08 abril 2008

Pepitus

Hubo un tiempo que llamaba a todos mis amigos Pepito en parte porque tenía y tengo muchos José en mi círculo de conocidos y también por esta necesidad de significarme con anécdotas aparentemente chistosas. Tengo desde niño la tendencia de tomarme este tipo de tontas libertades de las que abuso demasiado.

Ayer, fui a tomar con Pepe unas copas apalabradas desde la cena de fin de año. Copas postergadas tras una larga descoordinación de tiempos malgastados en ocupaciones que se ocupan en tenernos ocuparnos. Este Pepito es un gran conversador y así se nos pasó volando el tiempo de tertulia. Insistió un par de veces en señalar la necesidad de perspectiva para percibir mejor el alcance de las cosas. La defensa de la distancia o del tiempo para discernir el acertado juicio sobre algún hecho me pareció siempre una mala arte. Esta prevención viene precedida por el recuerdo de aquellos sátrapas que dejan al tiempo como juez de sus despóticos actos, cuando no, aquel que gobierna con la pretensión de una gracia divina para saltarse, con la aquiescencia vergonzosa del clero, cualquier tipo de control cívico sobre sus acciones.

Estos últimos años en que el tiempo empieza a pesar sobre mis hombros, no puedo evitar ver con la perspectiva de la distancia situaciones pasadas y en algunos momentos lamento no haber tenido la serenidad o el arrojo de haber actuado de distinta manera. A toro pasado parece fácil acertar con lo que deberíamos haber hecho. Lo cierto es que yo creo que algo de perspectiva no viene mal para situar los problemas en su preciso contexto pero sin duda sin pasarse, puesto que las cosas valoradas desde lejos quedan a menudo diluidas en nada. No me parece que esto sea una novedad remarcable.

He aprendido que no podemos jugar demasiado con la mente pues luego se vuelve incontrolable. Aprendes a tomar distancia y paso a paso te alejas tanto de la realidad cotidiana que todo pierde importancia. La pretensión de ver con ecuanimidad con la ayuda de excesivas distancias lleva simplemente a no ver nada. Te vuelves extravagante y raro, cosa que sirve más que nada, para distinguirte del comportamiento general de la gente común, cuestión no baladí y que para algunos acaba trasformándose en virtud cultivable como uno de los rasgos que caracterizan su carácter

El tiempo y la distancia servirán para escribir excelentes novelas, ensayos rigurosos, remarcables opiniones elaboradas desde una curtida experiencia personal, pero para vivir no sirve para nada. El tiempo y la distancia acicalados como sabiduría o experiencia sirven para acomodarse en lo útil o en lo práctico, para evitar lo qué puede doler, nos convierte en previsibles y nos proponen ponernos a resguardo de los estragos causados por las emociones, señalan el camino de una comodidad que anuncia el más puro aburrimiento. Estos ruinosos talentos son los que ganas con la perspectiva y el paso del tiempo.

4 comentarios:

M. Domínguez Senra dijo...

Como prueba de mi confianza en algo que espontáneamente voy a llamar espontaneidad, aunque no sea exactamente eso, te dejo un comentario nada meditado. Hala.

Qué coincidencia lo de "Pepito". Yo digo "Tía Jenny" incluso a los hombres, siempre y cuando que me caigan bien. Como en todo lo demás intento ser ecuánime...

La distancia es para regodearse o atormentarse o tener una perspectiva. Las cosas que me importan se han avivado con el tiempo. Creo que lo que verdaderamente nos hace sabios y nos hace actuar en el momento justo con la acción (y no reacción)adecuada y las palabras oportunas es sólo el haber vivido muchísimo. Sin avaricia. Si uno está en una cajita como un fiambre congelado o si uno hace lo menos posible, seguro que no se equivoca.

Qué pintura más buena, caray. Estaba predispuesta porque ya están floreciendo la retama y el mirto.

alida dijo...

El tiempo y la distancia muchas veces ayudan pensar en formar ordenada, percibes cosas, el cual antes no veías, pero fantasear con la mente es un escape pero claro hay que tener mucho cuidado
Hay muchos pepe, ¿cierto?
Saludos!!

Índigo dijo...

Ay, amigo ¡somos tan vulnerables y tan poquita cosa! Y aún así a veces nos creemos grandes: qué raritos somos.
Saludos

fgiucich dijo...

Leerte es una encantadora perspectiva que agiliza las neuronas. Abrazos.