Me gusta hablar de absolutos porqué me digo, son parientes del caos. Lo pienso porqué aunque representan algo concreto como Dios o Verde en cuando intentamos aprenderlos se escurren caóticos. Lo malo de estas cosas cuando crecen sin contención es que no sirven absolutamente para nada, o sí, para tergiversar lo que llamaré cotidianeidad. Influyen con su absoluta desmesura a simplificarnos o a complicarnos la vida, según se mire.
Es curioso que un absoluto a pesar de ser incomprensible, se convierta en el centro de nuestra existencia, pero esporádicamente ocurre y arruina al instante nuestra lectura de la realidad en proporción directa a la importancia que adquiera. El absoluto puede resignarnos o enfurecernos de tal forma que nos absorba para su uso exclusivo, lo que se dice un negocio ruinoso para atinar con lo correcto en un mundo variopinto.
Juan José Millás, vio escrito en letras de molde “El dinero da la felicidad” y como la felicidad es de estos absolutos que todos deseamos morder se perdió en desentrañar lo que consideró la mejor frase publicitaria que nunca había leído. No sé si le leí mal pero acaba contando lo evidente, que es un articulista y que cobra por ello quedando todo lo demás en el terreno de lo especulativo. Seguro que leí mal, pero como todos yo voy a lo mío.
La fonética en catalán de “massa” (demasiado) y “maça” (mazo) es la misma. Esta similitud se aprovecha para construir un refrán que juega con este doble sentido: todos los mazos (demasiados) pican (duelen). Yo creo que los demasiados, que son nuestros penosos absolutos domésticos, por descontado que duelen y duelen en sentido figurado y en el real.
Si alguien está libre de pecado que tire la primera piedra. ¿No será otro incordio absoluto estas historias mías con tantos absolutos y tanto caos?
Todos los excesos acaban siendo perjudiciales y si no, pregúntenle a mi hígado. Y ya, en plan sermón de andar por casa paraboralearé que la vida es como un cocido en el que pueden entrar un buen fajo de ingredientes, pero la olla, como cualquier olla, tiene una capacidad determinada y abusar de un gusto le quita espacio a los demás y el guiso pierde una buena colección de matices. Apreciará el cocido en todo caso el que tenga aficiones parecidas. Seguro que estas recetas con ingredientes dominantes aburrirán con el tiempo a sus más fanáticos defensores.
Así como el verde es un absoluto humilde y relativo, el dinero es un absoluto total y poderoso. La historia la escriben los vencedores cuenta la misma historia: “Pagant sant Pere canta” Si el dinero manda la historia se escribe su gusto. Así pues debe quedar claro que el dinero da la felicidad y atendiendo a su legendario prestigio además lo da todo, exactamente todo y cuando digo todo, digo todo lo demás. No quiero abordar en este texto, ni puedo, el interminable detalle de este otro absoluto que es todo lo demás.
Si el dinero lo es todo, el guiso es un desastre en cuestión de matices. Miren, yo pienso que el dinero, al que le tengo cierta inquina porqué no me quiere nada de nada, puede ser en esta deriva en espiral que es la civilización, lo que en su tiempo significó la crueldad. Su exceso ejemplariza una de las múltiples caras del poder, la intimidación que pueden ejercer unos hombres sobre otros fuera de lo que sería pertinente y correcto: el poder de la seducción para conseguir el natural y complejo deseo de amar y ser amado, la posibilidad de ser comprendido y consolado.
Comodidades a parte, los excesos de dinero vienen a solventar el: si no me quieren al menos que me obedezcan o que me teman, no me digan que esto no tiene su pizca de crueldad.
Es curioso que un absoluto a pesar de ser incomprensible, se convierta en el centro de nuestra existencia, pero esporádicamente ocurre y arruina al instante nuestra lectura de la realidad en proporción directa a la importancia que adquiera. El absoluto puede resignarnos o enfurecernos de tal forma que nos absorba para su uso exclusivo, lo que se dice un negocio ruinoso para atinar con lo correcto en un mundo variopinto.
Juan José Millás, vio escrito en letras de molde “El dinero da la felicidad” y como la felicidad es de estos absolutos que todos deseamos morder se perdió en desentrañar lo que consideró la mejor frase publicitaria que nunca había leído. No sé si le leí mal pero acaba contando lo evidente, que es un articulista y que cobra por ello quedando todo lo demás en el terreno de lo especulativo. Seguro que leí mal, pero como todos yo voy a lo mío.
La fonética en catalán de “massa” (demasiado) y “maça” (mazo) es la misma. Esta similitud se aprovecha para construir un refrán que juega con este doble sentido: todos los mazos (demasiados) pican (duelen). Yo creo que los demasiados, que son nuestros penosos absolutos domésticos, por descontado que duelen y duelen en sentido figurado y en el real.
Si alguien está libre de pecado que tire la primera piedra. ¿No será otro incordio absoluto estas historias mías con tantos absolutos y tanto caos?
Todos los excesos acaban siendo perjudiciales y si no, pregúntenle a mi hígado. Y ya, en plan sermón de andar por casa paraboralearé que la vida es como un cocido en el que pueden entrar un buen fajo de ingredientes, pero la olla, como cualquier olla, tiene una capacidad determinada y abusar de un gusto le quita espacio a los demás y el guiso pierde una buena colección de matices. Apreciará el cocido en todo caso el que tenga aficiones parecidas. Seguro que estas recetas con ingredientes dominantes aburrirán con el tiempo a sus más fanáticos defensores.
Así como el verde es un absoluto humilde y relativo, el dinero es un absoluto total y poderoso. La historia la escriben los vencedores cuenta la misma historia: “Pagant sant Pere canta” Si el dinero manda la historia se escribe su gusto. Así pues debe quedar claro que el dinero da la felicidad y atendiendo a su legendario prestigio además lo da todo, exactamente todo y cuando digo todo, digo todo lo demás. No quiero abordar en este texto, ni puedo, el interminable detalle de este otro absoluto que es todo lo demás.
Si el dinero lo es todo, el guiso es un desastre en cuestión de matices. Miren, yo pienso que el dinero, al que le tengo cierta inquina porqué no me quiere nada de nada, puede ser en esta deriva en espiral que es la civilización, lo que en su tiempo significó la crueldad. Su exceso ejemplariza una de las múltiples caras del poder, la intimidación que pueden ejercer unos hombres sobre otros fuera de lo que sería pertinente y correcto: el poder de la seducción para conseguir el natural y complejo deseo de amar y ser amado, la posibilidad de ser comprendido y consolado.
Comodidades a parte, los excesos de dinero vienen a solventar el: si no me quieren al menos que me obedezcan o que me teman, no me digan que esto no tiene su pizca de crueldad.
4 comentarios:
Y entonces, uno se pone a ver "Petróleo Sangriento" (There will be blood).
Saludos.
Ya hablando de frases usadas, la del sexo por dinero tendría su complementaria en la del dinero por sexo. Dos energías que mueven parte del engranaje del mundo. Y la del poder. A veces se confunden mucho.
Hablando de ollas, una es muy bruta y prefiere los platos sencillos y poco elaborados y nada irónicos.
Ese verde de la pintura es muy especial, muy vivido.
Mi padre decía que el dinero no da la felicidad, pero tranquiliza los nervios. Abrazos.
Me opongo, de la manera mas melancolica, dramatica, irrealista, romantica, y quizas ingenua. Pero , alguien tenía que oponerse no? aunque fuera exponiendo la debilidad cursilona y anticapitalista... que no?
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