13 mayo 2008

Lo que me dicta comentar


En una no forzada reciprocidad paso de puntillas por la excelente crónica de Marta sobre el vestido. El comentario que me dictó su post se me fue alargando de tal modo que me pareció mejor editarlo en mi blog. Disfruto cuando Marta cuenta historias de como es nuestra vida o sea de como son nuestras manías. Cada vez me seduce más la idea de somos adictos al espectáculo. Sus estupideces y tragedias son nuestra íntima esencia, y que si ahora existe algún ideal colectivo, bien podría andar por un exhibirse sin pudor para poder disfrutar o penar públicamente con nuestras locuras.

La gracia de lo contemporáneo, si obviamos la constante histórica de que los ricos son cada vez más ricos, es que una buena parte de la población puede experimentar frivolidades que en siglos anteriores no se podían permitir ni los poderosos. En este sentido se debe catalogar como progreso, aunque nos cueste a veces aceptarlo, bragas, higiene y otros adelantos con que nos obsequia el presente. Habrá que parar algún día atención en la evidente relación que hay entre progreso y frivolidad o mejor aún debemos dejar de considerar a las frivolidades con frivolidad si contamos la capital importancia que estas van adquiriendo para la mayoría

De la cantidad industrial de matices con los que siempre juega Marta me quedo con la constatación implícita de esta tendencia natural que nos persigue, siempre huyendo del hastío y que nos provoca la tentación de explorar todas las posibilidades de cualquier cosa si nos dan el tiempo suficiente. Este es el motivo que no nos sorprenda ni sonroje algunos tipos de delirios que se dan en asuntos como el de vestir. Curiosidades como el que unas bragas tengan bolsillos o exteriorizar la ropa interior y al revés o cualquiera otra extravagancia inimaginable nos acaba pareciendo de lo más natural. Más problemas nos ocasiona el concretar aquellos detalles que nos indican donde empieza y donde termina el buen gusto en cada cosa. Yo creo que no existen impedimentos para que triunfe la mezcla más explosiva si el que la propone ha ganado el prestigio suficiente para ser considerado modelo a seguir. El tiempo es el que distinguirá de entre todo lo que triunfa a diario, aquello que los usuarios fijan como norma, muchas veces por cuestiones ajenas a la moda, por casualidades de oportunidad, funcionalidad, comodidad o sentido común y que luego se convierten en los típicos y tópicos dictados del buen gusto que los estilistas novedosos trataran con escandaloso estruendo y algarabía contestataria reventar.

Debemos considerar, mal que nos pese, que toda la gracia de la vida una vez aceptada la relatividad de lo que nos ocupa en cada momento, está en el presente, está en lo que dicta moda y en el interés que mostramos por lo que creemos que debemos de hacer en comparación con lo que hacen los demás y en los juegos que en cada momento propone la sociedad que aunque parezcan muchas veces superfluos, suelen esconder cargas de profundidad considerables.


La vida esta llena de paradojas. Siempre nos vemos obligados a buscar equilibrios entre contradicciones y así en el vestir, como en todo, queremos ser únicos pero reconocernos en los demás. Así, aún cuando rechacemos uniformes y condición, algo nos impele a vestir con un estilo con el que nos sintamos identificados y que deberíamos encontrar en algún punto indeterminado y cuento que inexistente donde nos pudiéramos mostrar singulares sin excluirnos del montón.

Puestos a calibrar, visto como se complica cada tema, no debemos descartar escoger en este caso, vestir con el uniforme del montón para, disfrazados a conciencia, encontrarnos y ser especiales, aunque nunca acostumbro a dudar de que seamos únicos, vistamos como nos vistamos.

Bon dia, Marta.

1 comentario:

M. Domínguez Senra dijo...

Bon dia, Cerillo. Esplèndid.