05 julio 2008

Convicciones


Si el tiempo acompaña y nos cuidamos como es debido, holgaremos por este mundo hasta la sofisticación extrema, pero seguro que aún entonces, guardaremos prácticas de ameba, como ahora, que nos sentimos muy satisfechos con la simplicidad del todo o nada, una gloria de maniqueísmo.

Soy consciente que sin el reflejo casi involuntario de arramblar con todo lo que sea para elaborar opiniones convincentes, dejaríamos de ser quien somos. Cuando pillo el hilo de un discurso, busco mil argumentos que lo sustenten pero, no pasan ni cuatro días que ya dudo y disiento de lo redactado. Es lo que tiene el arrimarse con ardor a defender unas ideas que luego resultan por cuestiones de plástica contundencia, en general, demasiado simples. Yo, es que creo que las convicciones y su argumentación sólo sirven, en principio, para discutir, o sea, para reafirmar tu personalidad frente al otro.

Pero la reflexión o la necesidad nos vuelve civilizados y al fin, la parte energúmena, aquella que todo lo simplifica, consiente en el juego dialéctico. Se establece entonces la confrontación necesaria para llegar a acuerdos comunes. Es así como se elabora una conciencia colectiva que pueda resultar vinculante. Este toma y daca dialéctico adquiere pues una esencial importancia. Las condiciones varían constantemente y la capacidad de reorientar opiniones en interés mutuo se convierte en una cualidad remarcable.

Tanto nosotros y como la sociedad necesitamos de convicciones firmes, aunque no se debe perder de vista que la convicción más útil es que las convicciones no son más que una herramienta y que se debe prescindir de ellas desde el mismo momento en que puedan substituirse por otra mejor, o mejor aún y rizando el rizo, la convicción más sólida debe ser la que nos guarda de convicciones demasiado sólidas y reconozco que esta última condición es exigente.

Así me parece terapéutico, primero, considerar especulativas nuestras razones y a partir de aquí, ser capaz de valorar otros puntos de vista con la humildad que da saber que tus opiniones son parciales y por lo tanto anecdóticas. Es la historia de siempre y que tanto dolor produce y producirá a la humanidad entera: las opiniones firmes y las sólidas convicciones, son útiles, diría que hasta necesarias, pero también extremadamente peligrosas y más hemos de temer de su bondad en cuando las establezcamos para garantizar nuestra seguridad o parcial beneficio. Ya se sabe que en estos casos se nos da muy bien el comulgar sin inmutarnos con ruedas de molinos.

No tenemos otro remedio que amarrarnos a nuestra particularidad, pues a ella y a su supervivencia nos debemos. Esta personalidad es la que busca consolidación a base de convicciones que eviten naufragios, pero no debemos olvidar que estas, deben ser lo suficientemente maleables para apreciar la verdad de los demás y los errores propios. La competencia de nuestros planteamientos sólo se certificarán si se contrastan opiniones diversas y esto es lo que nos debe estimular a conocer en variedad y profundidad, maneras de pensar distintas para poder defender con rigor las nuestras y no solo, buscar la satisfacción coincidente de quien nos de la razón. En esto se funda el progreso y este no para quieto para quedarse atrincherado en convicciones sedimentadas.

Lo mejor es que la casa se construya sin prisas y sin pausas, que resulte cómoda y habitable, que no se anquilose y esto nos condiciona a no supeditarla a rancios gustos de épocas pasadas, aunque ya se sabe que para gozar de una buena biblioteca uno no tiene porqué atender a la fecha de la primera edición de sus libros.

6 comentarios:

Índigo dijo...

Nada es definitivo, ni siquiera esta afirmación.
Un beso

fgiucich dijo...

Tus escritos son precisos y concordantes. Abrazos

Anónimo dijo...

Convicciones, cuantas menos mejor, porque pueden convertirse en un lastre y en un enredo. Para vivir bien con uno mismo y con los demás hay que tener un par o tres de principios básicos y que no sean excluyentes (por si en algún momento hay que elegir entre uno u otro).
Por lo demás, si alguna convicción tengo es la de que no voy a convencer a nadie. Ni me lo propongo. Como mucho persigo que la fiesta no decaiga.

Cerillo dijo...

Gracias por vuestros comentarios. Resumiendo, estaría bien una concordia indefinida con espectáculo manifiesto.

Anónimo dijo...

Utilidad más beneficio dan un efecto terapéutico.

Cerillo dijo...

Pues, sí, y necesitamos de estos efectos terapéuticos.