No quiero este mundo de felices fiestas y como correctivo me resignaré a soportar lo que caiga aunque resulte doloroso. Me subleva que se proclame una felicidad de factura general. Rechazo por instinto estas simplificaciones que alimentan los que, por alguna turbia razón, se preocupan en adoctrinarnos de como debemos vivir. Recelo de una felicidad de pote como la que parece emanar de esta caja aleccionara de simplicidades en que convirtieron las televisiones. No es pose mi rechazo, simplemente no puedo y no duden de que, cuando me ataca el pesimismo me da por envidiar los efectos hipnóticos de esta roma felicidad. No tiro pues cohetes por esta empeñada elección que me obliga a plantearme constantemente si de verdad elijo cuando me hallo inmerso, sin haberlo asumido, en este o aquel lado de lo que dicta la corriente cuando no es nadando en su contra.
La felicidad tiene su miga, y si nos paramos a lo que en cada tiempo se establece como bueno con parámetros que alguien osa definir, veremos que ahora, andamos como locos interesados en comprar la felicidad como si fuera un botín. Un rebaño de ilusos persiguiendo a base de dinero una pieza que nunca para quieta y que a menudo se da un festín con los restos del infeliz cazador.
Acotan y regulan nuestros mentores con desigual destreza cualquier actividad no tanto para procurar nuestra satisfacción, como para controlarlo todo. Demuestran tal efectividad que pronto llegaran a plantearse como obligación entrar a saco en el mundo de las emociones. Este rechazo a recetas que atienden a la mayoría afecta a los que se nos indigesta el café para todos o la tila o el ricino con que cuidan de empacharnos cuando les conviene. Todo el tiempo estamos ocupados en rendir para tener crédito con que gozar de una felicidad impuesta, esto sí, pagando a tocateja. Que no pare, sentencian, esta maquinaria contra la que desde hace tiempo desertamos de luchar de tal manera que ahora, cuando levantamos la voz por cualquier cosa, nos amenazan con que nuestras protestas perturban su buen funcionamiento y puede dejarnos en la pura inopia.
No es que mi felicidad sea caprichosa, que quizás lo sea, lo que pesa en este dislate aunque no tenga materia, es la necesidad que tengo de satisfacer a una personalidad que anda por ahí exigiendo gusto a sus particularidades y a esto ando sirviendo. No me deja constreñir a una felicidad con unos varemos que por si solos me provocan irritación, y si lo que se me impone para conseguir esta prometida felicidad me hace infeliz, no necesitaba para este viaje de tales alforjas.
Así, desatiendo las verdades obtusas que me venden. Uno se agotó de perseguir fugacidades impuestas, cansa esto demasiado y ya con el horizonte menguado de sorpresas que no sean las previsibles, espero ahora armado de paciencia alguna alegría discreta, amparada en una literatura elaborada desde el desierto, intentando provocar mágicos espejismos de laboratorio que alivien la sed irredenta que nutre la desesperación.
6 comentarios:
Cuán cierto: no pueden conformarnos baremos ajenos, ajustados, medidos y cerrados a gusto de los otros para su provecho, nunca para el nuestro.
Es agotador, sí, pero prefiero estar cansada de darme cuenta que boba de felicidad.
Me gusta el cuadro; ¿has pintado una céntrica calle en una tarde plena de catarsis comercial, reluciente de alumbrado típico y bolsas típicas? Es lo que veo.
Un gran abrazo.
que se imponga otro año
augurios buenos y saludos
La semana grande de la ponsetia y la gamba hasta en el ascensor vendrá secundada por una cuesta de enero en que no habrá quien coja ni el transporte público. Y eso por culpa del batiburrillo de todas los perfumes que se han regalado para parecer buena, para parecer mala y para parecer peor aún de lo que se es.
Hay que agradecer a la religión (o a las religiones en su caso) que tengamos tantos días de fiesta al año. Imagínate que a alguien no se le hubiera ocurrido que, Quien creó el universo-mundo, se cansó y consideró que el siguiente día iba a hacer el vago. A estas alturas, los currantes no tendríamos sabats (mucho menos, domingos). Sin Baco, no tendríamos fiestas de Pascua (adaptación cristiana), ni dia de San Jose (dia del padre, adaptación del corte ingles) ni tantas otras vacaciones y "puentes" (adaptación sindical). ¡Señor, señor! ¡Cuanto desagradecimiento en el mundo-dios!.
A ver si esos descreidos orgullosos, por una vez, son capaces de instituir por ejemplo, el dia del Aborto Libre, o el de la Eutanasia Activa....
Mientras este tipo de cosas no ocurran, vayamos todos juntos al Pesebre Divino Caganets, comamos la alfalfa de la Libertad (Vigilada) de Consumo, dancemos al conjuro de la Música Celestial Autorizada y adornemos nuestras casas y ciudades con los Kilowatios Exentos de Kioto.
La tradición es Sagrada.
La vida es asin, no la he inventado yon.
Procura ser feliz. Recuerda: Es obligatorio. Y el año que viene, peor; quiero decir: más.
Todo esto que he dicho es una Broma del dia 22 (o por la resaca y la acidez de estómago). No me hagas mucho caos, digo, caso.
Abrazo
Una reflexión sesuda, como son las tuyas. Creo habertelo dicho, ya.
La felicidad no se impone, nadie te la puede vender, pero sí deseartela.
A esta altura del partido, aprendí que la felicidad, como tal, son unos minúsculos momentos, a los que no les hacemos caso mentras transcurren y que luego añoramos de por vida.
Yo provengo de un país donde hay pocas fiestas, muy pocas celebraciones. Para colmo de males, homenajeamos a nuestros próceres por la fecha de su muerte... imaginate.
Así que las pocas que hay, especialmente las de navidad y año nuevo, las entiendo como una válvula de escape. Abrís un poco, sale presión y vuelta a la noria.
Antes en estas tierras, me refiero a Buenos Aires, pobladas mayoritariamente por italianos y españoles, se oía cantar. Silbar... La gente silbaba por la calle. Luego nos enmudecimos.
La fiesta, siempre fue necesaria, porque la humanidad, en sus rutinas, en sus dependencias, en sus padecimientos, necesitó un cable a tierra, antes eran las saturnales, el día de locos, los carnavales... Como la llames, da lo mismo. Darle rienda suelta a la libido, al exceso. Manifestarlo según las costumbres de los tiempos.
El 31 es una fiesta pagana, una invitación a la naturaleza, a sus ciclos, a la siembra, o a la cosecha, al buen vino, al pan, al buen sol.
Es cierto que los rituales actuales provocan nauseas. A mí al menos. Acá los shoppings estuvieron abiertos hasta las 5 de la mañana del 24 y la gente comprando compulsivamente. Es ua pena... Pero los pobres hacen lo que pueden... Es lo que les han dejado.
En lo personal, me gusta que la gente esté bien, que tenga metas, que sepa sostener sus luchas para alcanzarlas, que le soplen buenos vientos, que estén alegres. Y no es un deseo de 31 de diciembre.
Así que si deseo para vos, esas circunstancias que detallo en el párrafo anterior, no me la tomes a mal.
Perdona lo extenso de este comentario.
Me gusta mucho leeerte, Cerrillo.
Un abrazo
La felicidad es la eterna utopía del ser humano. Pero sigamos buscándola, a pesar de todo. Abrazos y buen comienzo de año.
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