04 octubre 2007

De Jaén a lo eterno


Que cruel destino el que nos aflige por querer saber. Que cruel atender a esta maquinaria pensante que puede rebasar cualquier límite predecible. La leyenda cuenta que Lucifer quiso ser Dios, este otro pecado original que anida en cada ser.

El hombre, reflejo de toda la creación, dioses de lo posible, quiere adquirir cualidades divinas y araña a cualquier precio la ilusión de conseguirlo. Es injusto, pensamos a menudo, no tener una posibilidad de estar vivos cuando en el futuro se alcance no sabemos cual prosperidad absoluta, una felicidad sin fin.

La fe es esta simpleza, si no podemos alcanzar nuestros deseos con los pobres medios de que disponemos, habrá un Dios que nos ayude a conseguirlo. No hay razón que pueda combatir este anhelo, esta necesidad de futuro, esta felicidad inalcanzable.

Y la razón empírica nos dice que lo único que perdura es el cambio permanente. La vida no es más que un caudal desbordado de contrastes inaprensibles y al fin nadie parece querer pararse a pensar que la eternidad debe de ser angustiosamente insufrible, no sólo en este infierno temible con que nos acongojan los clérigos, sino también, en este cielo prometido que nadie puede sin aprietos definir.

No conocía la historia de Fredic Brown que Jejo con su habitual habilidad nos recuerda y que recrea aquellos momentos en que llegamos a pensar que fuera de nosotros todo es ilusorio y de hecho, esto, no deja de ser del todo incierto, aunque espero que nuestro fin no sea el de la historia. Aunque bien mirado no está tan mal este final de tener que crear un universo, pues fijaos que este dios tampoco es eterno.

2 comentarios:

Índigo dijo...

Sí, de acuerdo. Y además me ha encantado lo de "caudal desbordado de contrastes inaprensibles", lo usaré con tu permiso.
Un saludo.

M dijo...

Uff...Cerillo, este cuadro me caza los sentidos, me roba palabras.

Magia.

B x C