Lo real lo define y perfila un vestido que somos nosotros. Lo que percibimos es una imagen cierta, pero nunca todo lo que es. El vestido filtra el contacto con lo que existe y somete los sentidos.
La imagen adoptada, los gustos adquiridos, los reflejos inconscientes, la modelación del carácter, las utopías del yo, cose el vestido. Este vestido que es coraza, esconde abismos, condiciona la mirada y se alinea con una jerarquía de ritos, valores, estados de ánimo, identidad al fin de quien lo soporta. Y este vestido se ensucia, arruga y envejece, y hasta podemos cambiarlo, aunque no siempre al gusto, no siempre cuando quisiéramos. Si alguna vez nos despojan o despojamos de él y nos mostramos desnudos, nuestra desnudez es más irreal que cuando andamos vestidos. Este otro mundo, el desnudo, es más imaginario, más sensible, cruel, frágil y oscuro.
El vestido del yo, nos borra ángulos, nos escamotea vistas, nos encoge el mundo en proporción directa a la complejidad dispuesta en su elaboración. Se puede en esto ser ascéticos y ya que no es conveniente ir desnudo que sea el vestido simple, de color crudo, sin adorno ni hechura, no nos salvará de la muerte pero puede que si de algún que otro íntimo ridículo.
La imagen adoptada, los gustos adquiridos, los reflejos inconscientes, la modelación del carácter, las utopías del yo, cose el vestido. Este vestido que es coraza, esconde abismos, condiciona la mirada y se alinea con una jerarquía de ritos, valores, estados de ánimo, identidad al fin de quien lo soporta. Y este vestido se ensucia, arruga y envejece, y hasta podemos cambiarlo, aunque no siempre al gusto, no siempre cuando quisiéramos. Si alguna vez nos despojan o despojamos de él y nos mostramos desnudos, nuestra desnudez es más irreal que cuando andamos vestidos. Este otro mundo, el desnudo, es más imaginario, más sensible, cruel, frágil y oscuro.
El vestido del yo, nos borra ángulos, nos escamotea vistas, nos encoge el mundo en proporción directa a la complejidad dispuesta en su elaboración. Se puede en esto ser ascéticos y ya que no es conveniente ir desnudo que sea el vestido simple, de color crudo, sin adorno ni hechura, no nos salvará de la muerte pero puede que si de algún que otro íntimo ridículo.