27 noviembre 2007

El esencial optimismo


Me acuso de pesimismo y me acuso con la sospecha de que tanto el pesimismo como la verdad o esta realidad inaprensible que los que andamos perdimos buscamos, es probable que no sirva para nada, pero que si de algo sirve, poco bueno puede ser. Hablé de la vocación como una manera de optimizar habilidades innatas. Lo que llamamos vocación, que es de un grado sagrado o el trabajo que tiene textura más laica, acostumbra a ser un apaño de los necesarios para sobrevivir, pero para sobrevivir en comunidad. Quede claro, salvo rarísimas excepciones no sé si documentadas por ahí, que nadie es autosuficiente desde mucho antes de la edad de piedra. Resulta pues que somos parte infinitesimal de una colmena de una complejidad enorme, pero que funciona, que por esto ha sobrevivido a toda clase de dificultades hasta ahora. Pues ahí está la cosa, el caos que todo lo abarca o el inestable orden o lo que sea, lo contiene todo sin remedio y esta diversidad, sirve de una especie de seguro de supervivencia comunitaria. La falaz lotería del azar juega con todos los números y crea todo el espectro posible de diversidad dentro de los límites considerados humanos y por supuesto algún partido saca de virtudes y defectos y si no saca nada, le importa un bledo.

Reconozco que las miles de cualidades o defectos, que más da, que pueden adornarnos, garantizan según el caso, opciones mejores o peores de vivir. Seguro que el ser feo, melancólico e imbécil por sacar tres defectos poco recomendables sirve de algo, aunque su función solo sea favorecer por egoismo el optimismo medio del grupo. O sea, la sociedad funciona y es tan compleja que igual tenemos alguna utilidad aunque nos cueste discernir cual y al mismo tiempo somos perfectamente prescindibles, con estas premisas no me digan que no es una desgracia no ser guapo, o fuerte, o listo u optimista. Y mira por donde, así planteada la cuestión, si pudiera escoger libremente una sola de estas cualidades, escogería ser optimista y es que me parece que hasta el pesimista sin cierto optimismo no es viable, pues díganme si no es optimismo que el pesimista llegue a creer que este defecto le caracteriza y llegue a pensar que sin él no sería la misma persona y defienda convencido su condición ceniza y viva así conforme.

Ya saben ustedes lo pegados que todos estamos a la personalidad que nos tocó en suerte y que sin otra opción, defendemos con convencimiento, y las necesarias y saludables dosis de optimismo.

22 noviembre 2007

Un orden de piedra


Convoqué al caos como recurso infructuoso para no quedar varado tras el surco de un arado. Discerní más tarde que no puedo evadir el escoger y esto limita y fija mi andadura, es en parte piedra. La piedra que observo quieta, escogida, no recuerdo, como pieza de jardín. Desde que fijó el orden su estructura mineral no estuvo siempre inmóvil en este viaje, que por culpa ajena, le arrastró desde su sedimentación al espacio acondicionado junto a un rosal. Cuando la tuve entre mis dedos, acariciada, me dio el equilibrio que nos regalan las cosas inanimadas cuando cobran la vida de las manos. Pensar en piedra, que es un orden aposentado, aunque no pare quieta y está como si sentidos tuviera: fría o cálida, húmeda o seca, brillante, oscura, aterciopelada ahora con el sol oblicuo de esta tarde de noviembre. Y sin contar con los viajes futuros que el azar le procurará, le espera el oscuro destino que junto con nuestros restos tiene forma de agujero negro. Baila el baile de la tierra que le arrastra el sol en su deriva hacia un centro galáctico que se atrae con otra galaxia cercana, de tal forma que todo se mueve, sin conocer otra referencia que no sea este punto indeterminado donde se originó el caos. Todo danza, nada para quieto. No tiene satisfacción ninguna el orden supremo.

De un bloque inmenso y sin fisuras, atemperado por la profundidad de su estancia, que no vio otra luz que la candente, un azar literario, un milagro le iluminó y fue acondicionada como sillar de palacio o mejor, mucho mejor, dintel, peldaño, capitel, friso. Esta piedra escogida por su ductilidad y lisura la hicieron imagen, figura, torso, pies, manos y cabeza de escultura. Sin variar su inanimada estructura mineral, de la solitaria soledad de su profundidad cósmica, adquiere vida en su pulida superficie. Se enamora de ella la frágil alma cándida que recrea vívidos deseos carnales en una piedra.

Perdió el sustento que miles de años la guardó y arrasó en su caída en aluvión mucha vida, una piedra grande y asesina.

17 noviembre 2007

Un respeto por favor.


Hay cualidades tan sospechosas que me hacen dudar de si lo son o no. Pongo en el mismo saco a todas aquellas que se forjaron a contrapelo de los deseos. La humildad es una cualidad admirable, en especial cuando quien la cultiva, podría sin rubor decantarse hacia la vanidad. Es una cualidad excelente que debería tener un alto valor social ya que tiende a evitar las tensiones generadas por tanto ego, pero claro, la mayoría de la ciudadanía no está por una labor tan poco lucida. Así que para paliar su siempre patente escasez, los poderes, que para esto están, (piensen ustedes en cualquiera de ellos, da lo mismo,) instauraron desde hace milenios dos apaños que según se mire parecen cualidades: obediencia y respeto y así se suple con creces esta carencia, evitando con su implantación que se generen todo tipo de problemas. La obediencia, bien mirado, es una mierda pues contradice a la razón y por esta causa tiende a desaparecer en el marasmo de una modernidad indisciplinada cuando no le garantizan pena o premio. Hasta los niños, que ahora nos da por tenerlos muy en cuenta, se niegan obcecados a obedecer. Otra cosa es el respeto que goza de buena salud, pues se aprovecha del tirón que ha adquirido la tan traída y manoseada tolerancia.

Como siempre que algo naufraga, como la obediencia, recordamos, su indudable parte buena y esto nos perdemos, pero también el respeto, tan resplandeciente, tan inquirido y exitoso, esconde su parte nefasta. No me interesa ya la obediencia pues el muerto al hoyo y el vivo al bollo, pero el respeto bien se merece por su preeminencia una poca de atención.

El respeto adquiere su auténtica dimensión cuando se gana limpiamente y aquí pone cada cual su buen empeño en conseguirlo. Tiene que quedar bien claro que no se puede pedir, a bote pronto, que se nos conceda sin merecerlo. Es pues el respeto algo que se adquiere o pierde por acciones u omisiones en actos públicos o privados, a cuenta de favores, trato, ciencia, porte, educación, habilidad, fuerza, imagen, atención, integridad, voluntad, poder, sinceridad, temor, autoridad o lo que sea. Tiene un precio. Con estas premisas considero que se debe o se puede tolerar todo aquello que nos lo merezca y habremos de valorar con tiento todo aquello que no nos lo merece y obrar en consecuencia.

No es mi deseo, o sí lo es, vete a saber, pegar tales rollos, el caso es que este viene a cuento por los mensajes que la moda desde hace tiempo nos envía desde lugares insólitos, en el culo de los futbolistas por ejemplo. Aunque esto no me ocasiona problemas, si me los ocasiona en cambio los mensajes en el pecho de las mujeres cuando me entretengo en leerlos. ¿Qué miras tú? Un respeto, me insinúa su cara de pocos amigos. Coño, pues leo, intento expresarles aturdido. Y es que algunas señoras, permítanme mis lectoras la licencia, esperan el milagro de que sólo lean tales mensajes aquellos que a ellas gustan y aquí incluyo no solo los mensajes sino todas aquellas sugerencias que son demasiado evidentes para pasar desapercibidas. Luego una conocida me viene con el cuento de que estas miradas le incomodan. ¿Te gusta a ti que te miren la entrepierna? Me pregunta inquisidora. Si, algo me incomoda, le contesto, si son hombres más, pero…. casi nunca ocurre debido, quizá, a que no pongo allí ninguna flecha, ni voy como un torero, no me permito trasparencias ni voy enseñando medio huevo. Quede constancia que no estoy en contra de ello, ni mucho menos, pero sí pienso, que a lo hecho pecho y que luego se debe asumir con deportividad las transidas debilidades afloradas en los casuales, azorados o impertinentes mirones.

Con el respeto se ha de tener cuidado y no lo digo desde luego, y vuelvan a perdonarme por la ingenua licencia que me tomé, por las mujeres descocadas, se lo digo a todo el mundo, a los políticos, a los periodistas, a los jueces, a los bomberos, a mis vecinos, al rey, si señor, al rey, el respeto debe ganarse y merecerse cada día y es problema de cada cual si no logra merecerlo.

Por otra parte, es preciso advertir y aquí esta la gracia de todo este asunto, que se puede vivir tan ricamente sin que te respeten. Es más, incluso mucho mejor que con tanto respeto.

10 noviembre 2007

Insomnio en noviembre


Si pudiera quitar un mes del calendario dejaría el año sin noviembre. No me extraña que sea tiempo de celebración de los rituales de difuntos. No me gusta su trato agónico con el día, ni el oblicuo sol que abate en el horizonte, ni la languidez que me asalta sin remedio en su reinado

Puta, putas palabras. Llevo toda la vida pensando y aun atento a ello, no discierno si articulo voces o si son solo fugaces imágenes o bien abstracciones inenarrables lo que me domina. Ayer por la noche, como ángel caído, pisaba de puntillas el desolado suelo del abismo acosado por el insomnio. Buscaba de entre este entramado de sucesos al que llamamos vida, consuelo, y me sorprendí salto a salto, que insistía en los mismos lugares comunes y que estando como están sometidos a una pesada y constante petición de auxilio se resbalaban bien lisos y bruñidos. Colgado en el vacío, deslizándome de un manoseado argumento a otro sentí un justo ridículo. Quizás todo fuera debido a que acaba de oír en boca de alguien el firme deseo de cortar con la concurrencia de pensar y convocaba a quien le cegará el discurrir, convocaba a la que al fin sirve al incrédulo, un crédito de silencio.

La sensación melancólica es caer y el pozo es negro, no obstante apoyándome en las palabras, figuro la caída como un regreso. Esta vuelta al origen donde debería hallar las claves de lo en que me he convertido, es un paraje muy parecido al del éxito pero sin público ni aplausos. Como este, no hay ni sirve de nada. Y si recuperas el día que sigue a la noche, abandonado inerte a una silenciosa caída de arena, cuando la noche invoca el alba, olvidas y te prometes un generoso espacio de tiempo, prieto de ocupaciones elaboradas con la oculta intención de gozar de múltiples formas de evasión y mientras te asista la voluntad de defender o amar a una sola de estas ilusorias parcelas ya mereces vivir y éste, solo éste vivir ilusionado es tu premio.

Tuviste una mala noche me digo luego, por la mañana, mientras recupero aliviado el día que se mece en lento movimiento, como si proyectara escenas cinematográficas a cámara lenta, como si las imágenes o los sonidos llegaran como ecos de lugares perdidos. Esto es bueno, me digo mientras siento el sol o el frío o la voz. Adquiere el día contraste lívido y me recuerda la imagen impactante que leí hace poco en que aseguraban que en un período de juventud del universo, justo cuando la materia se revolvía en turbio caos se fundió el magma primigenio y en un increíble y monumental momento mágico se volvió de pronto transparente. Nada quedaba oculto en la inmensidad del cosmos, característica de la que se apropió celosa el agua pues al dejar de hervir abandona el encubridor y agitado movimiento y al quedar inmóvil, aparece pura y diáfana y así se conserva hasta que el frío la contrae en cuerpo duro, opaco y complejo.

Y así me dio por pensar que cuando los pies temblorosos transitan hacia el olvido, mientras el receloso cuerpo sufre los embates físicos que no dejan espacio a arbitrariedad alguna, se fija la vida en su líquida superficie, pues lo real se circunscribe a los retazos de sol y frío, hambre, soledad o compañía al mismo tiempo que aflora la acuosa mirada transparente que traspasa ingrávida por encima de los desechos abandonados con la vanidad.

No es la limpia simpleza de la superficie lugar donde buscar otra protección que no sea la que pueda dar un espacio inmenso y vacío que es ninguna. Pero mientras nada ni nadie agiten su tenue piel no se puede desear otra cosa que tanto complazca al que se agotó en turbulentas aguas, aunque bien se sabe que al fin, siempre acabamos queriendo que algo se mueva y esta apremiante voluntad, motiva al punto, aparato de tormentas.

03 noviembre 2007

Sembrando dudas



En un post antiguo y larguísimo de su blog, A la flordel berro, AAOIUE comenta:

“A mi, la duda o una cierta inseguridad, el desasosiego, me ofrecen garantías de honestidad e inteligencia. Nunca veo la duda como debilidad. Aunque está claro que hay dudas enfermizas o que la indecisión puede ser mórbida, también está claro que los frutos de la patología de la certeza (la arrogancia, el fanatismo), son mucho peores.”

Como yo me considero un adepto a la duda y por esto dudo de mi honestidad e inteligencia, cambiaría la frase en el sentido de que la honestidad e inteligencia se revalorizan con la duda, pero que esta, por si sola, solo garantiza que los problemas se vuelvan crónicos. La duda se convierte en una lacra en esta sociedad donde la mayoría de sus miembros carecemos de un criterio personal bien definido.

Dudo de muchas cosas y de otras no dudo nada, como, que la bondad de una postura no convierte a la contraria en mala. Así todos podemos ser distintos y pasárnoslo entretenidos con nuestras diferencias.

Cada vez veo mi caos más ordenado y me asusto, pues sé que es de poco fiar, sé que le gusta romper de súbito lo que presumía de suma resistencia.

En asuntos intrascendentes, como este mismo, cogí el hilo de enseñar en cada post un dibujo, un orden que mantengo, pero no son cronológicos, aquí está el desorden. Nos asociamos intuitivos por afinidades o querencias creando unos rituales que temo puedan comernos de aburrimiento. Construimos como hormigas unas quimeras que cualquier día el loco destino de paseo nos reventará arrastrando con sus pies el hormiguero y aquí es cuando no dudo y decido esto quiero, esto no quiero, aunque da lo mismo lo que decida, así es la vida y por esto nos divierte y machaca.

Quería decir que me ordeno y me sabe mal el orden. Que quiero estar con ustedes y alejarme al mismo tiempo. Que me gusta lo mínimo, pero que al instante quiero ponerle un florero abarrocado. Que te amo y te desprecio y así te sigo queriendo hasta el fin irrecuperable del amor que es el olvido que es como la misma muerte. Me gusta el derecho y el revés y a los dos odio.
Me canso de estar siempre conmigo por esto salgo o me conecto con ustedes al azar o siguiendo rutinas trazadas como surcos en la arena o caminos fijos como tierra roturada por el arado. También sé que a nadie importa esto.

Quiero agradecer humildemente este gesto de Alida y disculparme y rogarle que no me mal interprete si no sigo la cadena, pues le tengo una cierta prevención a las cadenas, es una de estas cosas en las que me siento más a gusto llevando la contraria.

01 noviembre 2007

Idealizamos una óptima vida


Como casi todos los de mi entorno ocupo buena parte del tiempo que dispongo en cuestiones que me importan un bledo, pero que se convierten en la parte más importante de nuestra imagen si atendemos a los varemos de común usados para establecer el perfil social. Hablando en plata, los trabajos de supervivencia que malqueremos se convierten en nuestra identificación primordial en sociedad. De esta condición es mi trabajo más gratificado.

Alguna vez, en horario de oficina, emulando mis años escolares, me voy por los cerros de Úbeda, cerros que visité hace bien poco en mis vacaciones por la provincia Jaén y que no desmerecen para nada su mitología. Pues bien, contradiciendo a mis profesores, algo de provecho puede encontrarse en estos cerros además de olivos. La mayoría de las veces estos paréntesis nos derivan hacia cotidianeidades más gratificantes, nos sirven como de estupefacientes para aliviarnos de la dura realidad, pero no es inusual caer, en estos estados de trance, en revelaciones luminosas o en parajes absurdos. La cuestión es que, algunas veces, tomo escueta nota de algún desvarío enlazado a bote pronto durante estos lapsus y luego cuando pasado un tiempo releo lo escrito sucede que no encuentro donde se esconde su interés.

Hace muchos días anoté un escueto “idealizamos una óptima vida”. En ninguna relectura de la susodicha frasecita desde su alumbramiento le encontré gracia alguna. Hoy me da, sin haber dado con la luz que la inspiró, el hurgarla, y pienso que su significado más evidente, la necesidad que todos tenemos de creer en un futuro halagüeño, no la define tanto como la de estar en los cerros de Úbeda, que es vivir en un estado ideal que no se ajusta con la realidad pero que sirve para mantener en alto el optimismo positivista de nuestras vidas. Cuando bajamos o nos bajan de los cerros de Úbeda y la realidad se impone, parece de pronto que todo se va a ir al garete. Estos momentos de lucidez no dejan de ser otro paréntesis antes de volver a encaramarnos felices en los cerros de nuestros sueños.