16 octubre 2010

Fe y creación


Nu al llit es fa de dia. Desnudo en la cama amanece. Me gusta desnudo (nu) y amanece. Me parece que es empezar como es debido, por el principio, que cuando naces queda todo por hacer, como cuando amanece. Pero no estoy del todo a gusto, lucho por recordar que es lo que soñaba en mi agitado despertar. Quien o que me acosaba... o me acosa.

Que hace días que me da por la genealogía, esto de rascar ancestros, un Cerillo defendiéndose de la invasión bárbara de los cristianos, el pintor de Altamira ante la rugosa piedra, un homínido que camina erguido por la sabana, la pelvis de los diplodocos, un batracio, una bacteria, un choque de partículas elementales, la nada.

Marilyn: El grito empieza y termina en el aire pero ¿que pasa en medio?. Comer no un elefante, sino un planeta, la tierra entera, atiborrada de elefantes, mordisco a mordisco. Alguien en algún lugar inventa una palabra, pero ¿quien inventó la última letra? Mejor, ¿quedan letras por inventar, por arrancar a los sonidos que somos capaces de emitir? ¿Que tienen que ver las letras con las notas?

Ando buscando la tierra firme donde embarcó esta aventura, pelando la cebolla aro a aro, pero solo encuentro un final lacrimoso. ¿Llorar es la esencia?

Desnudo en la cama amanece y polvorientas, las grandes palabras, inconsistentes, se desmenuzan zarrapastrosas. Dios, la Verdad, la Realidad, la Justicia, el Amor, que pesadez. La crisis se agudiza, no hay manera de hacer pie, de encontrar tierra firme donde asentarse pero queda la fe.

La fe es pura energía. Ideo que un juego de jerarquías: fe, poder, dominio, control, podrían estar escondidas tras la idea de crear. Los dioses juegan, sueñan... La fe existe, es energía.

Pintar es una mierda, ni mejor ni peor que otras miles de mierdas que inventamos para hacer algo por el simple motivo de que algo hemos de hacer, que es lo que tiene la cosa de vivir.

Si, pintar es una mierda pero, con una pizca de fe se convierte en una maravillosa compañía (aliviar la soledad, un deseo siempre insatisfecho), en un circulo energético que contiene todo el universo conocido. Lo tengo claro, antes que el Dios creador, que viene a ser el artista antes de ser artista, está la energía, la fe de coger un lápiz y esbozar una idea. De la nada la fe empieza a crear un mundo, pero cada pincelada que da, le quita, al artista, cachos del poder que disponía (todo) en el inicio de su aventura creativa. El inmenso poder de la fe, lentamente triturado por la corrosiva acción de lo concreto y así en un intento para recomponer su declinante poder creativo el artista se agarra al dominio, a la maestría, un subproducto quisquilloso que entorpece el poder creativo y que tiene su paranoia final en el control absoluto que representa la obra terminada, la antítesis a la energía creativa que siempre representa lo creado. Bueno, no sé si queda claro, que yo ya me entiendo.

29 septiembre 2010

Sueños de verdad


Esta tarde, repantigado en el sillón del caos recibí la desagradable visita de una harapienta verdad. Que mal aspecto tienes, le dije. Pues sí, tu sabrás, contestó con amarga y desolada tristeza, así es como quedé de tanto maltrato. Mira que siempre a mano me tenias, continuó la maltrecha y abatida verdad, cuidando de estar hermosa y sonriente, dispuesta a consolarte de cualquier revés, siempre atenta a tu destemplado y variable humor, solícita como ángel de la guarda y a cambió, no te pedía más que la fe que ahora me niegas y sin este alimento me condenas a pordiosear. Así es como me ha dejado tu miserable rigor, ricura. Dame algo de comer, por caridad.


El insoportable murmullo come cocos de la televisión me despertó del premonitorio sueño. Cogí el mando a distancia dispuesto a enmudecer-la cuando, como demasiado a menudo sucede, algo en la pantalla captó mi atención. Un señor hablaba de una tal teoría de cuerdas y como me sonaba el nombre de otro programa de humor donde cuentan anécdotas domésticas de un grupo de físicos frikis, me interesó el tema y atendí. Como casi siempre sucede, no entendía nada, pero los dibujos animados de la ciencia me entretenían, curiosamente estas representaciones tienden hacia una clásica abstracción. Son los dibujos que ahora tocan para representar una extraña realidad superando subrepticiamente a los bisontes de Altamira. Se terminaba el reportaje y entonces fue cuando, en las conclusiones finales, me alarmé.


Los físicos teóricos buscan una teoría que resuelva los enigmas de la existencia, fundamentalmente la nuestra, esto ya lo sabia yo, que me parece que a nadie más le importa un pimiento la anécdota de como se montó este tinglado. El presentador comentaba que al parecer, los físicos se han puesto de acuerdo en ocho leyes básicas (y las enumeraba) que mas o menos resuelven el como funcionan las cosas. Supongo que a la teoría de cuerdas le toca condensar todas estas leyes básicas en un todo divino. Hasta aquí la cosa perfecta y todo el mundo (digo, todo el mundo de la ciencia) contentos y casi, casi de acuerdo. Pero, pero, pero, siempre el casi, que es que no hay una sola teoría de cuerdas, me soltaban cariacontecidos científicos desde tele, que tenemos cinco de distintas y que esto no puede ser, que solo una puede ser la verdadera.


Al fin, en una rueda de entrevistas a físicos eminentes las reflexiones que se hacían eran más bien corrientes, mostrando más que nada el carácter específico de casa físico: el optimista, el simpático el aburrido, el divertido, el triste, el optimista, etc. A mí el que me desarmó fue el cínico que decía: si tenemos cinco teorías, quien te dice que no puede haber veinte, o más, o lo que es peor, que no haya ninguna y que todo solo sean imaginaciones, elucubraciones de nuestra mente. Segismundo cabalga de nuevo en la vida es sueño de Calderón, pensé o... es que lo soñé? Esto de la huelga no me prueba.

28 agosto 2010

Dudas



La realidad es el tiempo que hace y no el tiempo que pasa. Hace calor y esta es la realidad de hoy, todo lo demás que pueda ir desgranando desde estas líneas, es fantasía. El calor es en general un fastidio, como el frío, o el hambre, o el dolor o cualquier inclemencia que martirice nuestro cuerpo. Pueden reunirse juntas varias de estas inclemencias fastidiosas, sufrir, me parece, consiste en esto. Como no soy especial, me cuesta como todo el mundo, más aún si cabe, dormir estas noches calurosas de verano. Lo cierto es que tengo la sensación, desnudo en la cama, que paso la noche intentando dormir y que quizás en algún momento duermo. Intento dormir y duermo, intento dormir y duermo y así pasa de lenta la noche.

Esta mañana pensaba en el querer y en el hacer, en el quiero dormir y duermo que me acuciaba por la noche y así me vino la imagen de deshojar la margarita, pero no con el me quiere no me quiere convencional, sino con el te quiero o no te quiero que desgrana nuestro particular egoísmo. No sé como se puede sacar nada en limpio de las encuestas de opinión si en cuestiones importantes nos ponemos a deshojar, a menudo, margaritas para que decida el azar. Quizás por esto divagamos sin parar y sea esta una de las razones de lo poco que nos cuesta hablar aunque no tengamos nada que decir. Tengo muy, pero que muy claro como debe actuar todo el mundo, presidente de Estados Unidos incluido, pero en lo que a mi se refiere, me carcomen tanto las dudas que deshojo margaritas sin cesar. Me piden que decida, que escoja entre Pinto y Valdemoro y sin dudar elegiría Pinto si Pinto fuera sólo mío. Como de ordinario esto no ocurre empezamos con el juego de las balanzas, con los larguísimos listados de pros y de contras, con sus derivaciones infinitas que nos colapsan y que intentamos superar luego con simplificaciones excesivas. Abrumado pues, con un sinfín de dudas insuperables, cuando me preguntas: ¿Me quieres? respondo que si mientras te tengo delante, quizás dudando un poco, aunque al rato te quiero mucho al recuperar una dulce imagen que recuerdo con cariño, o porqué me siento solo, o porqué me azuza el deseo, o porqué no quiero pensar y se estableció desde hace tiempo que te quiero. Las dudas propias no las perdonamos en cambio en los ajenos. ¡Decide ya de una vez si me quieres o no me quieres! No quiero sufrir más por esto, concédeme de una vez el amor eterno.

Muchas veces deseo no pensar. Ahora mismo lo tendría como premio porqué, siento que me recreo demasiado en pensar en lo que pienso. Pensaba el otro día que no es fácil vivir sin Dios, hace años que una parte del mundo lo intenta y poco a poco parece lo van consiguiendo. Así que me encuentro sonriendo cuando pienso en los que predican que sin Dios, sin las normas y mandamientos que implica, nos convertiríamos en animales salvajes y que la sociedad resultaría así ingobernable. Vaya, como si los poderosos estuvieran todo el tiempo pidiendo consejo a Dios al cometer sus continuas tropelías, si al fin parece que Dios es un invento sólo para los gobernados y que se legisla en exclusiva para ellos. Ocurre que se nos impone a Dios, o las leyes, o las normas como si no fueran un acuerdo, como si fueran algo indiscernible, inapelable e inmodificable. Demasiados ins para mi gusto disoluto aunque lo cierto es que cuando empiezas a dudar de Dios, de las leyes, de las normas, las cosas se te complican. Sin el corpiño de unas obligaciones imperativas a las que obedecer debes decidir y como no puede ser, o no debería ser lo de luchar contra todo el mundo, se ha de negociar los términos en cada cuestión que surge. Has establecer los límites y las necesidades que han de regir, desde el respeto que ha guardar el que elige vivir sin el acomodo de unas reglas que le limiten. Desbrozar las posibilidades que tiene el que se siente libre de escoger sin cortapisas lo que ha de importar en su vida. Así que vuelve a determinar el azar en lo que cansa de discernir, que sea pues el fluir quien decida, decides tantas veces aturullado, quizás demasiadas, por las insistentes dudas.


15 mayo 2010

Voto particular


Como acostumbramos a valorar el mundo desde opciones particulares, la objetividad no existe. Todo se puede cuestionar, y los puntos de vista pueden llegar a ser contradictorios sin dejar por esto de ser honorables, de común la jerarquía, el poder o la fuerza se impone para que prevalezca una opinión por encima de las demás. Así funciona y seguirá funcionando nuestro mundo. Los listos saben que honorable será, aunque a la fuerza sea, la opción que sale vencedora, que una cosa es el presente y otra la historia. Con este silogismo creen que las argucias son válidas y hasta justas si con ellas se vence. Pienso que a nadie le gusta ser el malo de la película, aduladores se acopia para ello y que más bien los protagonistas se quieren ver como adalides de las esencias, como aquellos que solo debe juzgar la historia, esta que queda en un lejano futuro, tan lejano y circunspecto como la muerte. Actúan como los creyentes, con margen de maniobra para el arrepentimiento por si se tercia.

Los de a pie, los que dirimimos batallas domésticas y de supervivencia sabemos que la historia nunca cuenta con nosotros pero a cambio nos permite dictaminar quien será el bueno y a quien le tocará el papel del malo de cada dilema que se nos ofrece. Formamos parte de una opinión pública que la modernidad intenta doblegar con todos los mecanismos que dispone y este dictamen, manipulado o no, no acostumbra a ser tan generoso con los que vencen como lo son los cronistas de la prensa diaria.

No tienes que ser un lince para discernir quien, de la estricta actualidad, pasará a la historia como el bueno o como el malo de cada conflicto, que la justicia popular no tiene tanta retranca ni vericuetos como los que nos toca penar con los rigores o los caprichos de las oficiales. Sé que es puro romanticismo y que no sirve de nada, pero me gusta pensar que merecida o inmerecidamente los protagonistas de las historias sienten en sus entrañas la calificación popular del papel que hacen. Supongo que a la mayoría les importará un bledo, aunque seguro que si ha de ser de propina a todos les gustaría hacer el papel del bueno. Pero que si no se da, tienen suficiente con el, si no puede ser que no sea, yo a lo mío y a la historia que la zurzan.

Si los conflictos que se dirimen son entre jueces, ¡para que les voy a contar!

27 marzo 2010

Estratos



Dicen, que si tienes dinero para invertir (que no es el caso), lo hagas en algo que entiendas, que si no entiendes el negocio o la palabrería con la que cualquier banquero intenta embaucarte, no pongas ni un duro. La cosa parece evidente. Yo predico a mi hija que lo que se conoce, por complicado que sea, resulta sencillo y lo desconocido por elemental que sea, muy complicado y difícil. Muchas veces leo artículos en que no entiendo nada, claro que esto no me cuesta ni un duro, y a pesar de ello y aunque diserten, y quizás por ello, de física cuántica, casi siempre acabo encontrando una poética metáfora iluminadora o frases como “Lo más importante es el agua” que me reconcilian con lo oscuro.

Me gustan, como a todo el mundo los milagros y pienso, como ayer cuando leía una embrollada defensa del lenguaje que aunque no entienda nada o poco, algo queda. Mantengo este tipo absurdo de fe.

Estratos, esta mañana pensaba en estratos, en los dichosos estratos. Estratos, niveles, capas, que no son más que miradas, marcos… distintos puntos de vista coincidentes en el tiempo y que conforman la instantánea realidad. Cada uno es parcialmente real pero la realidad cierta sólo es el enrevesado todo. Ahora me da por bautizar lo que pinto, tu haces una cosa, les das argumento y nombre y tienes una película. Un figurado y transparente cacho de realidad, da igual que sepas o que no sepas lo que has hecho. Pinté este fin de semana unos estratos que no sé si, más adelante, derivarán en orgánicos o en cualquier otra cosa. Así pues de la nada me permito crear pintura estratificada vete a saber sí orgánica. ¡Que lujos me permito!.

Que nadie me acuse de maniqueo por decir blanco, o guapo, o viejo, o malo, o pesimista, por la necesidad que tengo a veces de partir la realidad de un tajo y darle un nombre a cada mitad, porqué es lo más elemental y lo más cierto, el único nivel que poco tiene para discutir. De esta manera nos defendemos enérgicamente de lo que se nos escurre sin remedio de entre los dedos. Ahora me pilló esto de ser de derechas o de izquierda, conservador o revolucionario y luego no me digan que el uso de según que palabras para identificar una idea no sea tendencioso. ¿Porqué últimamente no nos dejan creer que es posible el progreso entendido como un bien para todos? Que anda la machacona derecha en que las únicas recetas que funcionan son las suyas aunque luego marginen a tres cuartas partes de la humanidad, (si no a más), que todo lo otro son cuentos, y tanto y tanto lo repiten y aseguran y de tantos voceros disponen, que han convertido en un plis plas al mundo entero en una colección de seniles conservadores. No entiendo ni me puedo fiar de lo que con artimañas aseguran en disertaciones estériles o ininteligibles. No sé que daría para que el mundo de las ideas fuera más sencillo, más maniqueo, que ya somos mayorcitos y la sociedad lleva perdiendo muchas guerras y me parece que ya toca tener claro por fin que es lo que queremos, que es lo que nos favorece, a que aspiramos, hacia donde hemos ir y ya por pedir, hacer algo urgente que nos proteja de tanto ruido mediático, de tantos mensajes tendenciosos que nos colapsan, anulan, torturan y nos acaban convirtiendo en un sacrificado y adormecido rebaño de dóciles y quisquillosos insatisfechos.

Parece que solo sepamos decir, mande?

06 marzo 2010

La inconsciencia



Ayer por la tarde estaba dibujando exactamente igual que otras muchas tardes de mi vida y como otras tardes, aprecié con gusto que en aquel momento me lo estaba pasando bien, y intente razonar, que ahora a menudo me da por aquí, el porqué unas veces me lo paso mejor que otras si siempre hago lo mismo. ¿Es quizás a causa mi estado de ánimo o será que estoy inspirado, o beodo, (que no era el caso), o… vete a saber? Decidí, tras cavilar un poco, que lo paso bien cuando relajado, dibujo de manera intuitiva, irreflexiva, sin otra voluntad que dejarme llevar por ocultos automatismos, siguiendo musical el onanista placer de sorprenderme a mi mismo. El problema es que cuando atiendo que estoy en este trance se rompe enseguida la magia que lo inspiraba.

No me costaba, hace unos lustros, atender curioso cuando pasaban por televisión los luctuosos documentales que reflejan la fiera vida animal. Pero me saturé de ello y ahora pienso que todos los que nos empapamos de estos selváticos dramas somos como doctores en zoología antropológica o como sea que se diga esto de la vida animal, desde los protozoos a los homínidos. Ahora quedo colgado al instante de las historias que cuentan de la prehistoria, que bonito. En uno de estos documentales aseguraban hace poco que la funcionalidad de los utensilios usados por los Neandertales y los Cromagnon era muy parecida. Así es que, no sé muy bien con que argumentos decidían que los Cromagnon fundamentaron su superioridad en la capacidad de transmitir, de relacionarse, de hacer arte elaborando los primeros objetos sin clara funcionalidad, gratuitos. Con unos recién estrenados guantes de látex una doctora mostraba con sumo cuidado y delicadeza el resultado de reconstruir una flauta de hueso hecha trizas… Esto para los prehistóricos, decía la doctora ensimismada, es como ir a la luna para el hombre moderno. Vete a saber, digo yo, si no serán estas opiniones también conjeturas gratuitas.

Hablo tantas veces del mejor momento del día que… esta mañana en los minutos que tengo de paseo mientras voy al trabajo, pensaba que sí, que es posible que el arte sea una increíble fuerza evolutiva, porque el arte no pertenece al cronometrado tiempo de la competición por la supervivencia, sino que pertenece a un inalterable y suspendido tiempo del azar, del gusto puro, de aquella increíble química y satisfacción que nos comunica con lo que es, mucho antes de que podamos concretarlo, mucho antes y mejor de lo que aún no atinamos a nombrar.

28 febrero 2010

Caixa Forum



“La mirada de l’artista” de Caixa Forum, es esto, la cultivada mirada de un artista a sus contemporáneos para deleite de aquellos que gustan de muestras compactas. Importa, lo sé, el simbolismo de una selección porqué refleja una manera determinada de mirar, también para conocer las señas de identidad del que selecciona o como mínimo la definición de un determinado gusto. Pero se le debería añadir a cualquier exposición el significativo gesto que implica la mirada del consumidor, de la que, por desgracia, no tengo otra referencia fiable que la mía. Así que, de la misma manera que en cada exposición lucha el artista para definirse con las obras que escoge, con su unidad o la diversidad, con lo que le atrae o repele, el espectador también tiene la opción de entrar a saco, limpiamente, lo que se dice a pecho descubierto o de manera tangencial, sesgada, de tendencioso refilón en cada muestra. Entro a saco, pues, en Arco y me dejo inundar por las sensaciones. Entro sesgado siguiendo crítico la especulativa mirada de la selección de Luis Gordillo y su personal gestión de mundos. De hace años contemplo a las exposiciones que tienen aires museísticos o de colectividades inconmensurables, de reojo, porqué se me cansa rápidamente la vista. Decae aturdida o por la ingente cantidad o por la calidad, la atención mínima que necesito para gozar de las obras.

Y que conste que no me interesan nombres, ni cronologías, ni estilos, ni necesito centrarme en ismos académicos, no es de mi gusto y tengo licencia para ello desde hace tiempo. No voy, ni miro de cada cuadro su autoría, título, técnica, tamaño y tiempo o cualesquier otro dato que sea para otros significativo, lo que me sé, me sé, es lo que hay, y lo que no me sé, si no gusta a bote pronto, sigo las imposiciones de la banal conciencia moderna que predispone a olvidar de inmediato. Craso error, pues conozco lo intrincados que pueden resultar los senderos del placer, tantas veces escondido el gusto y disfrute detrás del esfuerzo de un casual o estudioso tesón… O sea que, me acostumbro a dejar llevar por las sensaciones y siempre de refilón, pues ya dije que ando con ojo de no agotar mi mirada y perder intensidad en lo que me interesa. Así es que gasto un conjunto de miradas que se soslayan o superponen y supongo que me defienden de las obras a las que atribuyo vanamente la cualidad de superfluas. Me parece que lo que ocurre es que lo paso bien con mi hoja de ruta compuesta de distintas miradas trasversales: los ojos del artista y los míos y los de mis vecinos de aventura y los del observador que se observa y los del guardia que previsiblemente me reprimirá al acto por tocar lo intocable. Luego están los que andan en trance de flotar como sensibles espectadores de nivel que son y chirrían los comentarios legos mientras me escabullo al trote del mal envejecer de algún factótum sagrado de otros tiempos. La oficialidad protege lo que fue y que a más, claro, es negocio o inversión, pero que me dejan a veces el regusto amargo de lo decrépito. Poco de lo reciente envejece bien para unos ojos acostumbrados o viciados por la fugacidad de los vibrantes espectáculos modernos.

Y este es otro tema, pues pienso que no tiene sentido ver lo expuesto a la carrerilla, que es lo mismo que intentar ver todo Paris, o cualquier otro sitio en un fin de semana por aquello de poder decir, estuve allí, foto incluida, en una cena de amigos. El arte debería llevarse a casa como los libros y tenerlos un tiempo para poder mirarlos, retozar con ellos, sentirlos enteros y no sólo rozar lo que es superfluo. Quizás entonces podríamos descubrir sin intermediarios lo que vete a saber si inventan los ceñudos críticos en sus comentarios en diarios y libros de texto. Yo, he decidido guardar tres paredes de mi casa para instalar y contemplar con detenimiento tres obras de cada exposición que me interese. La primera pared para gozar de lo que atrae a mi atención de inmediato, la otra para la obra que rechazo, incomoda, abomino o lo que sea y la tercera reservada para más tarde, para aquella obra que sin mirar vi y que luego incomprensiblemente aparecerá en el recuerdo. Una vez empapado de ellas, pasado un tiempo, las cambiaré por otras de cualquier otra exposición que reúnan los mismos intereses o maldiciones. Aunque ya sé que esto es un sueño, que este es uno de aquellos placeres que, en fin, nos están vedados.

Que hi farem

08 febrero 2010

Geografía vital

Meritxell me entrega un DIN-A 4 para que le haga un dibujo abstracto que represente el espacio por donde he circulado, por donde ha transcurrido mi experiencia vital. La cosa tiene gracia porque, reflexiono, ¿no es esto lo que he descubierto hacemos toda la vida, buscar, adaptarnos a una geografía íntima donde sentirnos cómodos? ¿Poder subir a un taburete y orgullosos vocear éste soy yo, éste es el reflejo de mi actividad vital? Claro que yo hablo como artista plástico y para mi, la pregunta no tiene doblez, así es que voy y pinto cualquier cosa, esto mismo que encabeza mi escrito y que resulta que es mi último dibujo, y en él se encuentra un detallado mapa de lo que ahora es mi geografía vital. Pero, ¿qué busca Meritxell, licenciada en bellas artes y futura antropóloga? ¿Encontrar en el hombre moderno los rasgos abstractos que los prehistóricos pintaban o rayaban en los salientes de roca o en las cavernas, o el mundo que ocultan los automáticos dibujos de oficina a los que mi gusto ha sucumbido?

Conceptos, teorías, he aquí el mapa físico donde se establece el actual campo de batalla en el mundo del arte.

Me bajo del taburete donde voceé mis logros para sentarme a suspirar por las pérdidas y reflexiono que el concepto viene a ser para el arte como la especulación en la economía, una cosa que da beneficios sin el engorro de tener que producir riqueza, sin la necesidad de labrar obra. Y, ya puesto, como me he sentado cómodo en el taburete, las piernas abiertas, los codos sobre las rodillas y las manos enmarcando el rostro, me permito el lujo de pensar en el minimalismo, que es un paso anterior al concepto puro. Vete a saber donde está mi territorio. El caso es que no puedo alejarme de lo que me absorbe, mi geografía, donde cualquier atisbo de equilibrio se encuentra seguro en el siguiente rasgo, en la siguiente acción, en el siguiente ataque, aunque poca fe tengo en ello. Una vez asumes que la vida se establece a partir del desequilibrio, qué mejor que el caos como modelo de geografía. No seré yo el que doblegue su prolífica capacidad de desorden.

Pero no piensen mal, me gusta, adoro el orden. No encontraremos en parte alguna la seguridad que emana del orden, de lo que se establece sin sombras, la poderosa fuerza de la perfección cuando muestra con orgullo que esto es así porque no puede ser de otra forma. El orden puede llegar a ser muy convincente, y de hecho me da por pensar que es el único que tiene alguna posibilidad de convencernos. De hecho, hace años que debiera haber sucumbido a su encanto y ahora sería un hombre de orden, y no un desnortado, como es el caso. El problema del orden es que deja poco espacio a la imaginación, y puede encorsetar de tal modo que en vez del pretendido equilibrio convierta su rigidez, la comodidad en sudario. Ya descansaremos al morir.

Así es que veo el minimalismo como muy franco, todo se ve muy desnudo, sin ninguna doblez, como sin trampa, como poca cosa, es aquello de mover aquella piedra en un campo de arena arado y caer en satisfactorio trance. No sé porqué se extraña Moneo si el cardenal, para dar algo de vidilla a su elemental catedral, pone unos cuantos relicarios kitsch en medio de tanto diseño serio.

Si, me gusta el orden, pero tanto el orden como el equilibrio del que tanto presume la gente de bien no dejan de ser un aburrimiento, un solemne tostón. Así, me gusta pensar que el diseñador famoso sale escopeteado de su residencia, de su mínima nadería a cualquier sucio e infecto tugurio para sentir o sentirse con vida.

Tenemos lo de siempre, unos pocos y simples elementos que combinados hasta la saciedad por la acción especulativa del caos, se conviertan en absolutos y, como muestra de tal desvarío, estamos nosotros mismos que, para podernos aproximar a lo que somos, necesitamos montar un tinglado a base de imágenes, que, para poder acercarnos a nuestra naturaleza, ideamos una infinidad de conceptos que solo llegan a esbozarnos ligeramente.

Ay, encontrar el concepto perfecto, esto me parece que es la fórmula que andan persiguiendo los físicos teóricos desde Einstein para poder contestar sin problema todos los enigmas planteados.

03 febrero 2010

Pintura orgánica


Cuando me pongo a escribir sé sobre lo que voy a hablar aunque luego me lío con el antes o el después de lo que pretendidamente quería decir. Los últimos y gratificantes coletazos del romanticismo me llevaron a creer en la posibilidad de que el poeta, en estado de absorta inspiración y mientras juega con la musical alquimia de las palabras, crea oscuras metáforas que otras mentes iluminarán. El poeta sería pues el inconsciente profeta de lo que con posterioridad se desvela. En su constante batallar con el hechizo de las palabras y con la ayuda de una obsesiva insistencia en la perfección, consigue que las palabras se rebelen libres para revelar lo oscuro, para que trasciendan en luz. De la oscuridad a la luz al amparo de una imagen, esta es la fuerza de la metáfora. Embargado por tales emociones no puedo dejar de celebrar cuando descubrí que la luz tiene que ver con el conocimiento. Cuando la tentación de la luz se convirtió en mística inalcanzable.

No es conveniente abandonar la fe, algún tipo de fe que valide las imágenes con las que habitualmente convivimos y que sinuosamente conforman nuestra existencia. Así adquirí la fe de que el trabajo aparentemente sin provecho de embadurnar papeles podía producir en algún momento el milagro del poeta en mi y que, en crucial estado de trance, pudieran mis manos recrear milagrosas imágenes que sin entender fueran para otros reveladoras. Esta fe me convirtió en sacerdote de la luz que es como acostumbran a ser todos los sacerdocios, una especie de intermediario que venden milagrosa claridad a quien la busca y pretende, vete a saber a cambio de que.

De la luz a la oscuridad hay un solo paso y la llave puede ser una metáfora, una imagen, pero también una mezcla de colores o de formas que generen la ilusión de ser, el estado de ánimo óptimo para recrear la conciencia de que estamos inventando, de que podemos inventar un limpio y nuevo futuro. Este tipo de fe libera de convenciones y miedos de aventurarse en la oscuridad de lo desconocido. El talento artístico se identifica pues con la facilidad para encontrar rápidamente estos caminos.

De joven creí que, por un milagroso designio divino, podía tener talento, hasta que crueles me abandonaron designios, milagros y dioses y quedé de humilde y simple condición humana. Así es que, en mi reconstrucción personal desde el barro, cualquier tipo de fe era bienvenida y la fe de que con largos y agotadores rituales componiendo incomprensibles dibujos también podía, vete a saber que razones encontré, llegar a alcanzar algún milagroso resultado luminoso. Esta fue una tabla de salvación y mi bautismo iniciático en el honorable mundo del trabajo que, como todo el mundo parece hoy saber, tan reñido está con el talento.

Lo que sigue quería decir y no pienso prologarlo con más preámbulo ni prolongarlo con otras disquisiciones, aunque podría. Se me ocurrió el otro día y me dije, a esto lo bautizo yo como pintura orgánica porqué me da la gana. De la mano del absurdo voy y vengo de lo abstracto a lo concreto sin voluntad ni deseo de definirme. En plena abstracción veo figuras y según el estado de ánimo contemplo si intervengo y las persigo o abandono y descompongo. Nunca empiezo con prefiguraciones, es más, no las quiero. La cuestión es que hace un tiempo me enamoré de los dibujos de oficina, estos dibujos que la gente hace mientras mantiene la atención en otras cosas. Son como caligrafía del alma. Sobre esta base profundamente orgánica de distraídos dibujos míos o de otros, empieza la reflexión y poco a poco adquieren la solera necesaria para que me estimulen. No entiendo los dibujos que me salen, para que lo quiero, solo deseo no perder la capacidad de que sigan sorprendiéndome y suspiro, esto si, para que a alguien iluminen.

26 enero 2010

Coletillas


¿Adónde vas? Siento que digo.

Debería sentirme avergonzado de estas coletillas que lanzo de vez en cuanto mecánicamente, más que nada porqué luego la gente, obligada, me cuenta lo que hace o se lo inventa que no sé lo que es peor. Muchos de estos dardos resultan impertinentes, eres un tío raro, suelto a un tío que estupefacto le noto que carbura a toda pastilla preocupado por donde veo su rareza. ¿Triunfaste este fin de semana? Pregunto a una funcionaria que se le retratan en los ojos las dudas, más que nada para intentar averiguar que es lo que sé y que es lo que debe o puede contarme. Es como el ¿estudias o trabajas? que tanta cancha dio en el paleolítico superior. Tú no me quieres, vocea mi hija tres veces cada día cuando la tengo en casa. Las sueltas sin pensar, sin esperar respuesta, quizás solo para que se note que existes o para notar que tú mismo existes, que tienes voz.

¿Qué haces? Notas que estas preguntando sin voluntad de que te contesten, como cuando con educado interés lanzas un ¿Cómo estas?, sin valorar que luego puede haber sorpresas. Voces insustanciales, espasmos incontrolados de la necesidad de ser, como toses o tics indeseados que surgen abruptamente, incontrolados y a veces inoportunos. ¿Y tú mujer? Preguntas al viudo a veces no muy reciente y otras meteduras de pata de muy distintos calibres. Muchas veces por culpa de andar por el mundo haciéndote notar con el piloto automático puesto. Es el tributo que se cobra la cortés descortesía provocada por lo que más que preguntar soltamos. No creo que haya escondido en ello otro subconsciente que no sea la imposibilidad de estar al loro, de estar al día, de poder mantener un trato específico con cada persona. Tenemos límites sociales que intentamos sobrepasar con trampa. Trucos que utilizamos para abarcar ámbitos que no tenemos capacidad para atender con atención personalizada. Cortesías que en general tienen mucho que ver con la buena educación, pero que al ritualizar, sirven, más que como trato personal, para descubrir con bochorno que estamos en todo lo contrario.

Y si te sientes maltratado al verte objeto de este tipo de trato. Si te consideras una víctima de la indeferencia que de él resulta, debes recordar que mucha gente vive agarrada al amparo de este mínimo sustento. Que estos hilos automáticos que tendemos con el mundo conocido son los que mantienen tensa la red que entre todos tejemos, la urdimbre que nos cohesiona y que hace más confortable y seguro el mundo en que vivimos. Que vivan pues estas coletillas, estas convenciones inofensivas o estas simples meteduras de pata.

16 enero 2010

Biologia



Eficacia biológica viene a ser el grado de adaptación de un organismo en el medio donde vive, adquirido a lo largo de la evolución, que le permite aprovechar al máximo los recursos de los que dispone. Sin esta facultad, la supervivencia peligraría. Nuestra facilidad para adaptarnos, hasta ahora, a todo tipo de condiciones a las que nos hemos enfrentado certifica la eficacia de nuestra especie para sobrevivir y cuando digo especie, digo especie, pues al contrario que el león, curiosidades aparte, ahora, solos, perderíamos casi toda funcionalidad. Somos de fundamentos sociales y, con lo de la globalización, de la humanidad entera sin remedio. Así, a pesar de lo arbitrario que resulta escoger cualquier marco para valorar la realidad, para adquirir nuestra máxima eficacia debemos atender los valores del bien común. Nunca me pareció tan claro como ahora que el bien, lo ético, anda por lo que favorece a la sociedad y que podemos señalar como malo las actividades que vulneran este principio o aquellas actitudes egoístas que hace que acaparemos hasta el escándalo mucho más de lo que necesitamos para ser felices. Si, como se sabe desde tiempo inmemorial, el hombre feliz no tiene camisa, es seguro que la sociedad seria mas eficaz en el uso de los recursos necesarios para nuestra supervivencia con sólo modificar la escala de valores que la sociedad occidental ha impuesto al mundo entero.

Ay, me parece que la cuestión con la que tropezamos es el espectáculo. Las demás especies se asoman al mundo del espectáculo sólo cuando toca, que acostumbra a ser con los números que se montan con el asunto de las danzas nupciales y basta. Ahí nos pilló la cosa. Nos mediatiza el instintivo pavoneo, origen de todos los espectáculos, y el espectáculo en que degeneró nuestra danza nupcial sale carísimo y no digamos la danza nupcial de algunos escogidos prepotentes que se permiten arrasar con los recursos y energías de la humanidad entera. Joder con el joder.