20 diciembre 2006

En brazos del caos




Me lancé en brazos del caos, como quien se lanza en brazos del vudú, del budismo o del tao. Andamos una importante minoría, (si he de hacer caso de lo que oigo, leo y siento) rebotados con nuestras religiones naturales, supongo que algo aburridos de ceremonias, normas, doctrinas y éticas absurdas y el caos me cumple con la función de cubrir, (por cierto con ninguna contundencia ni fiabilidad) estos agujeros enigmáticos que engrandecen y ensanchan a medida que los vamos hurgando (cosa natural, cuando se insiste, los orificios suelen crecer). La ventaja que tiene el caos sobre las otras teorías, es que me la adecuo a mi gusto, (esto es importante), y no tiene iglesia, doctrina, ni otra moral que un sentimiento caótico que abarca todo lo existente.

El tema es suspicaz y peligroso, las mentes mas preclaras hablan con el máximo tiento, sutileza y propiedad de ello. Yo solo hablo desde mi simple y llana experiencia personal. Las religiones me parecen una mezcla de valores espirituales y normas sociales. El vértigo de lo que ignoramos o no comprendemos, genera apañadas doctrinas al abasto y uso de cada angustia. Se cubre agujeros con la fe y se aprovecha para impartir unas normas que siempre acaban con algún beneficio. Se puede favorecer a la sociedad en general (no matarás) o a particulares (santificaras las fiestas). En general las religiones regulan y homogeneizan las sociedades y también, puestos en faena, especulan con el poder adquirido favoreciendo en general a las clases dominantes.

Toda esta larga introducción solo para contar un sentimiento que de manera vaga me agobia. Proliferan en los blogs buenas intenciones, buenos sentimientos y en los correos se reenvía bondad hasta al empalago. Las buenas intenciones que a todos se nos suponen son caldo de cultivo de lo religioso como el deporte, el circo romano o la patria lo son para lo político. Sirve esta buena voluntad de consuelo a un ideal de justicia o de solidaridad que damos por perdido y cubrimos nuestras vergüenzas con buenas intenciones. Sirve como sedante o como somnífero. Es un juego que apacigua la conciencia y confunde nuestra actitud para acometer acciones más reales y efectivas. Las buenas y bellas intenciones nos narcotizan. El circo, el deporte y la patria nos enardecen. Entre dos fuegos vivimos, bien, mejor, nos dejan vivir.

11 diciembre 2006

Sentir sintiendo que sientes






Fantaseando con el mundo de las sensaciones advierto de su fertilidad. Sentir sintiendo que sientes, este trabalenguas al tacto de la mente es, me parece, la única manera de vivir el presente. Su defecto es lo corriente o sea que cuando gozamos o sufrimos las sensaciones, cuando las paladeamos es un regalo. Buenas o malas es regalo extraordinario. Aunque yo creo que lo extraordinario de este estar sintiendo que sientes, es que deja nuestra mente a la intemperie, todo el mundo tiene acceso a ella. En este circuito de conocimiento, un estado de comunión extra sensorial, nos comunicamos muchas veces sin saberlo y así sensaciones íntimas y particulares se vuelven comunes y nos encontramos un puñado de desconocidos, curiosamente, contando lo mismo. Ya dije que fantaseo, pero a veces las casualidades no parecen tales y terminas por creer en estas conexiones, en estos inventos.

01 diciembre 2006

Me lío sola




Cuando me asalta el desánimo colapsada por el desorden, sea este físico, intelectual o moral me siento vencida por el caos. Me descorazona la reincidencia en estos estados de abatimiento porqué nunca me sentí víctima.

Es el maldito empirismo que con sus duras razones y desautorizaciones se enemista conmigo.

Bien mirado el caos es el estado ideal para que abunden sorpresas y alucinaciones, no tiene estancias para el aburrimiento, en cuanto este asoma sale corriendo. Por esta causa me apaño bien en lo ecléctico.

Quien es rubia quiere ser morena y la rizada quiere tener púas de pelo. La caótica sueña con el orden y así de súbito me propongo ser enfervorizada minimalista, aunque en el limpio y medido espacio vacío pienso de inmediato en colocar unas cursilerías.

El orden es bello pero no deja espacio a otro invento. Se puede quitar todo lo intrascendente y lo superfluo, dejar una escena ideal de puro deleite, huiré de este paraíso.

Y así, y más si escueta cuento una historia (esta) queda flaca por parcial. Es pues falsa entelequia.

Que gusto pasar disculpando de todo lo que he dicho, digo y diré en un futuro inmediato si no me vence así, de súbito, el compulsivo rigor del orden y me ponga ha hablar con propiedad.

Quería hablar del nombre de la mujer de Noé, pero me perdí en esta introducción pues me obligo con post cortos.

Lo dejo escrito.

Alguien me pidió para poder contar con rigor un cuento a un niño, el nombre de la mujer de Noé, y me puse a leer el Génesis.