07 abril 2012

El absurdo




Hoy, de buena mañana, recordé el viejo y mal chiste que sobre el arte moderno, se viene repitiendo desde tiempos del TBO, probablemente porqué, hace unos días, una de nuestras adocenadas televisiones lo reeditó. Una reportera o su equipo de esforzadas mentes pensantes tuvo la original idea de poner en mano de una panda de niños de guardería una tela y suficientes pinturas para embadurnar además del cuadro, un par de metros de alrededor (en el antiguo TBO ponían unos simpáticos monos). Se cumplieron estrictamente la previsiones que ya he contrastado otras veces cuando grupos heterogéneos se ponen en la faena de pintar en común, no importa que sean bebés, adultos o primates. La secuencia es la siguiente: se empieza con cierta timidez, al perder el miedo o el respeto, sea al material o a los presentes, se inicia una estridente juerga gestual donde cada cual experimenta autista con su estilo, formas y colores. Cuando empiezas a pensar que no está mal, que mira por donde, los artistas se empiezan a pisar la obra y por segundos se establece la competición de quien ensucia y borra mas de lo que los demás han pintado. Lo que mejor quedaba es lo primero que se embadurna y por ensalmo desaparece cualquier atisbo de frescura o singularidad que en un inicio despuntara. El descorazonador resultado final es en general y haciendo justicia al estricto color y textura conseguidos, una mierda considerable.

El desenlace humorístico todos lo conocemos. Se expone la obra en un lugar de prestigio (Arco en este caso) y entonces empieza el segundo acto que consiste en burlarse sin medida de una colección de incautos que valoran en sobremanera el cuadro. Esto gusta mucho a todo el mundo, tanto si nos las damos de enterados como si somos neófitos en arte o en lo que sea, disfrutamos cuando se pone en evidencia al ignorante o al vanidoso, siempre claro, que no se dé el caso que seamos nosotros el objeto de la chanza.

Esto, lo pensé en décimas de segundo pues tenia concretado el relato, pero lo que me intrigó de pronto y que a la postre me robó unos minutos fue el nexo que unía la ridiculizante broma con una de las fuentes primordiales del arte y la moda: atreverse con el absurdo, lo disparatado, porqué, concluí, uno de sus ideales preferidos: lo que es o será bello, se inspira a menudo en el desinhibido absurdo. Así el absurdo se convierte en una de las materias primas, o primeras para elaborar sin cesar lo que el tiempo o el azar sorteará o consolidará con réplicas para que se convierta en gusto, canon o pesada convención. Desde este punto de vista, el experimento, es uno más de los desatinos que constantemente se proponen y el tiempo diluye. Más intrigante es que se repita la idea y que siga gozando de simpatías.