26 enero 2010

Coletillas


¿Adónde vas? Siento que digo.

Debería sentirme avergonzado de estas coletillas que lanzo de vez en cuanto mecánicamente, más que nada porqué luego la gente, obligada, me cuenta lo que hace o se lo inventa que no sé lo que es peor. Muchos de estos dardos resultan impertinentes, eres un tío raro, suelto a un tío que estupefacto le noto que carbura a toda pastilla preocupado por donde veo su rareza. ¿Triunfaste este fin de semana? Pregunto a una funcionaria que se le retratan en los ojos las dudas, más que nada para intentar averiguar que es lo que sé y que es lo que debe o puede contarme. Es como el ¿estudias o trabajas? que tanta cancha dio en el paleolítico superior. Tú no me quieres, vocea mi hija tres veces cada día cuando la tengo en casa. Las sueltas sin pensar, sin esperar respuesta, quizás solo para que se note que existes o para notar que tú mismo existes, que tienes voz.

¿Qué haces? Notas que estas preguntando sin voluntad de que te contesten, como cuando con educado interés lanzas un ¿Cómo estas?, sin valorar que luego puede haber sorpresas. Voces insustanciales, espasmos incontrolados de la necesidad de ser, como toses o tics indeseados que surgen abruptamente, incontrolados y a veces inoportunos. ¿Y tú mujer? Preguntas al viudo a veces no muy reciente y otras meteduras de pata de muy distintos calibres. Muchas veces por culpa de andar por el mundo haciéndote notar con el piloto automático puesto. Es el tributo que se cobra la cortés descortesía provocada por lo que más que preguntar soltamos. No creo que haya escondido en ello otro subconsciente que no sea la imposibilidad de estar al loro, de estar al día, de poder mantener un trato específico con cada persona. Tenemos límites sociales que intentamos sobrepasar con trampa. Trucos que utilizamos para abarcar ámbitos que no tenemos capacidad para atender con atención personalizada. Cortesías que en general tienen mucho que ver con la buena educación, pero que al ritualizar, sirven, más que como trato personal, para descubrir con bochorno que estamos en todo lo contrario.

Y si te sientes maltratado al verte objeto de este tipo de trato. Si te consideras una víctima de la indeferencia que de él resulta, debes recordar que mucha gente vive agarrada al amparo de este mínimo sustento. Que estos hilos automáticos que tendemos con el mundo conocido son los que mantienen tensa la red que entre todos tejemos, la urdimbre que nos cohesiona y que hace más confortable y seguro el mundo en que vivimos. Que vivan pues estas coletillas, estas convenciones inofensivas o estas simples meteduras de pata.

16 enero 2010

Biologia



Eficacia biológica viene a ser el grado de adaptación de un organismo en el medio donde vive, adquirido a lo largo de la evolución, que le permite aprovechar al máximo los recursos de los que dispone. Sin esta facultad, la supervivencia peligraría. Nuestra facilidad para adaptarnos, hasta ahora, a todo tipo de condiciones a las que nos hemos enfrentado certifica la eficacia de nuestra especie para sobrevivir y cuando digo especie, digo especie, pues al contrario que el león, curiosidades aparte, ahora, solos, perderíamos casi toda funcionalidad. Somos de fundamentos sociales y, con lo de la globalización, de la humanidad entera sin remedio. Así, a pesar de lo arbitrario que resulta escoger cualquier marco para valorar la realidad, para adquirir nuestra máxima eficacia debemos atender los valores del bien común. Nunca me pareció tan claro como ahora que el bien, lo ético, anda por lo que favorece a la sociedad y que podemos señalar como malo las actividades que vulneran este principio o aquellas actitudes egoístas que hace que acaparemos hasta el escándalo mucho más de lo que necesitamos para ser felices. Si, como se sabe desde tiempo inmemorial, el hombre feliz no tiene camisa, es seguro que la sociedad seria mas eficaz en el uso de los recursos necesarios para nuestra supervivencia con sólo modificar la escala de valores que la sociedad occidental ha impuesto al mundo entero.

Ay, me parece que la cuestión con la que tropezamos es el espectáculo. Las demás especies se asoman al mundo del espectáculo sólo cuando toca, que acostumbra a ser con los números que se montan con el asunto de las danzas nupciales y basta. Ahí nos pilló la cosa. Nos mediatiza el instintivo pavoneo, origen de todos los espectáculos, y el espectáculo en que degeneró nuestra danza nupcial sale carísimo y no digamos la danza nupcial de algunos escogidos prepotentes que se permiten arrasar con los recursos y energías de la humanidad entera. Joder con el joder.