18 junio 2009

Reflejos


Yo no soy nadie pensé en la contemplativa madrugada de hoy y por lo tanto no soy filósofo, quizás, porqué jamás se me ocurrió serlo cuando me tocaba la hora de ser, pero por lo que he entrevisto en este mundo, todos nos sentimos un poco Sócrates aunque luego quien cuenta es Platón. No sé como me atrevo hablar de lo que sólo conozco por referencias en los libros de texto u otras lecturas dispersas, sino es porqué últimamente me asaltan nieblas, o sombras, o espejos, y estos reflejos los asocio a la caverna del filósofo.

Desperté hoy con un leve y matutino insomnio que me hace reflexivo, muy reflexivo si es que debo hacer caso a que, de inmediato, mi atención quedó fijada en el reflejo que daba el cristal de la ventana abierta de mi habitación y que por un efecto espejo, doblaba visualmente una persiana idéntica a la real, una contrastada ilusión sin ninguna solidez. Puede ser que así empezara Platón con sus sombras.

Llevo muchos días de crisis, tantos que no creo que pueda definir el vivir si no es como una discontinua y empalagosa crisis de vivir. Quise por necesidad intentar flotar, me obligué a nadar, pues que yo sepa a nadie le gusta sufrir el ahogo profundo de la insatisfacción y a causa de ello me puse alocado a indagar sobre lo esencial, sobre lo que creía más substancial y me pareció que debía andar alrededor de las grandes cuestiones intemporales, los absolutos de siempre, los de los nombres fundamentales como Dios, la belleza, la justicia, el tiempo, el espacio, el amor, lo real, prendido obsesivo a conciencia por una necesidad vital de conquistar la verdad. Absolutos que resultan luego inabordables, tiempo que parece desperdiciarse en el inútil esfuerzo de comprimirlos, de simplificarlos, de hacerlos comprensibles. En estas lides encuentras, tantas veces, inesperadas simples y gratificantes conclusiones, que quiero pensar que por ello, quedas con creces compensado de la aventura de pensar.

Reflexionaba esta mañana insomne, sobre el efecto espejo y su engañosa verdad cuando descubrí que no empezamos a ser hasta que nos preguntamos por quien es nuestro reflejo, o sea que, sin un físico espejo donde poder vernos no se puede llegar a ser. Nuestro conocimiento nace pues de un espejismo. Nadie puede ser por si mismo. Esta obligada y tangencial manera de acercarse a la realidad es quien crea nuestros enmarañados mundos empañados por la falsa percepción de los espejos. La realidad no puede existir sino es en el marco que desvelan los reflejos, las reflexiones. Reflexiones que acostumbran a ser inciertas y dolorosas pues la anhelada plenitud que se consigue con la felicidad sólo es posible desde la inconsistencia del no ser (esto que viene a resultar la totalidad del ser, otro absoluto incomprensible de por si).

El éxtasis, la felicidad, es pues irreflexiva, inmediata, despersonalizada, situada en el limbo etéreo que nos da la inmediatez del vivir sin pensar. Instintiva y fugaz, abarca en su elementalidad instantánea tanto brillo que su recuerdo --una ilusión-- nos seduce y nos obliga para siempre a la insatisfactoria tarea de perseguir sus reflejos. Estamos castigados a luchar sin descanso con sombras en medio de la niebla para encontrar la luz en contados y ocasionales despistes, cuando desconcentrados e irreflexivos fluimos inconscientes fuera de nosotros mismos, cuando no somos nada y que luego en posteriores reflexiones, pensamos, sabemos y sentimos que fue cuando más fuimos.

2 comentarios:

Índigo dijo...

Yo también me quedaba mirando al techo (los días no laborables, claro!) viendo cómo a través de la persiana entornada de lamas rojas y sin saber cómo se proyectaba como un foco en el que iban apareciendo desde lejos y pequeñitos, se acercaban y después seguían su camino, los coches que pasaban por mi calle. Con colores y todo, era mágico.
Celebro tu vuelta.
Un abrazo

fgiucich dijo...

Es necesario detenerse, de vez en cuando, en el camino de la vida y reflexionar sobre esos grandes temas que nos acompañan siempre y que muchas veces no nos damos cuenta por la falta de un espejo reflexivo. Abrazos.