01 septiembre 2012

Masticar

(figura 1)

Enrique Lynch cuenta los efectos que le producen tanto la prosa de Kierkegaard como las sinfonías de Bruckner porqué según él son muy parecidos y lo asocia a la metáfora (wiederkäuen) de Nietzsche–. Lynch dice textualmente: “no se contentan con repetir un tema sino que lo mastican y lo vuelven a masticar, de tal modo que el lector (o el oyente) acaban por descubrir en el asunto sentidos inesperados que permanecían enterrados bajo la superficie de los signos”.

No pretendo ser pretencioso, pero de común, lo que sea, en cuanto aparece, obedece religiosamente a los mismos parámetros. Si hablamos de masticar; si se insiste con el dale que te pego mandibular, descubrimos incontables e inesperados sabores.

Esto que he bajado (figura, 1), no es un dibujo pero me gustaría encajarlo en el amplio abanico que actualmente se concede a lo que llamamos arte y seguro que se puede considerar arte si aceptamos que discurre por los raíles del concepto, pues estos, son de tan ancha vía que entre ellos se podría meter al universo entero.

Me gustó lo de masticar porqué como cualquier otra palabra, si la agarras con insistencia, al conjurarla descubres que se pueden elaborar un sinfín de ocurrencias, parece como si, dedicados a extraerles el jugo, cada palabra pudiera desvelar montones de enigmas.

En bellas artes me llamaban el náufrago y este temprano vaticinio de los dioses se cumplió religiosamente ya que no interpuse defensa alguna a lo que presagiaron sería mi destino, aunque esto ahora, no creo que venga a cuento.

Un día conté, muy aproximadamente, los dibujos que se amontonan en mi estudio. No recuerdo la cantidad que tengo ni importa, lo que cuenta es su peso, su peso en días, en horas, en imágenes nunca del todo satisfactorias y en su fatídica decadencia. Pero lo que peor llevo es su esclavitud, el peso de lo que se me convirtió en un cautiverio, en un malquerido álbum que desbroza al detalle la ruina de mi vida, y por esto ahora me gusta jugar a los naufragios que sí, vienen a cuento.

Lo que quería desde un buen comienzo es buscar la manera de justificar esta deriva que me impele desde hace unos años a destrozar (y esta mierda es la martingala que tiene que ver con el llamado arte conceptual) viejos dibujos. Seguro que alguien lo hizo hace mil años o lo está haciendo ahora mismo en cualquier otra parte del mundo, vaya una originalidad.

No quiero remontar hacia atrás que luego me pierdo, pero es que no soy original ni conmigo mismo, que de siempre me ha gustado jugar con la casualidad, que este tipo de artificios me viene de mucho antes, de cuando insatisfecho con el resultado de un dibujo lo partía y para alterarlo pegaba aleatoriamente sus pedazos o, para continuar masticando mas posibilidades, los mezclaba con pedazos de otros dibujos que penaron la misma suerte. A partir de aquí, como de milagro, aparecía un mundo distinto, con la gracia de que, sin dejar de ser un producto de elaboración propia me resultaba mucho más sugerente. El azar siempre sacaba a relucir interesantes matices de entre las miserias rechazadas.

Mastiqué hasta hacerlo trizas, un antiguo dibujo y como un nefasto aprendiz en el arte de la marquetería de papel, he pegado con azaroso gusto pedazos y trizas, mas del revés que del derecho (¿Puede haber algo mas oculto que el adverso de un dibujo?), en una faena parecida a desbrozar y arar un campo para luego, al atardecer, contemplar el arrasado paisaje (figura 2), un desastre que de pié a que el Ave Fénix resurja.

Me gustaba y me sigue gustando una recuperación tipo ave fénix. Como una metáfora que cuente que todo lo que existe tiene su parte orgánica: la casita de pescadores con piedras de una antigua muralla romana brillando en su fachada. Así, mis dibujos pasan por mil avatares, los destruyo y recreo continuamente mientras sigan acompañando mis inseguros pasos y mal que me pese no puedo ni quiero evitarlo.

(figura 2)

2 comentarios:

M. Domínguez Senra dijo...

M'agradaria viure més a prop de la natura, si és que podem dir que encara hi ha natura, que ja va dir Julio Caro Baroja que no. Em conformo amb el cel, la llum, la brossa i les menges. La brossa és per mi fascinant. També la gent que té prou coneixements per fer servir "material de derribo", runes, naufragis, reciclatge.
Fa temps que busco un versicle sobre la vida de Jesús on es deia poc més o menys que de les restes desfetes del que s'havia acabat es faria o feia el que ha de ser o el que és. Com no crec haver imaginat el passatge espero retrobar-lo. Total, el NT no és tan llarg!
Una vegada vaig fer una guirlanda amb les meves notes en paperets.
M'encanten els quadres, la reelaboració per opus ciclopeus o com aquells pirulís que el temps i el pes va esfullant, les escombraries que cull el vent, tot.

Cerillo dijo...

Molt sovint abandono els dibuixos que m'agraden o que penso que agradaran per raons que encara no he decidit esbrinar i m'esforço en els que son un desastre. De la mateixa manera he abandonat tots o quasi tots el materials nobles pel que tothom consideraria deixalles.