28 agosto 2007

Sueño



Hoy soñé un sueño de alocada orfebrería. No menudean estos sueños que enamoran.

Vivía en el palacio de mi única calle convertida toda ella en vivienda magnífica con lujo de espacios, rincones, ambientes, muebles, detalles y luz, todo muy confortable.

¿De donde me salen estos sueños?

Mi nueva casa era mi vieja calle y cuando alzaba la mirada veía la calle larga, apretada de luces doradas y fiesta, parecida a la de una gran ciudad que, a lo lejos por la noche, divisas como artificio de luces centelleantes.

Muy confortable.

Y luego me besaba una hermosa y desconocida mujer que repetía, ella sorprendida y yo impávido, una y otra vez, y un viaje en coche con una bicicleta desarmada en mi regazo medio asomada cayendo fuera de la ventanilla, golpeando la nueva carrocería, y el barro de una calle que se transformaba de súbito sin dejar de ser barro en cordilleras y valles como cuando en mis juegos infantiles los charcos eran lagos o mares o océanos o cielos reflejados con las densas nubes que creaba alborotando con un palo, ¿y el coche que se arrugaba y desarrugaba como un globo de aire?, ¿y los habitantes de la casa que hacían cola para lavar su ropa en una maleable y curiosa lavadora de tela?, ¿y los riquísimos pasteles que me comía antes de que se celebrara una boda familiar incomprensible con una multitud de invitados desconocidos?.

Sé que se puede esperar todo de los sueños, nada me sorprende. Llevo muchos años soñando y hasta hace poco no me di cuanta que los sueños acostumbran a escamotear definición a las imágenes. Son visiones de conceptos más que de realidades o simplemente son solo sueños. Por esto sorprenden cuando atesoran mucho detalle, precisión y barroquismo en su definición. Son más reales que la misma vida. Sentí despertar y no poder continuar el viaje por estas tierras luminosas y seguir retozando en estos sueños extraños, lúcidos, vívidos y armoniosos que casualmente me sorprenden.

16 agosto 2007

A vueltas con la verdad


No consigo prescindir de la curiosidad que me inclina a indagar algún origen del porqué resulta la verdad trascendente. No es, lo sé, una obsesión de particular rareza. Pero el caso es que los caminos trillados no facilitan, la mayoría de las veces, encontrar el antídoto que libere de estos encantamientos sino más bien todo lo contrario. Quedé varado en la verdad como antes lo estuve de otras pesquisas. Ahora bien, para mi consuelo, la verdad es a su pesar sólo una palabra y todas las palabras en su momento, es seguro que significaron algo concreto, luego ya se sabe, con el tiempo todo se retuerce sin remedio.

Como ingenuo ejercicio de saber, que entiendo como ver. Para mirar de ver en verdad, es imprescindible obligar a toda nuestra atención, pues sin ella no se alcanza a saber lo que no sea regalo de otras atenciones anteriores. La atención pues al mirar tiene que atender no solo en lo que es nuevo y por lo tanto curioso y de fácil interés sino en lo que queda oculto en hábito o forma hasta verlo como nuevo.

No creo que las palabras primeras definieran conceptos y si que fueron cosas concretas. El peligro existe antes que el miedo. No podemos bautizar el miedo sin pronunciar antes peligro. La importancia de lo real en el significado de la palabra no es una cuestión de pureza lingüística, un adorno estético sino una herramienta vital de supervivencia. Las palabras están obligadas en origen a ser el guardián de lo cierto. Las primeras palabras tienen por naturaleza que ser precisas y ciertas, deben ser la verdad de lo que proponen pues nacen por utilidad.

Y la paradoja es, creo, que lo divino de la verdad tenga que ver con lo erróneo. La capital trascendencia que la verdad exige a cada primera palabra le extrema su valor y más aún cuando la experiencia descubre luego, una palpable incapacidad de mantenerla.

Apuesto a que la primera palabra fue comida y que la segunda fue peligro. Son dos palabras útiles que pudieron abrir un nuevo horizonte para optimizar la supervivencia usándose como reflejo de la realidad. La formulación de la palabra tuvo forzosamente que ir unida a la verdad pues gritaba el hombre comida o peligro cuando veía comida o acosaba el depredador y en esto no hay magia alguna. La magia empieza cuando el hombre se aventura a señalar un lugar anunciando comida o peligro antes de que su evidencia lo confirme y cuando la aseveración no se cumple inflinge un castigo al sentido radical que protegía la palabra. Cuando la verdad se desvanece, su necesidad se vuelve mágica y por lo tanto divina, porque su defecto pone en peligro la vida en sentido literal. O sea que la verdad va intrínsicamente unida a lo real en su acepción de la totalidad de lo que es. Pero ¿a quien importa otra realidad que no sea la que nos sustenta? Mucho más cuando la precisión y verdad de lo que las palabras concertaban aumentaba la supervivencia en situaciones de riesgo asumidas en parte gracias a la garantía que su información les procuraba. Los errores cuestan muertes. Los brujos debieron aparecer con estos errores de apreciación; investidos de protectores y generadores de la verdad cuando las palabras incumplen lo predicado; la divinidad surge con la debilidad de las certezas. Así aparece lo mágico, lo divino, pues de la verdad real depende comer y salvaguardar la vida de los peligros. Así la verdad es confirmación de la realidad, y esta da sentido a las primeras palabras. Con las dudas es cuando la verdad pierde su condición de infalible y gana el halo trascendente.

El impulso de la verdad en cada palabra y la necesidad ineludible de atenta perfección para poseerla que hoy buscamos oculta en enmarañados cultos, conciencias, leyendas, en montones infinitos de palabras, tienen que ver con su capital valor para la vida y la muerte, tiene que ver con el rigor que se le reclamaba cuando la supervivencia soportaba una fragilidad extrema, todo esto que desapareció engullido por el progreso y la comodidad que de su precisión deriva.

Me crece la sensación de que a medida que la civilización se vuelve más compleja, la verdad, que no es más que nuestro contacto con lo real, con lo próximo, se aleja y entiendo que esta asimetría puede llegar a tener efectos nocivos.

11 agosto 2007

Dislexia


Me paerce muy bein etse descurbimineto de los cinetiifcos inlgeses que veine a desomtrar que para entneder un txeto bsata con que la piremra y úlitma lerta etsen bein cocoladas.

Esta dislexia monumental puede servir de parábola para explicarlo casi todo.

Dado que la paradoja de la vida es tal que ni siquiera puedo planteármela, lleno este vacío de formas parabólicas que insisten a base de figuraciones que lo que sirve para un guisado sirve igual para un cocido y que por lo tanto existe una ley universal que todo lo iguala. Aunque tal vez esto no sea cierto, pues por lo visto en este invento no es necesario orden alguno para que las cosas tengan sentido.

Atendiendo al curioso descubrimiento de los científicos ingleses me sorprende primero en que se gastan los dineros. Aventuro pues en buscarle alguna práctica utilidad y así para empezar me genera dudas de que el trayecto sea importante pues sugiere que lo decisivo es de donde vienes y a donde vas. En medio queda pues un capazo de anécdotas que adquieren sentido si se conoce su inicio y se augura un final. De esta guisa ya no es necesario leer de principio a fin. Se lee el inició, luego, páginas por aquí y por allá y el final. Cortazar ya lo sabía desde Rayuela, aunque esto mismo también lo saben los críticos desde siempre, pero es que ellos además se dejan por comodidad también lo del medio, luego claro no se entiende que critican, ni el porqué lo hacen.

Dado que todo el mundo entenderá sin problemas cualquier texto si el principio y el final están bien puestos propongo que en medio solo figure un caos de letras y que cada cual invente y ordene a su gusto las anécdotas.

Ya comprendo el caos del mundo, a falta de saber a donde vamos el orden para nada es necesario, estamos en este camino del medio en que poco importa lo que hagamos ¿o si?