A pesar de
que me gobierna, poco de lo que hago tiene que ver con el azar. Como
buen desordenado me cuesta seguir una disciplina y carezco de
cualidades para disponer de una técnica primorosa y una catadura
moral sin sombras, aunque no me quejo de ello pues creo que la
flexibilidad a que obliga la falta de orden tiene más ventajas que
inconvenientes.
Orden, lo
que se dice orden siempre lo hay, pues nada de lo que percibimos
escapa de un orden, incluido el mismo acto de percibir. Así pues,
dispongo lo que sea, en este caso romper, triturar si considero que
es necesario el dibujo escogido (ya de por si el dibujo original eracomplejo, estaba hecho de retales).
Como dije,
el orden general acostumbra a ser simple, por ejemplo: cortar a
tijera un trozo de dibujo, romperlo a pedazos con las manos y pegarlo
en las mismas coordenadas que el original en un soporte rígido. La
consigna en este caso fue alterarlo todo, pegando del derecho o del
revés a base de pedazos minúsculos o de tamaño más considerable
dependiendo de órdenes accidentales, a menudo de un solo uso, que
varían por cuestión de gusto o por necesidad, tanto por
planteamientos estéticos como prácticos, dependiendo siempre de lo
que tengo en las manos. Luego está lo de no seguir puntualmente, el
orden general, saltárselo a la torera para mas tarde, cuando la cosa
se desmanda, volver al redil. Este asistemático sistema no deja de
tener un orden difuso que acepto resignado.
El trabajo
duro por mecánico, consiste pues en romper en pedazos un trozo de
dibujo y pegarlo de forma aleatoria en soporte rígido. Esta es una
faena de lastre, pesada, como la de subir al taller el soporte,
maniobrando con dificultad en la escalera de caracol con el tamaño
máximo que puedo subir en rígido y que resulta que es el que ahora
mismo trabajo. Es la parte desagradable de picar piedra.
Las normas
generales me vienen dadas por acumulación de experiencias pasadas y
que enfatizo sin mucho convencimiento al iniciar un nuevo trabajo
intentando regular cuestiones como:
El tamaño
de los pedazos
La mezcla
ideal de tamaños
La mezcla
ideal del derecho y del revés
Si permito
que los pedazos se solapen.
Si me
esmero a consciencia en no dejar espacio entre ellos o voy más a
bulto, pegando en forma de islotes y por lo tanto de manera más
sencilla.
Normas que
luego sirven paro lo que sirven contando las veces que deportivamente
me las salto.
Las normas
implican una atención adicional, o sea un esfuerzo suplementario en
lo que hacemos que en general no estoy dispuesto a mantener mucho
tiempo.
Saltarse
las normas acostumbra a ser una liberación.
He aquí
una larga introducción, circunloquio que poco a poco debería
soslayar puesto que los antecedentes siempre son indescriptibles por
absolutos pero lo que a continuación cuento es real dentro del
escueto hilo de esta narración.
Empecé
pues pegando del derecho o del revés según me sugería el pedazo
que tenia en los dedos y en un principio me limité a pegar en el
soporte rígido los trozos que iba rompiendo del dibujo original en
las mismas o parecidas coordenadas para obligarme a algún tipo de
disciplina de estas que dan sentido a cualquier trabajo. Intenté
como casi siempre que los pedazos se recompusieran idealmente pegados formando un puzzle perfecto pero la cosa no es nada sencilla
para alguien tan poco metódico como yo. Mi primera intención es
cubrir del todo el nuevo soporte pero a medida que pasa el tiempo voy
dejando agujeros pues no consigo soportar la presión de una atención
desmedida. El: ya lo arreglaré, es norma básica y me da que no soy
el único que me permito este tipo de licencias.
Cuando
rompo o trituro un dibujo siempre dejo restos inservibles. Es una
basura adicional de lo que ya se convirtió en escombros. En este
caso y fuera de toda lógica razonable, llegué a creer que por culpa
de la cantidad de restos que iban quedando, al final me faltaría
papel. Evidentemente ocurrió todo lo contrario y queda un buen
pedazo aún del dibujo antiguo para reponer en caso de desgracias no
previstas o eventualidades varias.
Nunca dejo
de observar esta micro mierda que sobra, meditando que se podría
hacer de provecho con ella.
Al acabar
y cuando toca, se inicia una contemplación que alterna el mirar con
el observar, para continuar luego con el siguiente paso que consiste
en empezar a actuar sobre lo que un conceptual y dirigido azar dejó
planteado.
2 comentarios:
Me encantan estas trasposiciones del arte más callado al quehacer de los que usamos principalmente el lenguaje verbal. No sé si eres consciente de que eso puedo alterar tu obra, ya que las palabras a veces consiguen hacer girar goznes invisibles...
Me encanta.
Res passa en va. A mi no em desagrada així que potser continuaré.
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