29 mayo 2008

La felicidad ja ja ja ja....


Desde luego que el día de mi primera comunión no fue el más feliz de mi vida, ni el día de la jura de bandera, ni el día de mi boda, ni tantos días en que pretendidamente tenia la obligación o la meta de ser feliz. Y me lo pase tan bien sin ninguna obligación tantas veces, que decidí que no me va lo que se da por hecho. No conozco los entresijos de la estadística, pero por lo que he deducido de este y de otros temas con gente que conozco no me considero un tipo excesivamente raro. A todo el mundo más o menos nos ocurre aproximadamente lo mismo.

Esto de los estudios con estadísticas me tiene frito. Tantas veces estudian cuestiones obvias con tan prolijas encuestas y estadísticas que no me extraña que los administrados y Montilla de rebote, nos escandalicemos de lo que se gastan las instituciones en estas cuestiones. Es que, si no es por un tejemaneje de amiguismo, cuesta creer que se hagan estudios que lleguen a conclusiones tales como que el optimista se lo monta mejor que el pesimista, que el listo tiene más posibilidades de triunfar que el tonto del bote, que los ricos viven más y mejor que los pobres, que si no llueve las cosechas empeoran, que la polución no les conviene nada a los seres vivos y muchos etcéteras mas de este estilo. Pero a pesar de estudiar cuestiones obvias, muchas veces no me fío ni un pelo de los resultados y conclusiones a las que luego llegan los adivinos.

Insistía el cura de negro y mala leche en salvarnos del infierno y en que el día de la primera comunión sería el más feliz de nuestra vida y estoy seguro que si unos días después del evento se me hubiera acercado un entrevistador, con solo proponérmelo, yo hubiera contestado sin pestañear lo que me incitaron con insistencia pensar que tenia que sentir. No hubiera tenido en cuenta los días en que anduve francamente preocupado en como se podía tragar la ostia sin masticar y otros malentendidos que no es ahora momento de relatar.

Andan o andamos, es que ya no lo sé, atareados en que seamos o en ser felices. Que lo pongan, para conocer el grado, en las encuestas que hacen para establecer el hit de nuestros preocupados intereses al lado del paro, el terrorismo, la globalización, la inmigración, la vivienda, la enseñanza o lo que sea. Yo es que creo que el resultado de estas cuestiones no les interesan lo mas mínimo, creo que el objetivo de estos estudios somos nosotros mismos. Se intenta delimitar cómo nos afecta la propaganda diversa y específica a la que nos somete constantemente esta sociedad de consumo, para calibrar con precisión el resultado concreto de las recetas establecidas para comernos el coco y poder continuar manteniéndonos indefinidamente en este aletargado estado de consumidores productores felices siguiendo este preciso orden.

No quieren, ni les preocupa que seamos felices, les basta con que pensemos que somos felices, que no es exactamente lo mismo y a fe que lo consiguen si hemos de hacer caso de los resultados de las encuestas que estos días andan predicando por los medios. Me parece que no me quedará otro remedio, si es que me preguntan por ello, que decirles que soy extremadamente feliz, no piensen luego mis amigos o mis enemigos que soy un imbécil marginal……

Yo creo que la gente no accede al tipo de felicidad que anhela, pero es sumamente eficiente en la deriva que le lleva la obligación de progresar y por ende de ser feliz sea cual sea la condición en la que se encuentre.

Autoflagelación terapéutica, eso es lo que es, tanta felicidad.

2 comentarios:

M. Domínguez Senra dijo...

De las mentiras estadísticas las únicas que me hacen sonreir son las que indican una natalidad de 2,4 hijos en las familias canarias. Las encuestas, sobre todo las de satisfacción, pueden llegar a ser muy perversas y recordarnos aquel truco de primero disparar y luego dibujar la diana. Por eso los profesionales de la opinionología preguntan a sus jefes qué es lo que quieren demostrar, a qué resultado quieren llegar. Puesto que los griegos dijeron que las cosas son según la opinión que de ellas tenemos, los opinionólogos y los guardianes de la felicidad modernos han querido modificar nuestra opinión ya que no van a modificar las cosas.

La felicidad está tan estandarizada o reglada (no los placeres cultivados), que parece que apenas queda un margen para el gozo espontáneo y aquel disfrute que los franceses llaman "la joie de vivre".

Perdón que me alargue, pero precisamente acabo de pasar por las urgencias de mi hospital y había una mujer doliente y chillando. Creo que era una deficiente. Y sin embargo, aunque había un componente de mueca, de vicio, en su queja, sus gemidos le pondrían de punta los pelos a los más duros de corazón. Ese dolor tan elemental no se puede someter a ninguna estadística (ya lo intentaron:Se sabe que un cólico renal está por debajo de un parto natural y más o menos es como una torsión testicular, pero cada persona tiene sus propios "trasmisores", dicen, del dolor). Creo que la alegría elemental también se contagia, la otra, la impostada, no.

Luna dijo...

Buenos días:
No existe, son momentos de bienestar interior a lo que llamamos felicidad.

Me gusta mucho el final.

A veces se consigue flagelándose a uno mismo y otras veces, flagelando a los demás.

Saludos