No sé si
culpar al arte o a la calurosa noche que soporté, de que me venza
hoy la locura de los colores. Una vez despierto, además de la
habitual ceremonia del agua sigo con el rito de intentar gobernar las
inquisitivas palabras a base unos buenos zarandeos. Es un juego. El
arte se apoya en los colores y todo dios alimenta días negros,
¿porque no rojos o amarillos? Sueño despierto, entorpecido por el
calor, mientras le discuto al relente, una serena liviandad para la
mente. Esta es una composición de lugar artificiosa que ejemplarizo,
con la necesidad de encontrar un bonito encaje que dé con el ansiado
equilibrio. Así se une el arte con la vida y puesto que no conozco
fuera del chiste, animal artista, el estigma que soportamos tiene que
ver a la fuerza con este artificio, con la insistencia en rebajar la
inasible complejidad de lo que nos circunda con el valor de lo
simple. Servido el timo con las suficientes dosis de fe, parece que
el artilugio sirve de escudo contra la inhóspita naturaleza, que
aunque no le es dado desconcertarse, a veces, creemos incautos, que
al fin, pudimos subyugar su implacable energía. Nos mentimos, y esta
misma falsedad es la escueta piel de la burbuja que nos protege: un
tenue halo místico. Es una locura creer en todo lo que creemos en
severa cautividad, esclavos de una compleja red de absurdos que
milagrosamente nos sostienen para lo desconocido: el temido abismo
que se divisa desde nuestro particular y único universo.
1 comentario:
Por mucho que andemos, huyamos o nos detengamos siempre parece que vamos a dar con nosotros mismos como en una encerrona. Si pudiera elegir un color para hoy tendría un día azul.
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