25 febrero 2012

Las reglas del juego 2





Acepto mi faceta de serio de tal guisa que ni a mi me sorprende tamaña ridiculez pero es un disfraz muy adecuado para mantenerse a la expectativa. ¿A la expectativa de qué?.

La imagen, la imaginería de la mente, mi imaginación construyó esta mañana la secuencia de verme como un niño echado de sopetón al ruedo de la vida. Así de hecho ocurre y empieza el juego.

El juego es la vida y se podría resumir con un apáñate que has de tirar para adelante sin remedio.

No creo que la naturaleza sea un ente, por lo tanto no puede ser nada, pero si se le ha de dar una cualidad humana la tildaría antes de cínica que de sabia, que pienso que apuesta por todas las caras del dado, por todas las cartas de la baraja, por todas las reglas de todos los juegos, no se priva de nada.

Diría, (cosa de la física) que sin meta no se anda. La verdad puede ser la zanahoria, un imprescindible invento.

El objetivo puede ser también cualquier otra menudencia: mi verdad, y aquí tampoco puedes escoger demasiado porqué para jugar necesitas del otro y de un marco donde pelotear.

El otro, ahí está y si me pongo a contar son la tira. Certifican que tú eres. Si no huye, es que muerde, araña o pica, y en un descuido va y se te come. Si huye, además de morder arañar o picar puede que sea comestible.

La cosa elemental está entre huir o perseguir. Si te pillo te como, si te atrapan te conviertes en la merienda, estas son las reglas básicas del juego.

La sostenibilidad, menuda generalización, incide en liar el juego que se complica porqué luego nada es lo que parece.

Huir o perseguir cansa, es poco sostenible. Lo sabe Pavese y la mayoría de bichos. Un perezoso o un agotado se encontró ya abatido con una buena estratagema: quedarse quieto.

El artista de mis entrañas me dice que si entre el blanco y el negro se cuela el gris, se lía todo. La posibilidades se vuelven infinitas. Lo gris sería quedarse quieto.

Lo infinito mejor no mentarlo. Si pensamos en ello nos absorbe sin remedio para poco.

El engaño es de un gris raro, tanto, que se camufla de todos los colores. La vida se nutre por excelencia de las rarezas.

La más brillante de todas las artes de Messi que, como la misma naturaleza las gasta todas, es el amago, una delicadeza propia de depredador como el camuflaje lo es en la presa, aunque luego amague la presa en la huida y se esconda el depredar para atacar.

Has de contar con todas las artes, que se puede ser a la vez verdugo y víctima.

Dribla, amaga, esconde, corre, para, escúrrete, vigila, posiciónate, toma carrerilla, huye, estate atento, alerta, en guardia, en forma, listo, defiende, ataca, elude, encaja, golpea, muerde, coge, atrapa… juega, compite, vence…

Competir sin descanso, y aunque no ganes nada, sentir que vences, esto y nada más es lo que hay.   

09 febrero 2012

Las reglas del juego




Al terminar el fútbol, a veces no tengo suficiente con el simple resultado del partido, así que busco seguir gozando o sufriendo con las repeticiones, resúmenes, y según haya sido el desenlace, las tertulias amigas o enemigas. Zapeo en este sinfín de programas que con más saña que acierto nos consuelan o enervan, que de todo hay, para que los consumamos los sufridos y alelados televidentes, radioyentes o foro aficionados y es que… como la parte de “todo el mundo” que me toca, asistí religiosamente a la enésima representación de otro partido del siglo que dirimimos tan a menudo que más que del siglo parece el siguiente asalto de un interminable combate de boxeo del que solo nos podría liberar un KO de funestas consecuencias. No me costaría nada sacar punta a cualquier oportuno hilo de la efemérides para embrollar aún más la perenne batalla entre las aficiones que embarullan cada partido. Esta discordia forma parte de la historia, del particular y aleatorio me gusta no me gusta de lo que sea y de la perentoria necesidad de que los demás acepten nuestras opiniones o certezas por inverosímiles o delirantes que sean.

En una de las tertulia, un irreducible y desconsolado forofo abrumado por la derrota, justificaba con peregrinos argumentos la incapacidad de su equipo de ganar al mismo tiempo que desmerecía los méritos ajenos con aspavientos, insultos y rosario de infamias, nada nuevo bajo el sol. Herido en lo más preciado se descolgó agorero con la manoseada frase de que quien ríe el último ríe mejor, un bálsamo para el perdedor que no es capaz de apreciar que nunca nadie se ríe el último. A menudo tenemos la necesidad de agarrarnos a clavos ardientes para no caer en la desolación. Por la mañana y sin que sirva de precedente, en mi cotidiana lectura de Musil leía que una de las protagonistas “sentía que todo aquello a lo que con tanta fuerza se agarraba, no estaba exento de la constante sospecha de que era simple apariencia”. ¿Qué es todo sino apariencia sujeta a la machacona apisonadora de la realidad?

Cito a Musil porqué el pensamiento de Ágata me recordó remotamente al tertuliano y la anoté presto en un resguardo de la Primitiva para recordarla literalmente. Me gustaría citar con regularidad pero reconozco que carezco de las mínimas cualidades para hacerlo, que no dispongo de singular cultura ni de suficiente memoria que, sin ánimo de ofender, leí a Enrique Lynch en Prosa y Circunstancia (Barcelona Anagrama 1997) que: “una persona culta no es la que ha leído y aprendido mucho sino mas bien el que recuerda y reelabora y sobre todo sabe citar lo asimilado, o sea los más memoriosos y hábiles en dar referencias librescas”. A mi me gustan las citas, apuesto que con un nutrido fajo de las buenas se puede sintetizar la cultura de todos los tiempos, así pues resultan perfectas para los que tenemos un escaso fondo de armario, o poco interés, o escaso tiempo para leer lo que deberíamos. La cita nos proporciona un ligero barniz de algo parecido a la cultura que se adapta a la perfección a la superficialidad actual muy dada a generar desperdicios. En fin, no me importa si citar es cultura o enciclopedismo, que en lo que a mi se refiere, me gusta el espectáculo que proponen, pues entretiene al mismo tiempo que permite conocer a grandes rasgos a pensadores ilustres sin el engorro de tener que leerlos, cualquier cosa que me divierta es una fiesta, así es que no me importa su veracidad ni la fidelidad a las fuentes, que sé de buena tinta que los más grandes y reconocidos citadores disfrutan inventando o enredando citas.

El actual equipo del Fútbol Club Barcelona le recordaremos y citaremos durante mucho tiempo porqué ofrece un gran espectáculo. Lleva camino de convertir un abrupto ejercicio gimnástico de veintitantos jugadores dando patadas a un balón, en un delicado juego de salón donde, el matonismo, apoyado en la prepotencia física se ridiculiza a base de habilidad y estrategia o sea, propone un juego absolutamente distinto del que habitualmente nos acostumbraron a ver. Creo que han coincidido, cosa del cielo, de las conjunciones astrales, un milagro, que un iluminado con un loco y con la ayuda del buen caldo de cultivo de la Masia parecen capaces de cargarse, durante un tiempo, la visceral banca de la fuerza bruta. Veremos lo que dura y como se desarrolla el drama en los días o años venideros.

Yo vuelvo al forofo energúmeno en el punto donde se acentúa el encono dialéctico y en el crispado rostro de uno de los interfectos se refleja la reprimida intención de buscar el cuerpo a cuerpo en un intento de eludir un enfrentamiento verbal que le ridiculiza. El encontronazo, si se diera, sería una regresión total, una involución a un estado anterior a cuando, siendo evidente que es muy complicado deshacerse de un contrincante de parecida fuerza y tamaño, vence quien encuentra ventajas en la habilidad o la estrategia. Imagino que no tienen los personajes que he escogido otro conocimiento de lucha que una serie de peliculeras imágenes de peleas y que si llegaran a enfrentarse, la lucha seria un grotesco intercambió de posturas ridículas, bofetadas, patadas, mordiscos y agarrones sin ton ni son, que la evolución no nos regaló ni cuernos ni garras ni dientes que no fueran para alimentarse, ni un triste aguijón venenoso nos dejó, solo gozamos de pies planos y manos blandas y con esto, matar no resulta nada sencillo.

La edad permite valorar placeres nimios y una cosa como manosear algo redondo es un placer bien elemental. Gusta cobijar en la mano juguetona cualquier objeto que se le adapte con precisión: una manzana, una naranja, una pelota de tenis o de béisbol, una piedra de tamaño perfecto, he aquí un buen utensilio, una eficaz arma. Agarrar a alguien por el cuello y apretar hasta que se le afloje la vida es duro y engorroso, el palo o piedra o quijada bíblica simplifican el problema, que la naturaleza nos muestra que en las luchas entre miembros de la misma especie la muerte suele ser la excepción. Sin querer fijar unos límites vanos, quizás la presencia implícita de la muerte marca y distingue lo que nunca puede considerarse un juego. O sea la vida vista en general no es un ningún juego pero en particular, en los pequeños pedacitos de como la vamos digiriendo si que lo es y lo es en cantidades industriales.

Escribir me pone trágico y por esto a menudo me propongo no volver a hacerlo pero…la pelota… el juego…

Así es que juguemos, a ver, juegos donde se utiliza una pelota, un, dos, tres, responda otra vez, el fútbol: pues… el balonmano, el tenis, el waterpolo, el ping pong, el baloncesto, las canicas, el billar, el béisbol, el golf, la petanca, los bolos, la gimnasia artística, el críquet, los malabares… y me quedo muy corto. Yo, es que… imagino… que la herramienta y el juego es como lo del huevo y la gallina, vete a saber que es lo que fue primero. No puedo evitar que mi mente infantil ilustre a un hombre de las cavernas con un amasijo de algo en forma de pelota como Hamlet con su calavera, meditando ensimismado que hacer con una pelota y otra, unos enloquecidos guerreros pegando rabiosas patadas a la decapitada cabeza de un enemigo. La violencia elemental que exige acabar con el enemigo se dulcifica con unas reglas del juego que determinan los limites del terreno, del tiempo y de las acciones permitidas, pero esto no ocurre por voluntad expresa de los contrincantes sino por práctica necesidad, porqué no conviene jugarse la vida constantemente o porqué siendo muy ajustadas las fuerzas, la pelea se eterniza, luego las normas se enquistan hasta hacer olvidar los objetivos del juego, así es de complicada la cosa y como yo, lo que quería es hablar de fútbol, de la revolución futbolística del Barça, recuerdo haber leído en algún extracto de estos donde alguien intenta arrancar un trozo de verdad o más bien de espectáculo de la historia, que lo que ahora hace el Barcelona es lo que sus inventores idealizaron al regular el juego. Pues no sé, como las reglas fueron un acuerdo entre centros docentes británicos yo creo que lo único que buscaban era una forma de canalizar el exceso de testosterona de los muchachos sin que se mataran. El reglamento utilizado como base para el fútbol fue el Código Cambridge, excepto por dos puntos del mismo, los cuales eran considerados de mucha importancia para los códigos actuales: el uso de las manos para trasladar el balón y el uso de los tackles (contacto físico brusco para quitarle la pelota al rival) contra los adversarios. Éste fue el motivo del abandono del club Blackheath que luego como contrapartida inventó el rugby. La leyes se hacen y luego la realidad, la busca de la ventaja soterrada las vulneran constantemente y lo que no consiguió la norma: evitar el malintencionado encontronazo físico lo consigue el Barcelona a base de jugar lo suficientemente diestro y rápido para que el rival no llegue al topetazo violento que no sea tarde y por lo tanto meridianamente punible. Pues sí, quizás sí que era esto lo que perseguían las elementales reglas del fútbol en sus lejanos inicios.