Quisiera
seguir con la historia esta del arte, pero no consigo superar la
dificultad que entraña filtrar lo que en exclusividad le pertenece
por la sencilla razón de que buscar la independencia de lo que sea,
en sentido estricto, no es que no tenga sentido, es que sin contagio
nada se enhebra.
He contado
de que cosa tan alambicada como el gusto; que en lo que a mi
concierne se muestra indefinido e indefinible; es en el fondo el que,
en una mas o menos controlada cadena de decisiones, va elaborando lo
que luego resultará un discurso específico. Joder, o sea, en plata
y sin llegar a la prehistoria, lo que ya he contado: pongo este u
otro color, sigo por este camino, me desvío, modifico lo que no me
gusta, o mejor, lucho penosamente para que lo sugerido se manifieste…
Caigo
ahora mismo en que, concretar una idea nos satisface enormemente
porqué cumple con la ilusión de que hemos sido capaces de elaborar
una limpia verdad, como quien encuentra un boletus en medio del
bosque, tropiezo pues ahora en el mismo engaño, en usar la
tendenciosa licencia de creer que se puede impunemente separar una
parte de un todo y luego determinar su pureza en algún sentido por
el simple hecho que obedece a ciertas normas, esto nos hace felices
pues desvela una realidad asequible y que nos convence o conviene en
cada particular momento y para esto sirve y es suficiente.
Las ideas
son como partículas locas que rebotan en las paredes de mi cerebro y
revisan incansables todos los rincones. Este centrifugado sistema que
me habita absorbe con rapidez cualquier idea luminosa, arrasada por
el marasmo de unas dependencias infinitas e inescrutables.
Así es el
arte.
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