08 noviembre 2008

La atracción




Inmerso en el tiempo, presiento que cuando libra de la absorbente acción, pule habilidades que limitarán con su especificidad mis casuales posibilidades de ficticia unión.

¿Habilidad o herramienta? ¿No es lo mismo? Siempre tropiezo con el huevo o la gallina.

La primera herramienta o la habilidad innata de que disponemos, figuro que es la capacidad de simplificar, aunque, ¿Es una habilidad o una necesidad buscar lo simple? Al no ser abarcable el complejo absoluto, nos encontramos que sin la abstracción no podríamos incidir en él, así que seríamos otra cosa y no lo que somos.

Si nos ponemos a simplificar a fondo, sin piedad, nos encontramos con nada y aquí, pues, nos quedamos sin tiempo, sin historia, sin cuento. La nada no sirve de nada.

Aprecio que con un elemento tampoco hay cuento. Uno sin reflejo no es. Uno como la nada no es nada. Dios es un no es.

En lo factible más simple me salen dos elementos. Con dos elementos aparece el espacio y con el espacio el tiempo, que remedio. Si los dos elementos fueran simétricos se atraerían y se unirían formando un solo elemento y un elemento no es nada, o sea, lo dije, desaparece.

Si los dos elementos de este cuento fueran iguales, al no poderse complementar, cada cual tendría su vida y el tiempo se haría infinito y el espació crecería abismal entre ellos a cada instante. Aquí encuentro, que la nada necesita energía sin límite para mantener el equilibrio que es su esencia y esta energía se muestra en latente atracción para recuperar el equilibrio descompuesto.

Con dos elementos que no fueran ni iguales ni distintos complementarios comienza el pulso de ser. La energía pulsa entre la atracción, residuo de la nada descompuesta, y el rechazo, réplica a la imposibilidad de unirse, de dejar de ser. Pule el tiempo una lenta adecuación de los pares hacia lo antagónico, apreciado como complemento que cumple con el deseo de unidad que anida como norma en todos los elementos.

Tardó, supongo, una cantidad inconmensurable más de tiempo el tiempo, en limar disfuncionalidades para unir lo elemental en el primigenio origen, del que habría de costar luego encontrar pareja en los siguientes pasos. Aunque si no se encuentra par se pierde el tiempo.

Hablo en efecto del amor, aunque sea con los elementos simples de este cuento. Ceden o reciben las partículas lo que deben, suspendidas en el espacio y en el tiempo para limar las asperezas que impidan el ensamble perfecto que las devuelva a la nada.

El amor es la energía que atrae y modifica perceptiblemente los elementos que su influjo hechiza, aún cuando se manifieste leve y fugaz.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La obra con la que ilustras el texto es anterior o posterior a éste;o la casualidad los une?

elHermitaño dijo...

Me recuerda, esa acción por parte del amor que atrae los elementos y los confina, a la función que dicho amor cumple en la pareja Amor-Odio de aquel presocrático Empédocles. Sé que tu 'amor' y el suyo difieren bastante, pero por tus palabras no he podido evitar hallar analogías. Supongo que se debe a demasiadas horas de lecturas filosoferas...

Tus textos tienen más de metafísica u ontología que de pura literatura. Es una combinación acertada, que place leer... ;)

Un saludo.

M. Domínguez Senra dijo...

"Miratge, mirall, miracle" fue la reflexión del amor de Maria Mercè Marçal.