Pensar no pide permiso aunque luego
debes darle cuerda si tienes interés en seguir con lo que va
proponiendo. Muchas veces, pinchado por la curiosidad, se la doy para
averiguar adonde me llevará esta vez el invento. Hoy decidí
despachar el subconsciente, ignorarle definitivamente. Siempre me ha
parecido un bicho raro y como no recuerdo ningún trato con este
sujeto, certifico nuestra total falta de entendimiento y
comunicación. Otra cosa son las curiosas imágenes que aparecen de
pronto en mi cerebro y que pueden resultar tan delirantes como
familiares, ¿de donde vienen y a donde van?, ¿que es lo que me
nutre de tales imágenes?, mi dilatada experiencia en estas lides me
recuerda que es una búsqueda tan absurda como inútil.
Hoy pensaba
enelcaos para darle vidilla y a ello me pongo, propósito, que por
otra parte no es nada sencillo ante la sensación de que el filón se
agota. Mientras pensaba que cuestionar, tomó cuerpo una rudimentaria
imagen en mi retina que refleja una sensación que me embarga a
menudo cuando pienso en según que temas: Cerillo, intentas hacer
ebanistería con un motosierra. Mi bagaje es demasiado rudimentario
para intentar lidiar con según que cuestiones. El caso es que me
acostumbré a estas locas imágenes y resulta que ahora, además, me
divierten. Está la imaginación desbocada que dicen que vuela y luego
la castrante pared de una realidad cotidiana ajustada a la
obligación de seguir alimentando nuestra indigesta sociedad. El
trastorno bipolar del Dr. Jekyll y Mr. Hyde se desarrolla sin
problema en este tinglado que permite pocos extravíos
particulares y que nos adormece con el dictado de interesadas
doctrinas aderezadas con corsés de pacata tolerancia y políticas
correctas.
Cumplir con el azar, con el destino,
con las incontrolables pulsiones que nos esclavizan, limita
lentamente y sin cesar nuestras expectativas, de modo que, en algún
momento, te invade la sensación de estar rodando en un tiovivo, de
mareo y de que nunca nos movimos del mismo sitio. Alimentas ingenuo
la posibilidad de pegar unos hachazos que destrocen con saña el
pequeño mundo de cartón piedra donde vivimos con la escusa de que
es un solemne aburrimiento para luego aventurarse a despegar y
navegar por el inagotable universo de la imaginación donde
establecer una siempre peligrosa relación con la locura.
Al intentar modificar los tratos con lo
que por repetido hastía, los sólidos conceptos se vuelven de
cristal. Hoy, como antes dije, en mi deriva hacia la locura descarté
el subconsciente que apañó Freud porque no sé donde coño
encontrarle que no sea en el susodicho sitio y esta plácida mañana
de marzo además y sin querer, se me rayó el espíritu afectado por
la inmemorial incomprensión mutua, que siempre me costó encontrarle
sitio y hasta aquí, lo apañaba como un intruso que colonizaba un
apartado oscuro de mi mente fuera de la jurisdicción de mis manejos
ordinarios. Los espíritus nunca se me aparecieron, tampoco mi
particular y noble espíritu y todo lo que parece navegar por
impenetrables laberintos. Creo intuir que estas tinieblas que quedan
a mi espalda o que se esconcen en lo mas profundo de mi ser o de mi
mente, (no dejo de pensar que deben tener un aspecto semejante a las
asquerosas tripas con las que nunca contamos hasta que nos duelen),
es simplemente lo que desconozco y lo que por más que lo intente
poco desvelaré que no sea para averiguar que resulta inoperante,
como cuando descubres que la sabiduría es un lastre irrenunciable
que evita que goces con ingenua y loca intensidad.
Puedo pues abandonar y vivir sin
subconsciente, sin espíritu y sin alma, siempre que conserve intacta
mi capacidad de imaginar, entre otras miles de cosas, por ejemplo,
espíritus, subconscientes y almas y a continuación, creer en ellos,
que nuestra capacidad y necesidad de encontrar ángeles de la guarda,
solidaria compañía a nuestro triste y solitario deambular, es
infinita.