15 agosto 2008

Biografía anodina





Un día Salvador se sintió empañado por una leve sensación de fracaso. Sin ninguna aplicación, había vivido lo suficiente para empezar a sentirse cercado por su desesperante abrazo. Eludió o postergó sistemáticamente a lo largo de su vida cualquier disciplina que implicara esfuerzo alguno sin dejar de creer por eso que atesoraba unas inmensas facultades artísticas. Era un artista sin deseo, necesidad, ni voluntad de hacer nada. Magnífico, así pues su energía quedaba exenta de cualquier otra obligación que no fuera seguir el impulso de vivir.

Vivir no te libera del hecho de elegir aunque solo sea el ir de acá para allá, hacer esto o aquello, conocer gente, saber ser agradable o desagradable pero intentaba que tales cuestiones no le procuraran la más mínima preocupación. Evitaba siempre que podía tomar decisiones arriesgadas. Su mundo ficticio se deslizaba sin ruido por la brillante superficie del constante movimiento.

No, no había fracasado, simplemente, nunca puso empeño en nada.

El día en que sintió la áspera opresión del fracaso, su angustiosa y fría caricia, empezó a escarbar furioso en busca de las claves que le ayudaran a reconstruir la implacable geografía que le abocó hacia tan monumental, catastrófico y constatable desastre. Aun está en ello.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No fracasa quien no tiene un objetivo. Creo que Salvador no debe lamentarse por lo que hizo o dejó de hacer, ni debe remontarse a un pasado en que era otra persona. La acumulación de experiencias provoca nuevas inquietudes y nuevos deseos, a los que hay que enfrentarse con la fuerza del presente, no con la nostalgia del pasado.

Interesante post de Viernes, por cierto...

Índigo dijo...

Magnífico texto y precioso cuadro.
Un abrazo

M. Domínguez Senra dijo...

Si lo opuesto al fracaso es el éxito, yo prefiero el fracaso y mejor aún sus alternativas.