03 junio 2008

El valor de lo velado



Discutía, como en mis mejores tiempos de discotequero, con un intrigante personaje, vigilante inquisidor que no me dejaba colar en la catedral una vez concluida la ceremonia funeraria, para poder dar mi sentido pésame a quien fuera. Sonó el despertador y rezongué interminable con la dificultad que une al universo entero en encontrar el instante justo de levantarse.

Me siento en el borde de la cama de un bote y luego sé que toca asomar por la ventana, laborar con domésticas cuestiones de nutrición e higiene, salir al fresco de la mañana y encontrar el mismo distinto paisaje de siempre. Pensar.

La realidad es lo que con precisión sucede, una quimera.

Ayer subí cuatro o cinco peldaños de la escalera de caracol que da a mi taller justo para poder mirar, a ras de suelo, lo que anteayer dibujé. No me gustó. No me gusta casi nunca lo que abandono el día anterior con ilusión y es que en el fragor de la batalla de pintar me ocurre lo del beodo, la realidad adquiere por momentos tintes exultantes que en sereno, se moderan humildes en extremo.

Reconduzco la confusa realidad de mis pensamientos a una cebolla tan real que casi me la pongo a pintar, tan perfecto es el tinte dorado de su piel.

Ayer, espiaba a ras de suelo mi dibujo percatándome de que lo que pinté en la última media hora era un desastre. Me ocurre a menudo, deja de fluir lo que con precisa y elaborada dificultad invoco y de pronto, me da por concretar lo que permanecía insinuado y emerge sin o con dificultad una realidad plana desprovista de todo interés.

En la última capa de la cebolla encuentro el germen de un tierno y utópico proyecto de hortaliza. Capa a capa buscas el corazón, la realidad exacta de la cebolla y lo único que encuentras es, cada vez, una cebolla más pequeña.

Al desvestir en exceso la realidad topas con un proyecto de hombre que es idéntico o tan parecido al que vive su confuso presente que vuelvo de golpe a mi mismo, respiro y me recreo, antes de empezar este redactado, a darle cancha y valor a la veladura, al engaño, a lo que adquiere y conforma un cuerpo real en la irrealidad misma de ser.

1 comentario:

M. Domínguez Senra dijo...

Hoy, Cerillo, le decía a mi jefe que lo que había perdido estaría, buscándolo por el Carbono 14, en el mismo sedimento que otro documento que sí había encontrado. Sedimentos, capas, velos, intersticios fractales, reproducen diligentemente el eje en el que giramos.

Me parece que *cebolla viene del lat. caepulla (diminutivo de "capa"), precisamente.

Te ha salido un post muy redondo y a la vez en capas, desde la catedral hasta la cebolla pasando por la escalera de caracol.

Bon dia!