14 noviembre 2009

Fe


La inteligencia no es suficiente para que seamos razonables, es más, cualquiera, -y acostumbra a ser bastante común-, puede poner su inteligencia al servicio de alguna idea descabellada sin dudar en ningún momento de la bondad de su criterio. Pero bueno, esta es nuestra fortaleza o debilidad, según se mire, porqué la vida se nutre de la fragilidad de lo artificioso, de la trampa, de la locura, de una fe incombustible en que los milagros son posibles y que de ordinario suceden.

Si acuerdo motu proprio, que nada roza siquiera la verdad porqué la verdad tiene tantos perfiles como intereses nos mueven, quedo sin uno de los fundamentos que nos sustentan, pero sin duda, necesito de su apoyo, aunque sea ficticio, porqué es el que me indica la dirección de lo que espero que sea correcto. La verdad se confunde pues, mucho más a menudo de lo que pensamos con la fe y certifico que con ella es cierto que se mueven montañas. La fe tiene el mismo poder que la fuerza de la atracción universal. Cuando nada quede, persistirá inagotable su energía.

Al mismo tiempo he de tener cuidado con estos delirios que me invaden y transcribo, pues tienen el poder de confundirme con su apariencia de certeza, de tersa verdad y me alejan sin buscarlo de la compleja realidad en la que se halla inmerso el mundo, mi mundo. Las paradojas quedan flotando en el aire con aspecto de estupideces infranqueables. Mientras ponen al descubierto otra de las fronteras que no se pueden rebasar. Son el muro donde, constantemente, nos damos de bruces, donde se hace añicos el esfuerzo que dedicamos en descifrar los enigmas que esporádicamente nos planteamos.

Invento la realidad, mi realidad, con un minucioso deambular que ocupo a menudo en reconstruir el pasado o que dedico a elaborar propuestas para condicionar el futuro. Pero mi realidad y cualquier proyección de esta, está seriamente condicionada por las premisas derivadas del lugar en el que vivo. Es decisivo, no solo porqué es donde he de afanarme en cubrir las necesidades que me indican he de satisfacer, sino porqué influyen en que vea un tipo de mundo que con precisa arquitectura entiendo como mío.

Actuamos con un exceso de condiciones determinantes para luego creer, como creemos, que podemos modificar a nuestro antojo cualquier realidad vigente y esta fe que sin palpable razón defendemos, actúa con rigor extremo, no en forma de milagro, -que los milagros o los accidentes no surgen de la nada-, sino como gota malaya que desmenuza con sutil paciencia conceptos o mundos de sólida apariencia. El espectáculo se da cuando explota en violento instante lo que su oculta actividad hizo posible con la ayuda insobornable del tiempo y se obra el milagro de que cualquier deseo es factible y en esto, muchas veces, la fe, ocupa un lugar predominante. Otra cosa es que sean los mismos que soñaron los que vean cumplidos sus ideales deseos.

Piensa Joan, razonable a su manera y con él un buen puñado de inteligentes, que no es posible eludir la violenta ley de la selva que subrepticiamente nos rige y que esta ley favorece siempre al más hábil, fuerte o listo. El caso es que esta ley sirve de oculto designio divino para que no se anden con excesivos remilgos por la vida, aunque algunos alimenten luego su condición creyente a base de confortables dioses con más ritos que milagros. Parece a menudo que están en lo cierto, pues pocos indicios hay de que pueda cambiar esta histórica tendencia. Ambición y poder. Utilización interesada de miedos y fuerza violenta para imponer prebendas y criterios. Egoísmos, amores y odios, todo un dramático mundo de pasiones elementales que pretendidamente nos van llevando a un sostenido progreso. No sé si luego es tan evidente como dan por supuesto los telediarios o los libros de texto. Si añadimos a todo ello, la necesidad personal de afianzarnos con constantes e ineludibles demostraciones de habilidad o competencia con los que adquirir superiores niveles de supervivencia, parece imposible blindar el acuerdo para unas reglas de juego más civilizadas, reglas que regulen la crueldad de los excesos y esto no solo se refleja en los relatos de nuestra historia escrita, sino también en el sordo y violento batallar que observamos en todas las especies… aunque maestros en utilizar a gusto las verdades, somos bastante hábiles para encontrar, esto si, siendo liberales con el rigor, aquellos ejemplos que nos dan la razón y que refuerzan lo que queremos demostrar.

En estas luchas establecidas entre los que defienden que no se pueden eludir los instintos primarios y los que tenemos fe en la posibilidad de un mundo ideal, parece, en una primera impresión, que siempre vencen los primeros, sin valorar, que todo lo que nos enorgullece, se consiguió a base de cantidades industriales de fe dedicada a conseguir imposibles y que sólo con esta fe se consigue hacer evolucionar los instintos más primarios. El problema de la fe es que sus efectos son lentos, lentísimos, casi imperceptibles, pero tan duraderos que luego son estos descreídos los que creen que lo que se consiguió a base de fe no se puede modificar, que es instintivo.

Así es que en estos temas he decidido no desesperar, lo que no deja de ser una curiosidad y como yo, tanto hoy en día como en tiempos pasados, encontramos una multitud de ejemplos de hombres y acciones tendentes, sea con la ayuda de leyes o de revoluciones de distintos calibres, intentar conseguir un mundo más justo, intentar domesticar, civilizar la barbarie que demasiado a menudo nos enfrenta al furor de los instintos. Piensan algunos listos que no tiene solución, que los episodios de crisis y violencia, la extrema pobreza, las situaciones de sumisión o esclavitud son necesarias, como si las guerras fueran aires regeneradores para la sociedad, como si todos los desastres fueran higiénicos recursos naturales para autorregular los excesos de lo que sea, hombres incluidos.

Discuto con Joan o con quien sea, que lo que no ocurrió en diez mil años puede suceder ahora mismo o en un inmediato futuro, más que nada porque en este momento, si no cambiamos en un tiempo relativamente corto, los efectos producidos por nuestro sistema económico pueden resultar catastróficos. Creo que existe en la sociedad actual una conciencia bastante generalizada de que el sistema actual empieza a ser insostenible. Ahora es cuando se debe demostrar que nuestra adaptabilidad es tan increíble como pretendemos pues hemos de ser capaces de vencer los instintos primarios de este egoísmo material que consideramos natural y que ahora resulta autodestructivo. Para regular el egoísmo parece imprescindible valorar positivamente la funcionalidad y la ética de una sociedad más justa y equitativa.

La cosa no es nada fácil y más si me contemplo a mí mismo. Predico y soy conciente de que el mundo necesita para sobrevivir una inflexión hacia parajes menos agresivos, pero también sé que cualquier evolución no es posible si antes no la interiorizamos hasta absorber genéticamente sus mecanismos y también que no hay mecánica sin práctica. Observo mis mecanismos y desconfío. Parece que aún me queda un largo camino y sé que el tiempo se agota y que hemos de darnos prisa en empezar a andar decididamente en este sentido si queremos llegar a tiempo con el remedio. No me digan que esto no es tener fe en imposibles.

19 septiembre 2009

Miedos


Se me pasó el tiempo de acusar de los males del capitalismo a unos señores vestidos de frac con sombrero de copa aunque alguno habrá que escenifique esta imagen a la perfección, y aunque todo el mundo puede ir señalando con el dedo a este, aquel o el de más allá, al que tengamos más manía del exclusivo puñado de potentados con excesivo poder o con riquezas desmesuradas, no creo que a estos sujetos se les pueda culpabilizar de otra cosa que de ejercer de ganadores en una sociedad en la que prima la competitividad y que es muy permisiva con especuladores y enriquecimientos de todo tipo. Seguro que tampoco faltan alquimistas dispuestos a ejercer de demiurgos, con la no sé si muy sana intención de influir interesadamente de por donde debe ir el mundo mundial. No creo que con estas componendas ni con cualquier otra varita mágica se pueda dirigir por donde ha de tirar la sociedad, así es que me pregunto muchas veces, supongo que como todo quisque, el porqué de determinadas situaciones cuando no tengo claro a quien benefician cuando es complicado distinguir al culpable, cuando creo que ni Maquiavelo pueda urdir tamaños desatinos. Así es que culpabilizo, como si de una cuestión de moda se tratara a unas tendencias que surgen de imprevisto como restos incontrolados de maquinaciones interesadas y me da por pensar que estos desechos son como el fuego amigo y que pueden adquirir, a veces, calibre suficiente para acabar con todo lo pacientemente construido.

Prevé la inteligencia enrevesadas componendas para llevar el agua a su molino, a gusto con su estricta y personal razón de la misma manera que quiere el artista, pincelada a pincelada, crear una obra maestra. Lo dijo hace tiempo el insigne Tàpies, que su ideal sería hacer una obra de una sola y perfecta pincelada que resumiera las justas y certeras pinceladas imprescindibles para llegar al deseado fin, pero lo que ocurre es que, como la primera pincelada no acostumbra a plasmarse con tal milagrosa rotundidad, debe el artista ir corrigiendo desde buen principio los errores cometidos y así le toca pasar subrepticiamente de la obra maestra al salvemos lo que podamos. Aunque luego lo que impera es esta precisa voluntad de perfección, de competencia, esta previsión ideal de cómo se debe armar tanto el futuro inmediato como el más lejano, esta gota malaya que quiere protegernos de todos los imprevistos que nos acosan y todo esto ha empezado a generar, en el caldo de cultivo de la sociedad de la abundancia, sentimientos contradictorios, situaciones delirantes como puede ser esto de los preenfermos, escogidos colectivos de riesgo que se medican antes de padecer enfermedad alguna u obligaciones que bajo la excusa de la seguridad personal atentan directamente contra la libertad del individuo para decidir sobre su estricta integridad física. Pero lo que más asombra de esta sociedad de la previsión y de la abundancia es el coloquial acojono general de continuo alimentado, desde todos los frentes, por la publicidad dada a una selecta colección de intangibles posibilidades de desastres reales o imaginarios.

¿A quien puede beneficiar una sociedad en constante situación de alarma, acongojada por una ristra de peligros latentes, ciertos o inventados, que no sean las sectarias y retorcidas mentes que piensan que la óptima felicidad es sospechosa de algo inconfesable y que puede llegar a ser peligrosa? No deja de ser curioso que estos selectos miedos no tengan en cuenta peligros parejos en estadística y que como en España mueren cada año cuarenta personas pilladas por un rayo no sea obligatorio a la primera insinuación de tormenta guarecerse bajo techo y cerrar toda actividad y las escuelas de la parte geográfica afectada. Otros miedos… miedo de morir en atentado terrorista que es una micro insignificancia estadística cuando mueren seguro miles de personas en absurdos accidentes domésticos, miedo a perder el empleo con gran jolgorio de empleadores sin escrúpulos, miedo a vivir asumiendo riesgos que es lo que nos haría más fuertes, miedo a enfermar sin estar enfermo o un miedo a tener miedo que nos convierte en civilizadas avestruces paranoicas.

Miedo al extranjero, a lo ajeno o a lo desconocido, miedo al mismo paso del tiempo proceloso. Miedo que debería ostentar la muerte en exclusiva justo en el preciso instante del glorioso transito a la nada, puesto que todo lo demás es sólo impedimento para la exaltación de vivir, para el goce de, esto si debería ser obligatorio, disfrutar a conciencia de lo que sea que dispongamos.

Pues esto, que deberíamos tener la obligación imperiosa de guarecernos siempre bajo un horizonte lleno de utopías posibles y felices y no dejarnos atormentar por los oscuros nubarrones con que nos amenazan las coercitivas catástrofes de siempre. Cuervos que acechan oscuros para amargarnos, concientes o inconscientes, la existencia.

Pues nada, a pasar de ellos…. si se puede.

Ya lo iremos viendo.

26 junio 2009

Dentro de un orden


Tengo un defecto inmenso que casi es pecado mortal, no me gusta trabajar. Defecto que por necesidad he de mantener a dieta, que no puedo, como me gustaría, holgar todo el santo día. Sigo pues, obligado, un horario de trabajo con fines nutricionales. Suena cada día laborable en la mesilla de noche, a menudo bien despierto, el despertador. Así aprendí que nunca nada es del todo malo. Descubrí que para mí, las mejores horas del día resultan ahora las que van entre las seis y las ocho de la mañana, mientras me manejo, aun incontaminado, a solas con mis pensamientos. Una imagen fugaz enciende, esporádica, una cascada de razonamientos que alimentaran después toda esta catarata de reflexiones que luego busco compartir.

¿Cómo no enamorarte del orden? Pensaba de buena mañana mientras para reforzar la imagen recreaba un idílico, pulcro y geométrico jardín.

De pequeño me resultaba incomprensible que fuera pecado la carne y me pellizcaba incrédulo los brazos ante la estupefacta mirada de mi amigo Eduardo. Me sonaba también muy raro lo de animal racional compuesto de alma y cuerpo. Hoy en día, con los grandes porcentajes de ADN compartido con gusanos miro como hermano a los simios. No será tanto el alma lo que nos hace distintos sino la habilidad adquirida de luchar para conquistar frágiles espacios ordenados como perfilados jardines versallescos. ¿Que es sino orden, letras, matemáticas y música para poner unos ejemplos? Nuestras ciudades, muebles y artilugios acotan minuciosamente los intratables absolutos. Es cierto que no hay un único tenedor pero nos entendemos a la perfección cuando los nombramos. Vive el mono en la selva y nosotros en grandes ciudades. Se cubre con una hoja la cabeza cuando llueve y nosotros tenemos aire acondicionado. ¿Es nuestra alma la que genera estos útiles objetos inanimados?

Deploro carecer de carné de conducir y así no poder transitar, sólo, por sinuosos y ordenados caminos, como este del caos que inicié un veintitrés de junio del 2006 en la mágica, tronante e insomne noche de San Juan. Seguí luego con la necesidad de parar el tiempo, pincelé también un poco del arte que cultivo, hablé del sedante delirio de viajar y terminé el mes de junio, hablando de transgredir el orden y acotar el desorden.

Este año, la noche de San Juan la pasé casi a solas de puntillas. A la mañana siguiente, al atardecer, asistí en un tugurio a una reunión de poetas domésticos que recitábamos sentidos poemas protegidos por la amistosa solidaridad de los que se reconocen como hermanos de laberinto. Acusé de sobremanera, en el desordenado y un poco triste ambiente bohemio, una ligera sensación de cálida claustrofobia, de pertenecer a una secta de conspiradores contra la modernidad que enemiga bulle en el exterior, y es posible que en parte, así fuera. Al salir, mientras Ene conducía suave entre el tráfico de la noche, entré en éxtasis medio adormecido por el murmullo de la conversación entre los poetas que viajaban en los asientos posteriores. Sin resistencia alguna mi relajada mente se prendó del estimulante espectáculo luminoso que ofrecían las calles comerciales de Andorra bien protegido dentro del vehículo y bien acompañado por unas azarosas y excelentes melodías que vete a saber que radio emitía. Así, desde mi burbuja automovilista, como espectador privilegiado de un mundo rutilante, aprecié indefenso la rotunda belleza y singularidad de un determinado orden que en aquel momento brillaba perfecto en mis pupilas.

18 junio 2009

Reflejos


Yo no soy nadie pensé en la contemplativa madrugada de hoy y por lo tanto no soy filósofo, quizás, porqué jamás se me ocurrió serlo cuando me tocaba la hora de ser, pero por lo que he entrevisto en este mundo, todos nos sentimos un poco Sócrates aunque luego quien cuenta es Platón. No sé como me atrevo hablar de lo que sólo conozco por referencias en los libros de texto u otras lecturas dispersas, sino es porqué últimamente me asaltan nieblas, o sombras, o espejos, y estos reflejos los asocio a la caverna del filósofo.

Desperté hoy con un leve y matutino insomnio que me hace reflexivo, muy reflexivo si es que debo hacer caso a que, de inmediato, mi atención quedó fijada en el reflejo que daba el cristal de la ventana abierta de mi habitación y que por un efecto espejo, doblaba visualmente una persiana idéntica a la real, una contrastada ilusión sin ninguna solidez. Puede ser que así empezara Platón con sus sombras.

Llevo muchos días de crisis, tantos que no creo que pueda definir el vivir si no es como una discontinua y empalagosa crisis de vivir. Quise por necesidad intentar flotar, me obligué a nadar, pues que yo sepa a nadie le gusta sufrir el ahogo profundo de la insatisfacción y a causa de ello me puse alocado a indagar sobre lo esencial, sobre lo que creía más substancial y me pareció que debía andar alrededor de las grandes cuestiones intemporales, los absolutos de siempre, los de los nombres fundamentales como Dios, la belleza, la justicia, el tiempo, el espacio, el amor, lo real, prendido obsesivo a conciencia por una necesidad vital de conquistar la verdad. Absolutos que resultan luego inabordables, tiempo que parece desperdiciarse en el inútil esfuerzo de comprimirlos, de simplificarlos, de hacerlos comprensibles. En estas lides encuentras, tantas veces, inesperadas simples y gratificantes conclusiones, que quiero pensar que por ello, quedas con creces compensado de la aventura de pensar.

Reflexionaba esta mañana insomne, sobre el efecto espejo y su engañosa verdad cuando descubrí que no empezamos a ser hasta que nos preguntamos por quien es nuestro reflejo, o sea que, sin un físico espejo donde poder vernos no se puede llegar a ser. Nuestro conocimiento nace pues de un espejismo. Nadie puede ser por si mismo. Esta obligada y tangencial manera de acercarse a la realidad es quien crea nuestros enmarañados mundos empañados por la falsa percepción de los espejos. La realidad no puede existir sino es en el marco que desvelan los reflejos, las reflexiones. Reflexiones que acostumbran a ser inciertas y dolorosas pues la anhelada plenitud que se consigue con la felicidad sólo es posible desde la inconsistencia del no ser (esto que viene a resultar la totalidad del ser, otro absoluto incomprensible de por si).

El éxtasis, la felicidad, es pues irreflexiva, inmediata, despersonalizada, situada en el limbo etéreo que nos da la inmediatez del vivir sin pensar. Instintiva y fugaz, abarca en su elementalidad instantánea tanto brillo que su recuerdo --una ilusión-- nos seduce y nos obliga para siempre a la insatisfactoria tarea de perseguir sus reflejos. Estamos castigados a luchar sin descanso con sombras en medio de la niebla para encontrar la luz en contados y ocasionales despistes, cuando desconcentrados e irreflexivos fluimos inconscientes fuera de nosotros mismos, cuando no somos nada y que luego en posteriores reflexiones, pensamos, sabemos y sentimos que fue cuando más fuimos.

06 abril 2009

Un discreto silencio


Hubo un tiempo en que la discreción gozaba de prestigio, hablo de hace mucho tiempo. Hoy la discreción se verá como tara en quien la cultive. También existe lo de dejar morir con discreción cualquier cosa, sin hacer demasiado ruido, como este mismo espacio. Pero hoy necesito hablar desde el desconcertante estado aquel en que, por desgracia, no tengo nada que decir.

Estoy cortejando una crisis, bailo con ella, podría ser de identidad, pero es otra cosa. Se me amontonan latentes crisis personales azuzadas por las otras crisis que inmisericordes nos golpean. Imperceptibles las cosas cambian, se me acabó el gel en la ducha y aproveché al cambiarlo para coger una maquinilla nueva de afeitar y recordé que debo afeitarme durante un tiempo con cuidado para que la maquinilla nueva no me lastime la cara. Mañana cuando ya habré olvidado la novedad caerán unos sangrientos cortes donde repetido tropiezan sus afiladas hojas.

Como en un hormiguero tenemos el mundo atestado de larvas, de larvas de crisis. Las crisis larvadas guardan silencio mientras se alimentan voraces en cualquier agujero. Puede el mismo vociferante silencio ser sintomático de que se cruzarán indeseadas en nuestras vidas revolviéndonos seguridades con cambios decisivos.

Pueden contarme e intento creer optimista en la bondad purificadora de las crisis como pretenden convencerme algunos sabios, pero por más que me esfuerzo en positivo los cambios son como terremotos, cuesta creer que alguien los desee, que puedan llegar a ser experiencias positivas..

Creo en la soledad y el silencio grandes y en este desierto intento llegar a un fondo sólido donde asentar los pies para poder luego andar hacia algún lado. No está garantizado que topes con el. También en las crisis de afuera andan buscando, los que se creen que son sus gestores poder tocar fondo, hacer pié, encontrar el limite aquel donde más bajo es imposible caer y empezar a construir otra cosa, o la misma, que ya es de redomados imbéciles reconstruir lo que se cayó con estrépito.

No tengo nada que decir, pero esto no implica que no desee más que nunca hacerme sentir. Este personaje parásito que alimento piensa que tiene algo importante que decir de vez en cuando, aunque ahora no sepa con precisión que y por esto guarde silencio. La sensación de que tienes algo que decir, es en cierto modo balsámica, es un punto de autoestima robado de puro milagro a la nada, mientras andas con los pies inanes bien lejos del suelo.

La tristeza, es una desnuda laguna de grises aguas turbias donde es difícil encontrar reparador descanso, bien apoyada estuvo por los desapacibles días de este largo invierno. He soñado con soles y lunas, con plácidas y templadas noches que llegaran sin duda a su tiempo, majestuosas, pero no sé si entonces voy a ser capaz de encontrar, para atenderlas, el camino que me aleje del desolado paisaje con que me aprisionas, tristeza.

07 febrero 2009

Un sistema nervioso


La física no tiene otro corazón que no sean las leyes de la atracción universal. Lo digo yo, así, a bote pronto. El corazón lo adquieren posteriormente las estructuras orgánicas que a base de réplicas quieren perpetuarse en el tiempo.

Yo creo que lo que une, gusta, por decirlo de alguna manera y lo que gusta se tiende a querer repetir. Las copias, pero, acostumbran a ser un mal reflejo de la emoción original, aunque con ellas se consigue la ilusión de perdurar en el goce un tiempo y parece que esto es lo que interesa. Cuando deja de interesar, ningún problema, a otra cosa mariposa, aunque las copias generadas quedan como desperfecto, como memoria, en estructuras extremadamente complicadas y posiblemente indescifrables incrustadas a las réplicas recientes. Fíjese sino las tramas de espionaje político en la Comunidad de Madrid. Sin remedio las tramas de espionaje crean su contraespionaje y luego el recontraespionaje y así hasta el infinito.

Cuando los entes de control se vuelven excesivos y todo se desordena, es cuando surgen lógicas con voluntad de ordenar lo descontrolado y lo que fue emoción y vida acaba siendo un apéndice de una comunidad especializada en algo que está regida por un coordinador que es el que dicta su funcionamiento.

Así la vida es una cadena de despropósitos que nacida de una simplicidad original, cabalga obcecada hacia estructuras cada vez más complejas, formando en su deriva laberínticas cadenas jerárquicas

No sé si me entiendo y si se me entiende. El placer, la ley, está en la unión, luego, para que dure algo más en el tiempo se repite lo que gusta, se copia. Surge del caos de copias un organizador de ellas, luego un organizador de organizadores, se van especializando a cada paso los coordinadores etc…

Nos miramos en el espejo y sabemos que su reflejo es copia casi fiel de nosotros mismos y esta conciencia es debida a que toda una inmensa estructura de controlados censores llegó a esta conclusión. Somos lo suficientemente sabios para notar que somos y por lo que parece esto es motivo de orgullo y nos hace diferentes de los que carecen de esta conciencia. En cualquier caso dimos en algún momento de la evolución este salto que nos parece importante. En un lugar del cerebro una coordinación de coordinadores llegó a crear esta conciencia y esto nos hace más eficientes. Pero para llegar a ello es necesario que en esta compleja estructura que somos exista una comunicación perfecta que hace que sintamos como un cuerpo único lo que no es mas que una colección de órganos variopinta unida a base de millones de millones de controles y copias infinitas de gustos dispersos en el tiempo. Una perfecta sociedad de células sumamente eficiente para perdurar gustos un tiempo en el tiempo.

No se si lo que digo tiene algun sentido. Yo iba a que todo tiene su tiempo y lentamente, pienso, el individuo que se reconoce en el espejo se siente cansinamente solo y se une a su pareja como la física impone. Y se mantiene unido a su familia y a su clan para goce y seguridad de futuro. Lo más importante para que las uniones perduren es una constante comunicación y roce. El amor que hace que constantemente pulamos las aristas que nos repelen y nos obliga a crear constantes vinculaciones para que el bien común sea duradero. Por otra parte la comunicación en el cuerpo no deja de estar generada por una gran red de circuitos eléctricos, un sistema nervioso que mantiene una disposición constante de control de los órganos decisivos en todo el cuerpo.

Cuando seamos capaces de mirarnos en no se que inmenso espejo y nos reconozcamos como sociedad indivisible habremos dado otro paso espectacular hacia una complejidad más eficaz. El sistema nervioso se está creando, solo nos falta creer que lo que le ocurre a cualquiera, aunque sea en la antípoda, nos afecta a todos, al bien común que deseamos para lo que hemos bautizado como Humanidad.

21 enero 2009

Obama gobierna


 

Obama ya gobierna, bueno, gobernará, en la medida en que pueda mandar el presidente electo de la nación, que sobre el tapete, es la más poderosa de la tierra. De la traducción en directo que hacían de su discurso por la tele percibí la intención de dar un paso atrás como para tomar carrerilla para dar un salto hacia delante, intentando sortear estos tiempos en que el neoliberalismo a ultranza ha permitido que los listos arramblaran con todo sin descaro, desde la óptica de que la riqueza crea riqueza sin necesidad de ningún tipo de control. Y desde este cuento de la óptica y el paso atrás de Obama me da por recuperar el castizo refrán de que siempre todo es del color del cristal con que se mira.

 

El hombre triunfa o fracasa, o mejor dicho triunfa y fracasa, más allá de lo que se establece como triunfo y fracaso en los varemos contemporáneos, o en el papel cuché o en los concursos televisivos. Incluso diría que, triunfa y fracasa más allá de lo que la sociedad doméstica, o sea, su vecino piense sobre él. Porqué el triunfo y el fracaso es primordialmente una sensación íntima, si, pero que a menudo está condicionada por estados anímicos temporales o circunstanciales. En cualquier caso el triunfo y el fracaso son el reflejo de una simplificación, como el título de una crónica, como el Obama gobierna de este post. Simplificaciones que esconden una historia que no merece nunca tan sucinta síntesis.

 

Las palabras contundentes nos gustan más que un caramelo a un niño y así yo mismo, celebro gozoso, palabras como: triunfo, felicidad, verdad, Dios, fracaso, etc. Palabras falaces, veladuras que esconden detrás de su contundencia, un torrente de triquiñuelas inventadas y consumidas para ir tirando. Cuando te bajas de la nube mística de su potente presencia al terreno llano de la vida cotidiana, percibes que tanto si estas triunfando como si fracasas nada se inmuta, todo sigue igual, como si nada. El soldado reventado moral y físicamente por la batalla, siente piar los pájaros impertérritos, inmunes a su desastre. Es lo que tiene el tiempo, pasa sin remedio, sea cual sea tu estado de ánimo.

 

Resulta que el triunfador televisivo cuenta, pasado el tiempo, que su vida fue un desastre. Subido en la cresta de la ola de la fama, admirado por medio mundo, la vorágine del éxito se lo había comido irreflexivo, perdió pié en la realidad y necesitó media vida para cerciorarse de que el éxito social no llevaba implícito el éxito íntimo. Necesitó media vida para volver a dar valor a lo que el hombre de la calle no pierde nunca de vista.

 

Así reflexionaba de buena mañana y entre el Obama, el éxito y el fracaso, el cristal con que se miran las cosas, se me apareció una palabra pequeña sin la cual la vida se complicaría mucho. Todos apuramos, aún sin salir de casa, felicidad, amor, éxito, fracaso, dolor, olvido, tristeza, alegría, toda la gama de emociones posibles, la representación tragicómica de lo que es una vida. Pero lo que luego resulta casi imprescindible para vivir es una cosa tan pequeña como la ilusión. Sin ilusión, el futuro, la vida es una mierda y la ilusión como su propio nombre indica es sólo un engaño, un ardid, un cuento.

 

Obama es un ilusionista que nos promete cambiar el cristal con que debemos mirar las cosas.  

12 enero 2009

El título.



Sobre la vida, sobre la replica, la memoria. Sobre el tiempo.

Einstein, el genio, buscaba una ley universal que lo explicara todo, que lo contuviera todo. No está muy lejos su concepto científico de lo que otros le dan el nombre de Dios.

Escribo y quiero llamar la atención sobre ello. Sufre, el que cuenta, para encontrar la esencia de un título ideal que sea la contracción perfecta de la historia y hasta puede sentirse orgulloso de haber dado con la mejor síntesis, pero esta ilusión no descubre nada, no sirve para conocer el contenido del cuento.

Sobre la vida espectáculo, que es contar constantemente lo que se ve, lo que se siente, porqué la vida sin la memoria de contar no existe. La vida es réplica de contar lo que escoge la memoria o el azar mismo.

El enemigo imbatible es el tiempo y lo digo muy conciente de lo que no podré entender nunca, la pretendida importancia de su duración, pues al simplificarlo todo en mi deriva hacia la nada no le veo la diferencia en estar un segundo o miles de millones de años si al fin y al cabo el resultado, restado el tiempo, siempre es el mismo, dejar de ser, seas una partícula o un universo.

Lo cierto es, que lo que hay es contra el tiempo, y así hoy sentado en el ordenador, con la ilusión de gravar perenne mi historia, para ganar tiempo al tiempo, utilizo ridículamente este soporte infinitamente más ligero, frágil y caduco que el que la naturaleza seleccionó al azar y fijó con el resultado actual de nosotros mismos, me siento hacer algo positivo y quizás importante.

No son seres lo que vemos vivir sino contenedores de memoria (xips orgánicos) que intentan vencer al tiempo. No quiero, pienso, vivir eternamente, no habrá peor tortura que ser conciente Dios, pero mira, me reservo el interés que tiene llegar hasta el fin del tiempo, para ver por un instante el rostro de su extinción. Aunque lo más probable es que sintiera en este instante concentrado todo el dolor que puede sentirse por dejar de sentir, por dejar de ser

Siento a veces, insistente, que está en mi y replico insistente, imperfectas copias del pulso que todo lo contiene.