve más compleja, la verdad, que no es más que nuestro contacto con lo real, con lo próximo, se aleja y entiendo que esta asimetría puede llegar a tener efectos nocivos.

11 agosto 2007

Dislexia


Me paerce muy bein etse descurbimineto de los cinetiifcos inlgeses que veine a desomtrar que para entneder un txeto bsata con que la piremra y úlitma lerta etsen bein cocoladas.

Esta dislexia monumental puede servir de parábola para explicarlo casi todo.

Dado que la paradoja de la vida es tal que ni siquiera puedo planteármela, lleno este vacío de formas parabólicas que insisten a base de figuraciones que lo que sirve para un guisado sirve igual para un cocido y que por lo tanto existe una ley universal que todo lo iguala. Aunque tal vez esto no sea cierto, pues por lo visto en este invento no es necesario orden alguno para que las cosas tengan sentido.

Atendiendo al curioso descubrimiento de los científicos ingleses me sorprende primero en que se gastan los dineros. Aventuro pues en buscarle alguna práctica utilidad y así para empezar me genera dudas de que el trayecto sea importante pues sugiere que lo decisivo es de donde vienes y a donde vas. En medio queda pues un capazo de anécdotas que adquieren sentido si se conoce su inicio y se augura un final. De esta guisa ya no es necesario leer de principio a fin. Se lee el inició, luego, páginas por aquí y por allá y el final. Cortazar ya lo sabía desde Rayuela, aunque esto mismo también lo saben los críticos desde siempre, pero es que ellos además se dejan por comodidad también lo del medio, luego claro no se entiende que critican, ni el porqué lo hacen.

Dado que todo el mundo entenderá sin problemas cualquier texto si el principio y el final están bien puestos propongo que en medio solo figure un caos de letras y que cada cual invente y ordene a su gusto las anécdotas.

Ya comprendo el caos del mundo, a falta de saber a donde vamos el orden para nada es necesario, estamos en este camino del medio en que poco importa lo que hagamos ¿o si?

31 julio 2007

De lo eterno



Estas noches de calor me poseyó, por supuesto sin desearlo, un delirio apaciguado.

Esculpido en un tan sólido como frágil maniqueísmo y casi saturado de una paranoica persecución de la verdad, sin alivio ni transición alguna, me sumerjo por la noche en la metafísica existencial a base de una mezcla calor y sueño. ¿En que momento dejas de percibir la diferencia entre sueño, vigilia y pesadilla? En la frontera de todos ellos, quedo estas noches de vértigos y sudor.

Me vuelven loco unas pulsiones que me impelen a unirme en un todo cierto con el impulso de encontrar alivio en mi desvelo y cuando casi lo consigo me disgregan al acto, sin solución de continuidad, en caos inciertos. Vivo sin vivir en mí. Despierto y no logro borrar por mas que quiero este oleaje que todo lo une y disgrega con metódica insistencia. Mezclan con ello sueños de imágenes descabelladas que parecen domésticas que de inmediato se diluyen para pasar a obsesionarme quehaceres de orden primero: si y no, blanco y negro y descubro sin saberlo que la verdad y la paz no existen como tampoco el blanco ni el negro, ni el si, ni el no, ni todo lo contrario.

Existo porqué sueño un delirio de ameba, el plañido de un universo que busca la unión como deseo instintivo y que la interrumpe recién adquirida incitándose brutal a disgregarse.

Luego al levantarme me digo, soñé sueños tan reiterativos que parecen pesadillas.

Digo: estos sueños son el vehículo con el que llego a sentir como un insecto, o mejor todavía, son el telescopio que rescata del fondo de mi universo el inicio de este invento. El latido de la vida: unirse, crear mundos complejos y disgregarse, ganar y perder la herida del tiempo replicándose. Este simple pálpito sigue en mi tan vigente como la primera vez que me zarandeó, vete a saber que es lo que era entonces, en el inicio del tiempo.

28 julio 2007

Leer sobre la saturación




Aprendí a leer así que conocí todas las letras, fue en un parvulario ruinoso y de su pequeño patio de tierra conservo como recuerdo una foto de niño, detrás de una mesa, con la B en las manos. Ayer mientras la miraba recordé sin consuelo que un atardecer, a los tres o cuatro años, estaba sentado en el inodoro de mi casa ojeando un libro, ¿qué hacía yo con un libro en las manos sin saber leer? Reviví el instante en que, de pronto, sin pretenderlo, se me juntaron letras y leí, y lo milagroso consistió en que entendía su significado. Una indescriptible alegría sentí por ello. Lo que dudaba que pudiera aprender se descifró a base de voluntad de querer hacerlo, desapareció el velo y de la noche a la mañana se volvió cotidiano. Desde entonces devoré, siempre de prestado y sin descanso textos y tebeos. Alimenté este gusto, con el dispendio en libros de mi hermano, tres años mayor que yo, que alimentaba la misma afición. Leía todo lo que llegaba a sus manos y la inercia de leer continuó hasta los treinta años.

Ya sé que nada de especial tiene esta historia que no sea que es la mía. Un día dejé de leer y después de pasar un tiempo con los ordinarios trabajos de vivir, casi sin darme cuenta, volví a coger el pincel y luego más tarde lápiz o bolígrafo y al resistírseme su uso insistí, dejé que lentamente me fueron invadiendo colores, formas y al fin, ahora, las palabras.

No sé porqué me lío si yo de lo que quería hablar es de lo saturado.

Ni que me lo hubieran juraran me lo hubiera creído pero quedé saturado de lectura un día exacto y también lo recuerdo, leía “El amante de lady Chatterley”. Demasiadas palabras para decir tan poco razoné y aunque la terminé, se me acabó el ansia compulsiva de leer. Tantas veces de esta guisa ocurre, que deberíamos siempre tener muy en cuenta que hay una gota que colma el vaso y esto es físico, contra ello nada se puede hacer. La paciencia tiene un limite dicen. Todo, todo, afirmo, tiene un límite, todo puede llegar a saturarse y al fin la saturación te cambia la vida.

Bien mirado la saturación es un motor evolutivo de primea línea. El inerte contenido, al ser derramado se vuelve incontrolable, fecundo y creativo.

Es corriente andar por territorios donde impera el aburrimiento y que el miedo a cambiar mantiene controlados en el límite de la saturación. También es habitual que de continuo algo se atragante definitivamente. ¡Hasta aquí podíamos llegar, ya no aguanto mas, se acabó! Sin capacidad de admitir ya otro diletante argumento echamos el cierre a una relación, a un gusto, a un amor, a una afición, a una costumbre o a nosotros mismos y nos tiramos de un quinto piso.

Lo que hace singular la saturación es su radical condición de irreparable. No hay razón ni argumento que pueda subvertirlo pues no acepta sugerencias. Para nada sirve cambiar lo dulce por salado. El cuerpo dice basta y la razón no atiende, se rompió el contenedor. Sólo el tiempo que todo lo sana puede aceptar y sólo como tributo doloroso, alguna licencia para recomponer, pasados los años, los añicos de lo que el hastío se cobró en un instante.

No es distinto del hombre lo que del hombre proviene y a la sociedad también le afecta el aburrimiento y la saturación puede palparse por doquier. Cuando la saturación supera el miedo al cambio todo se revoluciona muy rápido. Un punto antes se palpa crispación y me parece que en algunos temas estamos en este punto exacto.