Así planteado este asunto, es hora de afirmar no obstante, que sin verdades peligra nuestro equilibrio y sustento. Nadie puede vivir sin estos agarraderos.
Nada debe existir en la nada que es su esencia misma, pero en otros parajes menos desiertos, para asirnos a ellos necesitamos dar con apaños que nos anclen a su realidad, dar con hechos o suposiciones de hechos que expliquen nuestra pertenencia a tal o cual experiencia. En realidad, intento decir, que si no hay verdades y las necesitamos, lo que nos queda como sustituto son más bien certezas y estas, por útiles, las elaboramos más sobre la necesidad o conveniencia que sobre la verdad.
Innumerables, infinitas vidas en nuestros genes ha seleccionado seres profundamente optimistas y prácticos. Somos el último eslabón superviviente de estas premisas y nuestra libertad queda por ellas limitada. Es casi imposible romper con certezas que han sido útiles y efectivas durante generaciones. Su fiabilidad parece fuera de toda duda pero deberían alarmarnos las en exceso rígidas, de la misma manera que deberíamos de dudar en la inmutabilidad de nuestras mas íntimas creencias. Me parece y quizás sea absurdo, que más allá del peligro de quedar desasistidos en según que tipo de aventuras está la necesidad de dar con soluciones a nuestros desasosiegos y para ello es necesario muchas veces no tener juicios, valores, verdades o soberbias que limiten nuestra capacidad de adaptarnos a nuevos retos. En los saltos acrobáticos de la mente sólo los muy flexibles tendrán la capacidad o la posibilidad de superarlos.
Me rompe el corazón ver como se destruyen por dentro edificios personales de apariencia sólida por ser sus dueños incapaces de dar el saltito que les devolvería el equilibrio. Que crueles las reglas que rigen los equilibrios, medidos demasiadas veces en pocos milímetros.
No es la aventura social distinta de la humana y debe la sociedad arriesgarse a cambios drásticos cuando lo que funcionó perfectamente durante milenios da síntomas de agotamiento. La certeza es esta, el ritmo geométrico de consumo no se debería mantener. Es cierto que fracasaron parcialmente en todos los tiempos los intentos de distribución equitativa de la riqueza, pero nunca en los distintos fracasos se jugaba con la supervivencia de la especie