06 junio 2014

Apariencia sin sentido



Ciñéndome solo en lo que pienso que sé, digo que la apariencia es lo único fiable dentro de sus difusos límites. La polifacética apariencia se confunde con el todo. Lo considerado real no es mas que una ficción, una ilusión propiciada por la sesgada condición de quien mira. Si añado a esta contrariedad (pues todo mi entramado se apoya en creer en la inapelable verdad de esta fantasiosa mirada) la cada vez mas asumida convicción de que nada tiene sentido, en menudo naufragio he ido a caer. No mandamos ni poco ni mucho sino nada.

Si el juego en el que flotamos tuviera alguna justificación, que no la tiene, habríamos de buscarla en las estructuras, ellas sólitas se sueltan a probar cosas diversas sin orden ni concierto, aunque nosotros, productos suyos, no nos privamos de dárselo, el sentido claro. Menudo lío.

La suerte es que cuando dejas de pensar en las incógnitas que te instalan en los pulcros espacios donde divagamos, aterrizas suave o tropezando (el estado de ànimo decide) en el mundo donde las apariencias se convierten en simples o complejas realidades y sin aparente problema te reintegras en el juego de siempre, el que luego relatas cuando te dejan como vida


De todas maneras siempre hay algo que enturbia la mirada. Las estructuras piden, reclaman, andan ya en otros juegos que sin pedir permiso se forjan sin necesidad de que los apreciemos. Cuando los percibamos ya hablaremos de ellos.