Estas noches de calor me poseyó, por supuesto sin desearlo, un delirio apaciguado.
Esculpido en un tan sólido como frágil maniqueísmo y casi saturado de una paranoica persecución de la verdad, sin alivio ni transición alguna, me sumerjo por la noche en la metafísica existencial a base de una mezcla calor y sueño. ¿En que momento dejas de percibir la diferencia entre sueño, vigilia y pesadilla? En la frontera de todos ellos, quedo estas noches de vértigos y sudor.
Me vuelven loco unas pulsiones que me impelen a unirme en un todo cierto con el impulso de encontrar alivio en mi desvelo y cuando casi lo consigo me disgregan al acto, sin solución de continuidad, en caos inciertos. Vivo sin vivir en mí. Despierto y no logro borrar por mas que quiero este oleaje que todo lo une y disgrega con metódica insistencia. Mezclan con ello sueños de imágenes descabelladas que parecen domésticas que de inmediato se diluyen para pasar a obsesionarme quehaceres de orden primero: si y no, blanco y negro y descubro sin saberlo que la verdad y la paz no existen como tampoco el blanco ni el negro, ni el si, ni el no, ni todo lo contrario.
Existo porqué sueño un delirio de ameba, el plañido de un universo que busca la unión como deseo instintivo y que la interrumpe recién adquirida incitándose brutal a disgregarse.
Luego al levantarme me digo, soñé sueños tan reiterativos que parecen pesadillas.
Digo: estos sueños son el vehículo con el que llego a sentir como un insecto, o mejor todavía, son el telescopio que rescata del fondo de mi universo el inicio de este invento. El latido de la vida: unirse, crear mundos complejos y disgregarse, ganar y perder la herida del tiempo replicándose. Este simple pálpito sigue en mi tan vigente como la primera vez que me zarandeó, vete a saber que es lo que era entonces, en el inicio del tiempo.
Esculpido en un tan sólido como frágil maniqueísmo y casi saturado de una paranoica persecución de la verdad, sin alivio ni transición alguna, me sumerjo por la noche en la metafísica existencial a base de una mezcla calor y sueño. ¿En que momento dejas de percibir la diferencia entre sueño, vigilia y pesadilla? En la frontera de todos ellos, quedo estas noches de vértigos y sudor.
Me vuelven loco unas pulsiones que me impelen a unirme en un todo cierto con el impulso de encontrar alivio en mi desvelo y cuando casi lo consigo me disgregan al acto, sin solución de continuidad, en caos inciertos. Vivo sin vivir en mí. Despierto y no logro borrar por mas que quiero este oleaje que todo lo une y disgrega con metódica insistencia. Mezclan con ello sueños de imágenes descabelladas que parecen domésticas que de inmediato se diluyen para pasar a obsesionarme quehaceres de orden primero: si y no, blanco y negro y descubro sin saberlo que la verdad y la paz no existen como tampoco el blanco ni el negro, ni el si, ni el no, ni todo lo contrario.
Existo porqué sueño un delirio de ameba, el plañido de un universo que busca la unión como deseo instintivo y que la interrumpe recién adquirida incitándose brutal a disgregarse.
Luego al levantarme me digo, soñé sueños tan reiterativos que parecen pesadillas.
Digo: estos sueños son el vehículo con el que llego a sentir como un insecto, o mejor todavía, son el telescopio que rescata del fondo de mi universo el inicio de este invento. El latido de la vida: unirse, crear mundos complejos y disgregarse, ganar y perder la herida del tiempo replicándose. Este simple pálpito sigue en mi tan vigente como la primera vez que me zarandeó, vete a saber que es lo que era entonces, en el inicio del tiempo.