Me ocupan o preocupan tantos frentes que es un no vivir. Ene me advierte a menudo de lo pernicioso de mis compulsivas obsesiones. Una suerte de ligera esquizofrenia preside mi vida. Una desorientación que me impulsa a agarrar clavos ardiendo de cualquier frágil razón. No atino aunque me gustaría escribir siguiendo el caudal laberíntico en el que se mueven los pensamientos. Vivo atado, pillado por cualquier fijación con la penosa sensación de andar corriendo. Las prisas se comen el tiempo y llego exhausto, abatido a unas metas líquidas que se evaporan al instante dejándome solo. Solo. Creo que abandoné el habito de la compañía después de establecer poco a poco relaciones funcionariales con las excepciones perentorias de cuando nos juntamos para comer. Me absorbió el pintar hasta desconectar del mundo y a la postre le añadí una nueva ocupación de leer y escribir al asalto, blogs, actividad que me sume en múltiples desconciertos. Visito a menudo si puedo las vidas que elaboran vuestras manos y cada vida me ocupa unos minutos de un tiempo que se cae en un rezo rosario de musitados lamentos o eufóricas proclamas en el vacío sin fondo de este agujero estratosférico.
Y es que hoy llueve, un tiempo deseado en este seco otoño que dejó el bosque sin setas y los guisos sin su goce supremo. El amor a la lluvia hace que esta sea un buen tiempo. Suena la bocina de una furgoneta reclamándome. Un arquitecto en mudanza me regala un inmenso mueble de cajones donde embutir los dibujos que tengo abandonados por el suelo. Por el mal entendido de no perder el tiempo me cuesta salir de casa pero sé que saliendo recobro el pulso del tiempo verdadero aunque sea para trastear un mueble.
Sudar con esfuerzo comunitario tachonado de paros risueños mirando llover, el desierto de la casa levantada de muebles, las tácticas ingeniosas ideadas para librarnos de pesos, de angosturas o de lo que sea, estar juntos parloteando, ocupados en asuntos intrascendentes, esta es una actividad casi olvidada que me satisface. Quisiera recuperar este tiempo exacto, amañarlo, ensalzarlo, cuidarlo vacío de contenido lacerante o trascendente porqué este es un sueño que estamos perdiendo.
Ahora con perspectiva, lamento y reviso la vieja lectura del tiempo de oro, observando que no es oro todo lo que reluce y si bien es cierto que peno por lo que no hice o dejé de aprender en su momento, reclamo la perdida de tiempo como fundamento de un plácido equilibrio supremo que nos fue hurtado por un curso demencial de prisas y vanos objetivos. Me culpo de no haber sabido descifrar que prefiero mirar o comentar plácidamente lo que veo en tranquila y relajada compañía que perseguir un lustre de fantasmas, dioses, orgullos, vanidades, verdades difusas. Bien sé que necesitamos de todo un poco y que por lo uno no se debe abandonar lo otro y de esto quiero tratar porque estamos perdiendo la gloria de aquel tiempo también útil, de no tener que hacer nada. Está claro que es tiempo de poco beneficio pero para compensar no tiene ahorro de gasto comparable.
Y es que hoy llueve, un tiempo deseado en este seco otoño que dejó el bosque sin setas y los guisos sin su goce supremo. El amor a la lluvia hace que esta sea un buen tiempo. Suena la bocina de una furgoneta reclamándome. Un arquitecto en mudanza me regala un inmenso mueble de cajones donde embutir los dibujos que tengo abandonados por el suelo. Por el mal entendido de no perder el tiempo me cuesta salir de casa pero sé que saliendo recobro el pulso del tiempo verdadero aunque sea para trastear un mueble.
Sudar con esfuerzo comunitario tachonado de paros risueños mirando llover, el desierto de la casa levantada de muebles, las tácticas ingeniosas ideadas para librarnos de pesos, de angosturas o de lo que sea, estar juntos parloteando, ocupados en asuntos intrascendentes, esta es una actividad casi olvidada que me satisface. Quisiera recuperar este tiempo exacto, amañarlo, ensalzarlo, cuidarlo vacío de contenido lacerante o trascendente porqué este es un sueño que estamos perdiendo.
Ahora con perspectiva, lamento y reviso la vieja lectura del tiempo de oro, observando que no es oro todo lo que reluce y si bien es cierto que peno por lo que no hice o dejé de aprender en su momento, reclamo la perdida de tiempo como fundamento de un plácido equilibrio supremo que nos fue hurtado por un curso demencial de prisas y vanos objetivos. Me culpo de no haber sabido descifrar que prefiero mirar o comentar plácidamente lo que veo en tranquila y relajada compañía que perseguir un lustre de fantasmas, dioses, orgullos, vanidades, verdades difusas. Bien sé que necesitamos de todo un poco y que por lo uno no se debe abandonar lo otro y de esto quiero tratar porque estamos perdiendo la gloria de aquel tiempo también útil, de no tener que hacer nada. Está claro que es tiempo de poco beneficio pero para compensar no tiene ahorro de gasto comparable.