08 octubre 2007

Lo que el azar procura


Así cómo en cada dibujo siento que dejo trazas de lo que soy, en los textos no me reconozco. Aunque sea parecida, con distintos grados en cada caso la parte que se cobra la vanidad en los entresijos de la creación, me siento distinto al pintar de cuando escribo. O sea que creo que resulto menos malo pintando.

Que honrado el actor que cuando le piden en una entrevista el porqué se hizo actor responde que para ligar. Igual que todos, pues buena maña nos damos en exprimir nuestras habilidades para ello. Destinamos un gran esfuerzo en el tema, no tengo duda de ello, aunque con distintos resultados. Lo curioso es que en general disfrazamos de tal manera su importancia que queda recluida, enmascarada, la mayoría de las veces como anécdota curiosa. No me digan que esto no es perderse en un laberinto. Así nos comportamos, subyugados sin demostrarlo por la belleza, que intuyo es fruto o producto del amor. La inteligencia tiene recursos insospechados para este fin, incluso el de hacer creer a su usuario que todo el alambicado cocido de ambición, poder y gloria no tiene nada que ver con la conciencia o el instinto de que alguna de estas u otras cualidades pueden ayudar a mejorar o esconder pulidamente méritos o deméritos estéticos, funcionales o temporales en el proceso de seducir la voluntad de quien deseamos. Establecemos de este modo unas ventajas con que superar a presuntos contrincantes.

Quería hablar de viajar pero parezco obligado a estos enrevesados preámbulos.

Viajar si alguna razón esconde que no sea una huida obligada por el hambre, el miedo o la miseria, tiene que ver con la belleza.

La belleza se establece con unos cánones que parecen imperecederos, y así podemos gozar de las reliquias que nos dejaron todas las civilizaciones anteriores en su intento de aprisionarla. Pero la belleza más que un objeto es un ideal que se desvanece cuando la reiteración la desatiende y para evitar que la monotonía nos ciegue, viajar resulta útil. Viajar nos saca de la rutina empobrecedora y pone a los sentidos en situación de establecer con la belleza las mejores relaciones. El viaje es una aventura que nos aleja de lo conocido y nos invita a degustar lo nuevo, lo no visto y todo aquello que dignemos en significar con nuestra atención. Aunque nos debemos cuidar muy mucho del esteriotipo que atranca las ruedas del goce y así, me parece lícito, que saturados de los trabajos forzados que en los viajes resulta a veces el culto a lo culto, vivamos la maravilla que acostumbran a ser los humildes placeres no remarcables que el azar se digna con esmero procurarnos y Mabalot da con su punto exacto al terminar su post

1 comentario:

Unknown dijo...

Bones, jo tampoc acabo d'entendre-ho, suposo que per això ho he escrit. Però em temo que, mentres fa bo surten a disfrutar de la ciutat, i quan arriba el fred hivernen. Ja ho descubriré, ja.
Fins aviat!