Matilde me habló de un prodigioso
pájaro que queria ser cazado. Leo por ahí que la mejor recompesa
está en dar. Ni lo uno ni lo otro es tan fácil como parece, que el
verdugo se vuelve víctima y los favores luego pesan como losas.
Aprendí que es bueno mostrarse
vulnerable, no para la compasión, sinó para evitar espantar a las
víctimas de nuestra inagotable generosidad.
Y a falta de hombres, favorecemos a los
dioses.