19 mayo 2007

Escribir


Como todo el mundo, puedo escribir sobre cualquier cosa. El fundamento de este arte consiste en el ejercicio de tirar de cualquier hilo y esperar a ver que es lo que sale. Es como pescar, tienes que esperar a ver que pica, zapatos incluidos. Otra cosa es la enjundia y la calidad de lo escrito.

En estas mañanas de primavera mientras voy andando hacia el trabajo me acompañan junto con el fresco y el rocío temas sin fin que me sorprenden, desarrollo y olvido. Diserto en solitario y de corrido por cualquier motivo, con o sin fundamento. Es un juego que siempre me satisface pues ascuas y sardinas son sólo mías. Pero al ponerle texto nada es lo mismo. Lucho no sé si con o contra las palabras y siento que en exceso me vencen y me orillan. Mi discurso es ridículo por su simplicidad, verdad es verdad y no mentira, que absurdo. Palabra es palabra y verbo, verbo. Quiero decir libertad y parece oscurecerse el horizonte. Que mierda de palabra es esta que siempre tenemos cautiva. La puta palabra comprada y vendida, pienso, ha dejado su pulcra virtud abandonada en la etimología. Amor, felicidad, justicia, progreso, vida… quien sabe lo que son si es que algo fueron. Solo se salvan hambre, dolor, muerte, con estas nadie discute, todo el mundo se entiende.

Tengo un problema, me pongo a escribir de cualquier tema y derivo hacia lo plomizo. Se lo dije a JM y me contestó: que coño quieres, eres pesimista y punto.

Quiero y deseo humor pero cuando escribo se me disipa en un santiamén y como en un colador de trama gruesa solo me deja los tarugos del desánimo. Me siento como enemigo de mi mismo.

He aquí, me pongo a escribir y me invade un sarpullido de trascendencia. Escribir me impone, me da por la seriedad aunque sepa perfectamente que si de algo se debe abusar en esta vida es del humor. El disfraz de la adusta dignidad sólo nos lo deberíamos poner en casos de grave desfallecimiento. Y dale, fijaos, hablo de humor y se me vuelve palo, no tengo remedio.

El hecho es que nos birlaron el sentido de las palabras. Abusaron de ellas hasta convertirlas en el hazmerreír de la modernidad. ¿Quién pierde el tiempo en desnudarnos de letras, de artes y de ciencias? ¿Quién nos dejó sin nuestra defensa más activa?


Como no puedo hablar de invisibles, tenebrosas y desconocidas fuerzas sin poner en peligro mi razón, acuso a nuestros ilustrados y sometidos culos, a estos mismos que vendimos hace tiempo en asiento burocrático, por un puesto en el seguro, una plaza de catedrático, un pintor de renombre, un fabricante de latas, un comercio de avestruces, un director de cine, un vendedor de ilusiones, un usurero y todos los que satisfechos con el valor de nuestras posaderas y buen sustento lubricamos con destreza esta maquinaria que nos engulle.

Quizás todo sea debido a la general ambición de tener algún día el premio de llegar a ser miembros de este selecto, tenebroso y desconocido poder que a todos y a todo puede someter, o esto me parece.

4 comentarios:

Índigo dijo...

Un pesimista es un lúcido sincero; visto así no hay nada de qué preocuparse. Malos tiempos para plantearse la pulcritud de las palabras, pues en campaña todo vale, hasta retorcer el sentido y decir lo mismo y lo contrario a la vez. Pero lo peor es esa selección cuidadosa de palabras para no decir nada, nada que sirva, nada que comprometa, o sea, nada de nada, pero que quede bonito, planchadito, estiradito...
Bueno, a tus palabras solo les pongo una pega: que me hacen esperar demasiado.
Un beso.

Lienzo dijo...

eso siempre me pasa, pienso algo que en la mente es genial pero a pasarlo a la forma no tiene sentido... a veces me duele mucho cuando pienso poemas y cuentos y los olvido. Se van al aire y nunca los recupero...

alida dijo...

Cuanta verdad dices en este post, sabes soy neófita en escribir, espero algún día aprender, pero mientras estoy hilando letras
Un abrazo

fgiucich dijo...

Uno escribe lo que siente y lo que quiere. Abrazos.