No es
ninguna novedad que una de las formas mas elementales y eficaces para
someter voluntades es intentar que las victimas de nuestro desafecto
quede sin esperanzas. A esta penosa estrategia dedican grandes
esfuerzos determinados sectores claves de nuestra sociedad para
mantener amordazada e inactiva la cada vez más numerosa parte de la
población abandonada por el sistema. Mueven sus tendenciosos hilos
para que nada se modifique. Con esta sucia e indecente jugada
intentan proteger y asegurar la impunidad de los continuos excesos
que se permiten los que detectan el poder y así se proclama sin
rubor: esto es así, no tiene remedio, no hay otra solución,
cualquier otra sistema seria peor, fuera de nosotros solo existe el
caos que si, que si hace falta lo promueven. En fin, toda una serie
de repetidas consignas que ponen al descubierto la falta de
escrúpulos que caracteriza a los poderosos, pero sobre todo la
fragilidad de los argumentos que gastan para defender un mundo
descontroladamente permisivo para sus intereses mientras, con mano de
hierro, se esfuerzan en controlar hasta la extenuación el estrecho
margen de libertad que supuestamente goza la población afectada por sus desmanes.
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