Me acuso de pesimismo y me acuso con la sospecha de que tanto el pesimismo como la verdad o esta realidad inaprensible que los que andamos perdimos buscamos, es probable que no sirva para nada, pero que si de algo sirve, poco bueno puede ser. Hablé de la vocación como una manera de optimizar habilidades innatas. Lo que llamamos vocación, que es de un grado sagrado o el trabajo que tiene textura más laica, acostumbra a ser un apaño de los necesarios para sobrevivir, pero para sobrevivir en comunidad. Quede claro, salvo rarísimas excepciones no sé si documentadas por ahí, que nadie es autosuficiente desde mucho antes de la edad de piedra. Resulta pues que somos parte infinitesimal de una colmena de una complejidad enorme, pero que funciona, que por esto ha sobrevivido a toda clase de dificultades hasta ahora. Pues ahí está la cosa, el caos que todo lo abarca o el inestable orden o lo que sea, lo contiene todo sin remedio y esta diversidad, sirve de una especie de seguro de supervivencia comunitaria. La falaz lotería del azar juega con todos los números y crea todo el espectro posible de diversidad dentro de los límites considerados humanos y por supuesto algún partido saca de virtudes y defectos y si no saca nada, le importa un bledo.
Reconozco que las miles de cualidades o defectos, que más da, que pueden adornarnos, garantizan según el caso, opciones mejores o peores de vivir. Seguro que el ser feo, melancólico e imbécil por sacar tres defectos poco recomendables sirve de algo, aunque su función solo sea favorecer por egoismo el optimismo medio del grupo. O sea, la sociedad funciona y es tan compleja que igual tenemos alguna utilidad aunque nos cueste discernir cual y al mismo tiempo somos perfectamente prescindibles, con estas premisas no me digan que no es una desgracia no ser guapo, o fuerte, o listo u optimista. Y mira por donde, así planteada la cuestión, si pudiera escoger libremente una sola de estas cualidades, escogería ser optimista y es que me parece que hasta el pesimista sin cierto optimismo no es viable, pues díganme si no es optimismo que el pesimista llegue a creer que este defecto le caracteriza y llegue a pensar que sin él no sería la misma persona y defienda convencido su condición ceniza y viva así conforme.
Ya saben ustedes lo pegados que todos estamos a la personalidad que nos tocó en suerte y que sin otra opción, defendemos con convencimiento, y las necesarias y saludables dosis de optimismo.
Reconozco que las miles de cualidades o defectos, que más da, que pueden adornarnos, garantizan según el caso, opciones mejores o peores de vivir. Seguro que el ser feo, melancólico e imbécil por sacar tres defectos poco recomendables sirve de algo, aunque su función solo sea favorecer por egoismo el optimismo medio del grupo. O sea, la sociedad funciona y es tan compleja que igual tenemos alguna utilidad aunque nos cueste discernir cual y al mismo tiempo somos perfectamente prescindibles, con estas premisas no me digan que no es una desgracia no ser guapo, o fuerte, o listo u optimista. Y mira por donde, así planteada la cuestión, si pudiera escoger libremente una sola de estas cualidades, escogería ser optimista y es que me parece que hasta el pesimista sin cierto optimismo no es viable, pues díganme si no es optimismo que el pesimista llegue a creer que este defecto le caracteriza y llegue a pensar que sin él no sería la misma persona y defienda convencido su condición ceniza y viva así conforme.
Ya saben ustedes lo pegados que todos estamos a la personalidad que nos tocó en suerte y que sin otra opción, defendemos con convencimiento, y las necesarias y saludables dosis de optimismo.