06 marzo 2010

La inconsciencia



Ayer por la tarde estaba dibujando exactamente igual que otras muchas tardes de mi vida y como otras tardes, aprecié con gusto que en aquel momento me lo estaba pasando bien, y intente razonar, que ahora a menudo me da por aquí, el porqué unas veces me lo paso mejor que otras si siempre hago lo mismo. ¿Es quizás a causa mi estado de ánimo o será que estoy inspirado, o beodo, (que no era el caso), o… vete a saber? Decidí, tras cavilar un poco, que lo paso bien cuando relajado, dibujo de manera intuitiva, irreflexiva, sin otra voluntad que dejarme llevar por ocultos automatismos, siguiendo musical el onanista placer de sorprenderme a mi mismo. El problema es que cuando atiendo que estoy en este trance se rompe enseguida la magia que lo inspiraba.

No me costaba, hace unos lustros, atender curioso cuando pasaban por televisión los luctuosos documentales que reflejan la fiera vida animal. Pero me saturé de ello y ahora pienso que todos los que nos empapamos de estos selváticos dramas somos como doctores en zoología antropológica o como sea que se diga esto de la vida animal, desde los protozoos a los homínidos. Ahora quedo colgado al instante de las historias que cuentan de la prehistoria, que bonito. En uno de estos documentales aseguraban hace poco que la funcionalidad de los utensilios usados por los Neandertales y los Cromagnon era muy parecida. Así es que, no sé muy bien con que argumentos decidían que los Cromagnon fundamentaron su superioridad en la capacidad de transmitir, de relacionarse, de hacer arte elaborando los primeros objetos sin clara funcionalidad, gratuitos. Con unos recién estrenados guantes de látex una doctora mostraba con sumo cuidado y delicadeza el resultado de reconstruir una flauta de hueso hecha trizas… Esto para los prehistóricos, decía la doctora ensimismada, es como ir a la luna para el hombre moderno. Vete a saber, digo yo, si no serán estas opiniones también conjeturas gratuitas.

Hablo tantas veces del mejor momento del día que… esta mañana en los minutos que tengo de paseo mientras voy al trabajo, pensaba que sí, que es posible que el arte sea una increíble fuerza evolutiva, porque el arte no pertenece al cronometrado tiempo de la competición por la supervivencia, sino que pertenece a un inalterable y suspendido tiempo del azar, del gusto puro, de aquella increíble química y satisfacción que nos comunica con lo que es, mucho antes de que podamos concretarlo, mucho antes y mejor de lo que aún no atinamos a nombrar.

2 comentarios:

fgiucich dijo...

El arte que nace la inspiración del alma. Abrazos.

Índigo dijo...

Oh, sí, el arte es otro mundo.
Un abrazo