02 octubre 2006

El taladro de la ética

Leí en fgiucich citando a Fernando Pessoa que le cuesta tanto al inteligente ser sincero, como honesto al ambicioso.

De acuerdo en que la ambición cuando es pasión desenfrenada, le revienta tanto la honestidad como cualquier otro obstáculo que le impida saciar sus apetitos. Pero en cambio, la sinceridad a todos nos cuesta lo nuestro.

Es cierto que en los simples es más evidente su falta, aunque la sinceridad, creo, tiene que ver más con la honestidad que con la verdad.

Dado que:

El sincero se somete al dictado de su honestidad tanto si es muy espabilado o un tarugo.

Su considerable dificultad es causado por:

El honesto no se miente ni a si mismo.
El honesto es un arqueólogo de la verdad.

Y como:

La verdad ni para quieta ni tiene dueño.
La verdad baila con todos y no se queda con nadie.

La cosa se complica.

Ocurre que muchas veces se asocia espontaneidad y sinceridad y no es lo mismo. Este tema, que me gusta, es muy largo. Dejo esta pincelada:

Puede que sea más fácil para el inteligente parecer espontáneo sin serlo, habría que ver si esto es una falta de sinceridad., una hipocresía o una optimización de recursos, dependerá, claro esta, de su honestidad.

Por que

La espontaneidad siempre parece sincera.

La verdad sin honestidad es peor que una mentira

Y así hasta el caos.

Deberes para otro día

¿Es lo mismo honestidad y conciencia?

¿Es la honestidad virtud laica como la conciencia lo es religiosa?

1 comentario:

fgiucich dijo...

Tener conciencia es una virtud por sí sola, independientemente de su portador, sea laico, religioso o lo que más quieras. Abrazos.