La mayoría de las veces, lo que me gustaría reflejar en estos delirios que transcribo son los vericuetos del absoluto más desconcertante con el que a menudo tropiezo, el absurdo.
Claro que
el absurdo se distingue por no tener mecánica alguna y aquí radica
la dificultad de ser coherente en lo que sea si hemos de contar con
él. La meditación, que para la mayoría es de un engorro
ingobernable; pues parece en extremo peligroso esto de pensar;
esconde en sus entrañas simplicidades como el OM y la
contradicción de que el objetivo del meditar sea llegar en alguna
ocasión a no pensar en nada.
Me
sorprende también todo lo que con apariencia de simple, exige
incontables cantidades de tiempo y esfuerzo.
Dado que
la verdad se me niega, dirijo la distraída atención hacia parajes
similares. Lo que aceptamos como auténtico me parece ideal.
Auténtico es una palabra de compleja articulación probablemente
debido a los estragos que sufrió por uso indiscriminado y también
porqué la modernidad ya no está para según que fiestas. Son aquel
tipo de palabras que no se sabe porqué se les extravía el sentido y
entran en alarma de extinción, como las especies no protegidas.
Antes, cuando la palabra auténtico cumplía como una cualidad
personal encomiable, reflejaba a personas que eran capaces de
transmitir fe a base de defender objetivos nítidos, sin dobleces,
nada que ocultar, siempre en tono positivo, gente de una sola pieza.
Como es
evidente, los tiempos cambian y ahora llamamos auténticos a los
friquis, o sea a los estrafalarios, a los que no les importa o parece
no importarles lo que los demás piensen de ellos, algo así como
Esperanza Aguirre. El significado de las palabras que manejamos se
modifican sin pausa, constantemente y como son de entre nuestros
recursos narrativos de los preferentes, nos enseñan que, para
entendernos hemos de mantener frescas una buena cantidad de
acepciones curiosas.
Los
recursos narrativos que disponemos son más numerosos de lo que
parecen y aunque me cueste descifrar que es lo que busco transmitir,
sé que en los dibujos afloran, como en muchas otras actividades,
nuestras vivencias, estas experiencias que nos marcaron porqué a
menudo rayaron lo absurdo.
De alguna
manera, todo esto viene a cuento de que la simplicidad que ahora
quiero que luzca en esta presente actividad, el objetivo de batalla
para en definitiva huir de la nada, es probar de intentar mostrarme
como soy. Alardear de auténtico. Menuda contradicción, pues esta
voluntad, que de lógica no necesita de esfuerzo alguno, pues cada
cual es como es y no de cualquier otra manera, se vuelve sumamente
intrincada de cumplir cuando se quiere merecer. Así resuelvo que es
posible que no intente buscar tanto el auténtico yo, como encontrar
un tipo de narración llena de gestos de transparente honestidad que
me tranquilice, un relato donde que me sienta cómodo, que me dé
equilibrio, cuestión de ir pasando el tiempo sin sufrir demasiado.
Así lo
que en principio parece sencillo se retuerce complejo al atender en
exceso que es lo que debo hacer para cumplir. En este caso, como no
tengo por costumbre valorar constantemente si lo que digo o hago
tiene que ver con mi auténtico yo o si por el contrario es una
actitud formal para evitar problemas o tener que dar explicaciones. En fin que no
sé cuantas veces soy yo o me camuflo agazapado en lo que la
corriente general permite sin sobresaltos. Esto me obliga a andar
hurgando interioridades para descubrir que lo elemental siempre anda
enmascarado y que se acoge más al absurdo que a lo intrincado.
Quiero. De verdad que quiero. Esto es lo que quiero con feroz y auténtica firmeza: mostrar sin ninguna vanidad (que igual si la tengo bajo un conveniente disfraz) que lo que hago, estos dibujos que regularmente cuelgo en el blogg, no tienen secreto alguno. Vaya descubrimiento pensaran muchos de ustedes. Pues... a estos no me dirijo, para qué si ya lo tienen claro, hablo para los que creen que algún mérito tendrá la ocasional fanfarria orgánica a que me dedico, aunque el valor sea mínimo.
Para
empezar con este cuento, me pongo, abocado en el zafarrancho de poner
de alguna guisa, orden en los desaguisados que mi rabiosa parte
conceptual de entender el arte y el azar puso en abundancia. En el
momento de valorar lo que dejó la automática mezcla para constancia
de mis ojos y cuidado de mis manos.
Quizás
continuará... o no...
1 comentario:
Permanezco atenta en mi pantalla, como se suele decir. A ver qué sale de todo esto.
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