Despertar, sentarme en la cama y
ponerme en pie es de un considerable esfuerzo, pero por la cosa de la
rutina no me hace sufrir tanto como alguna capciosa palabra que sin
permiso de nadie, aparecen por arte de magia en mis reflexiones
matinales. Hablo cada noche con Laoar, que la tengo lejos de casa.
Hablamos por este artilugio con lucecitas, que tiene un montón de
propiedades y un impracticable encogimiento que se llama móvil, pero
que, a pesar de sus cualidades y servicios no deja de parecerme tan
inhóspito como los antiguos aparatos de baquelita. Al teléfono le
encuentro de siempre una lejanía, un hueco misterio que nunca
encontré en la televisión que la imagen, ya sabemos, deja poco
espacio a la imaginación. El caso es que no me gusta hablar por
teléfono, me evoca la presencia de un desolado espacio vacío que me
supera.
Será por el teléfono o por el
contenido de la plática que ayer mantuve con Laoar, (la que es de
letras pero estudia ciencias) que esta mañana la palabra:
desolación, ocupó mi mente al rato de despertar. En el diccionario
definen desolación como el paisaje que deja la destrucción de algo
y deduzco que la parte ruinosa de hablar por teléfono es la áspera
extrañeza que me produce escuchar la voz sin una presencia física
que sustente el relato, la constatación del tipo de desierto
afectivo que prospera con los tratos virtuales.
Desolación que me produce una tristeza
que hoy, por momentos, se vuelve infinita, que voy sucumbiendo a una
ligera pero constante sensación de pérdida, que asisto con estupor
a lo que entiendo es una sistemática destrucción de lo que con
tanto empeño se levantó. Desolación de ser espectador y víctima
de una antiquísima representación con la que, cuando pintan bravas,
se protegen los poderosos, un simple guiñol de títeres solo cabeza
pegando palos de ciego a demonios de cartón descascarillados. Se
insiste en que el mundo es extremadamente complicado pero se aplica
siempre la receta mas simple de toda la historia: títeres sin
escrúpulos, palos y tentetieso.
Consternación por el minucioso trabajo
de desarticulación de una sociedad abotargada en la comodidad y la
desmesura. Una sociedad que se secuestró al desmerecer los valores
sociales y entronizar como ideal común el egoísmo de tener mas que
nadie, sacralizando así, la obtención como sea, beneficios
escandalosos. Es lógico que en esta competición venzan los
psicópatas y que como paisaje natural, se agudicen y eternicen sus
dominios aunque sea a costa de degradar a la ciudadanía a la
miserable condición de payasos o de esclavos, esta es la rutina de
la historia, la que construye brillantes imperios a base de
desolación y muerte.
La neurociencia llegará a descifrar
casi todos los recovecos del cerebro y hasta la misma ubicación del
alma sin descubrir pero, donde se esconde la absurda codicia de
querer acaparar recursos con los que se podría vivir centenares de
miles de vidas sin agobios, pero más que esto, sorprende que resulte
confortable y que se reseñe como logro y modelo, aunque para
conseguirlo se haya desolado a toda una comunidad o al mundo entero.
Nos creemos muy listos, debidamente
empachados y satisfechos con las diversas recetas con que nos
aleccionan voceros de toda calaña para solucionar cada desastre. Me
bloqueé y ya no me quedan ánimos para tragar con mas trucos de los
que nos venden como imprescindibles para solucionar todos los
desmanes que se permiten. Solo aspiro a que no sean encumbrados como
héroes los que alcanzaron riqueza, solo deseo que dejen de ser el
espejo, el modelo al que hemos de aspirar el resto de la humanidad.
Esto es substancial.
3 comentarios:
Sé que en el post escribes de frente sobre otros temas centrales, pero yo me limito a dejar mi tarjeta de visita y a decir que uso el teléfono con preferencia a otros medios pero siempre que no queda otro remedio. Conozco gente que habla horas por teléfono, en una especie de catarsis o juego de parloteo, a mí no me gusta y pienso que me entenderás si te confieso que me siento como al final de un cordón umbilical comunicándome desde mi vacío con otro vacío mayor al que me siento incomunicada. Algo así.
Cuantos más medios de comunicación, a veces parece que hay menos comunicación. No sé.
También puedo decir que prefiero la desolación al nerviosismo. Eso cuando se puede elegir, que a veces no.
Un saludo,
Marta
Apunto que també es desolador el silenci de l`”Album del Tiempo”. Jo diria que el domini perfecte de l’art de parlar per telèfon es precisament per qui no l’incomoden els llargs silencis, moments que només es poden permetre els que confien amb l’estri i amb l’interlocutor i que poden ser perfectes i no tan sols per telèfon. La pausa a la fi, es el cos de la música. Per altra banda escric incontinent, em rellegeixo i ni a mi mateix em conforma el que dic, trobo que a vegades son com una espècie d’excrescència expiatòria. El que no entenc ni puc entendre de la crisi, de les crisis, de totes les crisis, es que un munt de gent ben intencionada no pugui amb uns quants mal intencionats. No entenc que entramats d’uns quants homes facin la guitza a milions. Això ningú ho explica perquè no crec que tingui explicació.
Jo sóc bibliotecària bàsicament perquè m'agrada el silenci. És a dir, si el meu ofici fós sonor no m'agradaria i m'agrada defensar que ha d'haver un espai on es respecti el silenci, tant com hauria d'haver un espai on es respectés per sobre de tot la comunicació. Quan estudiava música crec que vaig aconseguir ser bastant eloquent amb els silencis. A vegades crec que si un dia podem parlar amb els nostres morts serà per telèfon o per un medi similar.
M'agradaria algun dia escriure un reguitzell de 10-15 contes. Te'ls donaré a llegir, si no et representa un esforç i si jo considero que et poden interessar mínimament.
Jo no sé, Cerillo, si hi ha més gent d'una classe que d'una altra. No ho sé de debò. A vegades penso que hi ha una massa de gent dèbil que sempre s'adhereix als qui tenen més poder. Del que no tinc cap dubte és de què els nostres texts són "excrecències expiatòries". Retinc la frase per citar-te quan s'escaigui, que serà aviat.
Segueix bé,
Marta
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