22 julio 2008

Un particular absoluto


Un hombre encandilado por la reluciente bóveda celeste se topó con las estrellas. Galileo las aproximó con un telescopio y unas cuantas generaciones después a base de inventar artilugios cada vez más potentes, se encontraron con una fuente de ilusión que parece, habrá de explicarlo todo: la infancia del cosmos.

Vivimos. Y enfrascados como estamos en irreflexivas cuestiones perentorias, pasa el tiempo. Un día, curiosos, queremos desentrañar, desenmascarar el fondo de tal actividad. Buscamos alguna razón que certifique la bondad o malicia de nuestros desvaríos. Como niños nos preguntamos el porqué de las cosas y hurgando introspectivos encontramos un camino que siempre conduce a un origen. La respuesta parece encontrarse en la infancia. Se convierten aquellos pocos e inconscientes años en inalcanzable tierra prometida.

El hombre vive, y cuando reflexiona, recula hacia geografías irremediables. Intenta encontrar en lo sufrido las claves de una realidad que no consigue apaciguar. Topa una y otra vez con absolutos con la constancia del espermatozoide impelido por la improbable esperanza de fertilizar, de dar con una razón convincente que ilumine su existencia. Con la locura de encontrar una fe que al fin, si simple sucumbes a su abrazo, te esterilizará.

Navegar no tiene otro sentido que navegar. Parece ser así, pero no conforma. Caer en la cuenta, una curiosidad, que el verde absoluto lo ocupa todo pero se desvanece por otra cosa que crece desmesurada a ocupar el vacío que no abandonó el color. Así lo absoluto lo abarca todo y debe de tener su física especial cuando su dominio es permeable a otros dominios de cualquier elemento o fracción u absolutos específicos con que topamos.

Gracia encuentro en que, tan gran singularidad anide en mí. Me llena de gozo y orgullo mi misma mismidad tan grande que cedo a menudo de buscar resquicios para entenderla. Ni parte pequeña discierno justificar a pesar de gastar en ello todo mi empeño.

Y tú misma, otro absoluto. Fíjate, sabes perfectamente quien eres conmigo, con la precisión que te da la singularidad con que manejas cada uno de los tratos que estableces. Pero quien eres conmigo nada tiene que ver con quien eres con los demás. En cada trato eres distinta. Fíjate que, en tu intimidad, cuando decides reposar y piensas en los demás y en ti, eres distinta en cada momento de cualquier otro tiempo que recuerdes, inabarcable en tu otredad.

Sabes con precisión como eres conmigo, sin parangón en como eres con cualquier otro que trato establezcas, aunque sea sólo de una mirada. Pero ahora, dentro de un rato, esta poquedad o cualquier otro elemento circunstancial modificará el como nos vemos y sentimos. Con esta complejidad pinta este absoluto inaprensible, aunque ¿para qué queremos aquietarle? Apaciguando anda la muerte.

No hay comentarios: