12 agosto 2011

Contundéncias orgánicas

Nada me parece tan contundente como un puñetazo en los morros. Casi todo el mundo sabe que no soluciona nada, mas bien lo contrario, pero, a pesar de todo, muchas veces, entiendes de que cuesten evitar. Yo solo he dado un par y no quiero contar los que me dieron. Bien, no arreglan nada pero personalizan el problema, el problema se concreta en el que pone la nariz. El puñetazo seria la síntesis de un estado determinado de cosas y aunque no sirve para enderezarlas nos mantiene vivos, esto, si los agredidos no se revuelven agresivos en exceso. No, no creo ni acepto la violencia, pero tengo cierta debilidad por lo contundente, esto de simplificar la complejidad dando puñetazos aunque sea sobre la mesa. Creo en la necesidad esporádica de este tipo de contracciones compulsivas.

Como todo bicho viviente, siento debilidad por la vida y por esto la fe tiene un extraordinario valor pero, como soy muy perezoso, pienso que nada nos tienta tanto como la comodidad. No hay vida sin esfuerzo y el que nos toca asumimos con naturalidad aunque intentamos por todos los medios aliviarnos como sea, y como los cambios requieren un esfuerzo suplementario, juro que nadie, óiganlo bien, nadie, esta dispuesto a malgastar energía en ello, o sea que, solo tentamos la fe de tirar hacia lo desconocido, cuando nos va la vida en ello. Esto que categórico afirmo, es el clásico relato contundente que podríamos matizar hasta el infinito, hasta el mismo momento en que no entendiéramos de que jolines estamos hablamos.

Yo pienso que por comodidad la evolución se podría haber quedado en las bacterias, que son las que mejor se adaptan a los rigores medioambientales extremos. Prisa, lo que se dice prisa por cambiar nunca la hubo que entre pitos y flautas pasó más de cuatro mil millones de años hasta que apareció un trilobites. Yo pienso que un átomo se siente cómodo con los electrones que le toco en suerte y no le importa pasar unos miles de millones de años a su aire, tranquilo e impertérrito, aunque no sé si les dejan estar tanto tiempo cómodos.

A mi me gustan la células procariotas, que parecen una barca de un solo remo con esto del flagelo coleando que no creo que les sirva para ir a ningún sitio sino, más bien, para moverse al buen tuntún, circulando, o sea dando vueltas al azar. Envidio su feliz y simple navegación.

Dicen que el desequilibrio mueve el mundo de la materia, yo creo que si hablamos de la orgánica el traspiés se trasforma en locura. Creemos que el mundo es la loca burbuja que habitamos cuando solo es un reflejo deformado de él. Cuando nos reconocimos en los espejos y supimos que esta sombra o imagen percibida, soy yo, yo mismo, surgió otro desequilibrio, un nuevo rizoma de la evolución, un flagelo metafísico que nos convirtió de golpe en el centro de lo sentido, en el núcleo del universo. Ya pasó o deberíamos de pasar de este caduco concepto, pues, ahora mismo, a mi me da por pensar que, como sabemos que somos parientes de todo lo orgánico, que si retrocediéramos rectos como una bala todo el camino andado pues, llegaríamos a una célula procariota, a una bacteria o a algo mucho menos consistente, esto nos debería servir para salir del error de creernos el centro del universo y así poder aprovechar las ventajas que proporciona el anonimato o sino pregúntenle a un famoso, a alguno de los que aún disponga de algo de cordura, que es lo que daría por pasar desapercibido. Tengo fe en que un día, podamos asumir que somos del todo intrascendentes, que somos uno más de vete a saber que, esta es una de las condiciones para ser felices como una ameba. Aunque, ¿sirve para algo la felicidad?