12 enero 2009

El título.



Sobre la vida, sobre la replica, la memoria. Sobre el tiempo.

Einstein, el genio, buscaba una ley universal que lo explicara todo, que lo contuviera todo. No está muy lejos su concepto científico de lo que otros le dan el nombre de Dios.

Escribo y quiero llamar la atención sobre ello. Sufre, el que cuenta, para encontrar la esencia de un título ideal que sea la contracción perfecta de la historia y hasta puede sentirse orgulloso de haber dado con la mejor síntesis, pero esta ilusión no descubre nada, no sirve para conocer el contenido del cuento.

Sobre la vida espectáculo, que es contar constantemente lo que se ve, lo que se siente, porqué la vida sin la memoria de contar no existe. La vida es réplica de contar lo que escoge la memoria o el azar mismo.

El enemigo imbatible es el tiempo y lo digo muy conciente de lo que no podré entender nunca, la pretendida importancia de su duración, pues al simplificarlo todo en mi deriva hacia la nada no le veo la diferencia en estar un segundo o miles de millones de años si al fin y al cabo el resultado, restado el tiempo, siempre es el mismo, dejar de ser, seas una partícula o un universo.

Lo cierto es, que lo que hay es contra el tiempo, y así hoy sentado en el ordenador, con la ilusión de gravar perenne mi historia, para ganar tiempo al tiempo, utilizo ridículamente este soporte infinitamente más ligero, frágil y caduco que el que la naturaleza seleccionó al azar y fijó con el resultado actual de nosotros mismos, me siento hacer algo positivo y quizás importante.

No son seres lo que vemos vivir sino contenedores de memoria (xips orgánicos) que intentan vencer al tiempo. No quiero, pienso, vivir eternamente, no habrá peor tortura que ser conciente Dios, pero mira, me reservo el interés que tiene llegar hasta el fin del tiempo, para ver por un instante el rostro de su extinción. Aunque lo más probable es que sintiera en este instante concentrado todo el dolor que puede sentirse por dejar de sentir, por dejar de ser

Siento a veces, insistente, que está en mi y replico insistente, imperfectas copias del pulso que todo lo contiene.

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