28 junio 2008

Tonterías


A menudo lo paso bien con tonterías y esta cualidad me vino de pintar. Supongo que a quien es curioso le sucede lo mismo con cualquier otra afición.

Invocar a la inspiración no es tarea fácil. Exige una profunda concentración (Un estado peligroso donde puedes pegarte un trago de aguarrás o fumarte un lápiz) y debes intentar olvidar todo lo que hasta este mismo momento habías aprendido. Esta es la mezcla buena. Tienen su complicación las dos condiciones y rendirán mas a medida que se acerquen a un punto de la perfección, o sea de la locura.

Y la tercera, no sé ahora, aunque siempre dicen que no hay dos sin tres.

Uno aprende ritos. Una ricura de ritos propios. Los ritos son ceremonia sedante. Los ritos los necesitamos todos, impuestos o de creación propia. Hay que tener cuidado en que no se transformen en desconsiderados tics.

La cuestión es que después de mil batallas en busca de la fecunda inspiración para sacar a este genio que todos creemos que tenemos dentro, das mas vueltas que una peonza.

Si das muchas vueltas acabas en todas partes y aparte de enterarte de cómo cuecen habas te aburres como una ostra.

Harto de tanta vuelta, desaprendiste tanto que no sabes ni mirar. Es la situación ideal. En este estado el cuerpo te pide a gritos ritos y sorprendido por una galopante saturación te gusta aquella tontería mínima que utilizas de cebo, una línea, un punto, un papel arrugado, una mierda en un palo. Estás inspirado.

1 comentario:

M. Domínguez Senra dijo...

Buenos ejemplos para la profunda concentración y seguro que extraídos de la experiencia. También me resultan mejor que programáticos la silla y el intento de desaprender, porque nada es más penoso que el autoplagio (aunque ya sabemos que siempre estamos con la misma canción).
Lo que yo he sacado de mi experiencia es que es mejor no dejar nada en el fuego si ya voy por la tercera frase.